El rol del periodismo y los parecidos de una política de “purgas” que consolida castas

Por Hugo E. Grimaldi para LA GACETA.

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26 Julio 2025

Sólo para que esta columna reciba alguno que otro insulto, hay que reportar que durante la última semana en la provincia de Buenos Aires, los armadores de LLA rivalizaron en el ranking de las maniobras electorales impresentables con el mismísimo PJ. También se debe decir que las dos fuerzas se mostraron casi de la mano en una compulsa de tristes y muy parecidas situaciones de peleas a cielo abierto que, en conjunto, probablemente le hayan bajado un poco más a la ciudadanía las ganas de ir votar, el arma defensiva que eligió la gente para mostrar su resistencia a los manejos de las cúpulas, trapisondas hechas solamente pensando en ellos.

No alcanza con hacer campañas cívicas, sino que los políticos deberían dejar de lado pensar para ellos y su círculo, humanizarse y predicar con el ejemplo. Porque si votar se volvió indiferente, es porque la política se tornó irrelevante. Y ese desaire, lejos de ser culpa de la ciudadanía es el reflejo de una dirigencia que dejó de escuchar. Todo ello, sazonado puntualmente esta vez por los engaños entre los socios peronistas de ocasión y por los brutales zapateos de bronca a través de las redes sociales, desde el costado libertario.

 A la luz de la bajada de línea sobre la “lealtad” (palabra de connotación muy peronista) de parte de la hermana del Presidente, el mileísmo se mostró embebido de un verticalismo tal que, por sancionatorio, está más emparentado con el pasado de ideas dirigistas del propio justicialismo que con los vientos de autonomía individual que suelen pregonar los de color violeta. Hasta resignifican el concepto de “unidad”, algo impensable para un liberal quien, por definición, privilegia la diversidad. A los descreídos de la política, quienes dicen con ligereza que “son todos iguales”, no les faltó casi nada para certificar esa sensación: hoy, la casta se mimetiza peligrosamente.

Como esta vez no hay PASO quizás se nota más, pero ya se sabe que en el peronismo son expertos en decidir a espaldas de la gente, aunque haya que “bajar la palanca” de la luz para ganar tiempo y que todo se oscurezca un poco más. Por su parte, Axel Kicillof inventó lo de presentar una lista duplicada en la provincia de Buenos Aires armada entre gallos y medianoche por si La Cámpora lo traicionaba. Doble jugarreta.

También estuvo el caso de los 24 funcionarios policiales que el gobernador pasó a disponibilidad no por ser amigos/conocidos/camaradas del primer diputado de LLA en la Tercera Sección Electoral, el ex comisario Maximilano Bondarenko, sino porque desde sus oficinas lo ayudaban con su libreto de campaña, datos e ideas que volcaban en las PC de la mismísima Bonaerense. Paradójicamente, la Tercera es un enclave de 19 municipios, quizás hoy el más poblado del Conurbano, aunque seguramente es la región con más carencias, entre ellas la policial, que no da abasto frente a los delitos que todo lo invaden con una altísima dosis de impunidad.

La ministra de Seguridad de la Nación, Patricia Bullrich fustigó a Kicillof y dijo que “odia a la Policía”. Lo cierto es que, como comandante en Jefe de una organización piramidal y en defensa propia, el gobernador –quien a su vez habla de “conspiración”- no tenía más remedio que hacer la “purga” stalinista que hizo. Además, en materia comunicacional, el manejo fue todo un fiasco para el peronismo porque ayudó a instalar en la opinión pública a un ilustre desconocido quien, al fin y al cabo, solo será un diputado con uso de banca y no de uniforme.

Los libertarios no se quedaron atrás en estos días efervescentes marcados por lo que ya se sabía, pero que el poder negaba: que las relaciones dentro del “triángulo de hierro” estaban rotas entre Karina Milei y Santiago Caputo por sus diferentes maneras de encarar la elección, sobre todo en el armado y la nominación de candidatos. Todo saltó por el aire, cuando la hermana del Presidente publicó en X un mensaje incendiario -para sus seguidores, justo y para Las Fuerzas del Cielo, algo abominable- que decía: “acá no se viene a especular. Se viene a defender con uñas y dientes las ideas del Presidente”.

Y más allá de la necesidad siempre presente de todos los políticos de tratar de cautivar al del otro lado, llegó el párrafo que más hizo ruido puertas adentro, no sólo por lo duro, sino por las reminiscencias a Eva Perón: “En esa batalla, la lealtad no es una opción: es una condición. Quien cuestione a quienes llevan esa bandera no está criticando un armado; está cuestionando al Presidente mismo y a la causa que nos trajo hasta acá”, disparó. En su entorno más cercano, quienes cocinaron con ella las listas, hubo gran satisfacción, porque son todos peronistas de cuna y además conocen de embrollos en materia electoral y dónde están quienes saben hacerlos.

Lo concreto es que los troles seguidores de Caputo el joven, se quedaron sin cargos y su jefe sin protagonismo. En un sistema soviético, eso también se llamaría “purga” y marca un quiebre interno en LLA que quizás no es terminal, pero que ha dejado heridos de gravedad y a muchos otros con la sangre en el ojo, gente que ardió de inmediato porque se sintió usada y humillada. Y respondieron a través de las redes, su gran bastión que sigue de moda entre los más jóvenes, pero que de a poco va perdiendo jerarquía. 

Un ejemplo del caso lo puso de manifiesto el otro Caputo, el ministro de Economía, quien por lo visto en La Rural se encaramó bastante para tratar de darle consistencia al oxidado triángulo. Él y el presidente del Banco Central, Santiago Bausili son muy afectos a concurrir al canal de streaming “Carajo” donde saben que no van a pasar ninguna zozobra con preguntas punzantes porque allí son amigos. 

Sin embargo, para que sus dichos trasciendan y lleguen adonde deben llegar –al mercado- necesitan de las reproducciones que hacen las páginas web y los diarios de papel, sobre todo. Así, sucedió en la semana con las explicaciones que se dieron sobre tasas de interés y tipo de cambio, que recién tomaron consistencia cuando fueron publicadas por los medios tradicionales. Dicho de otra manera, los nuevos medios son masivos, pero no transmiten casi nada relevante.

Este suceso, como la poca trascendencia en cuanto a seriedad que el propio Gobierno desactivó en materia de troles, ponen de relieve una vez más el valor del periodismo de calidad, el mismo al que el Presidente suele denostar con dichos ultrajantes porque seguramente no le gusta sentir que lo ubiquen. No resulta exagerado decir que a la hora de pinchar las ilusiones que suelen inflar los poderosos, de contar aquello que pasa y de revelar lo que se oculta, lo que se disfraza y/o lo que se vende como certeza, ese periodismo que Milei rechaza se comporta casi como un detective cultural que desarma relatos, cuestiona las versiones oficiales y obliga a mirar lo que no se quiere mostrar.

Demás está decir que la prensa no lo hace por maldad, ni por gusto, ni por cinismo, ni tampoco para destruir ninguna esperanza, ni para operar contra nadie, sino que ésa es una parte relevante de su misión: proteger a las audiencias de los engaños a los que las somete el poder, para que los castillos que se construyen en el aire se queden sin sustento. El objetivo central es transmitir la verdad siempre, como bien público y como brújula ética. Comprender que esta es una premisa que resulta esencial para la salud de la democracia debería ser simple por parte de los gobernantes, ya que un periodismo que no molesta corre el riesgo de convertirse en instrumento de propaganda, perdiendo su función crítica y su credibilidad.

Más allá de cumplir varias otras funciones también primordiales, como las de informar con amplitud (todas las voces) y la de investigar y exponer la corrupción, los abusos y las malas prácticas de quienes tienen el mandato temporal de ser gobierno y de servir esencialmente a los ciudadanos, entendiendo sus demandas y ayudándolos a interpretar y a fiscalizar, la idea es poner a prueba a los gobernantes e incomodarlos siempre. Toda esta tarea es algo que se lleva a cabo en nombre de algo más profundo: la verdad como bien público y como brújula ética.

Acostumbrado a hacer en general su voluntad, el Presidente es capaz de hacer un discurso principista y esperanzador como el que brindó en La Rural pero, a la vez, no puede no disimular sus alteraciones, ya que está claro que no le gusta que se lo cuestione. El periodista no está para agradar y es eso lo que no logra visualizar ni Milei ni la barra bullanguera que le hizo la claque el martes pasado en La Derecha Fest en Córdoba, ni tampoco quienes encerraron a la prensa en un corralito, lejos de lo que estaba sucediendo en el escenario y en la sala, se supone que en nombre de los valores de la libertad, un concepto básico del ser humano que, aunque lo resaltó frente al campo quizás con sinceridad, a la hora de ver cómo funciona en la práctica se lo notó una vez más flojo de papeles.

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