Boca contra Atlético Tucumán.
La derrota frente a Atlético Tucumán dejó más que una herida reciente en Boca Juniors: borró uno de los caminos más accesibles que tenía para volver a la Copa Libertadores. El 2-1 en los dieciseisavos de final de la Copa Argentina fue un golpe deportivo y estratégico. Sin ese título en juego, la clasificación al certamen continental en 2026 depende ahora, exclusivamente, del rendimiento del equipo en la Liga Profesional.
El margen es mínimo y la presión máxima. Boca tiene solo dos vías abiertas: ganar el Torneo Clausura o terminar entre los primeros tres equipos en la tabla anual. Para alzar el Clausura, primero necesita meterse entre los ocho mejores de su grupo, algo que por ahora no ocurre: está en el lugar once y obligado a escalar posiciones para siquiera acceder a los octavos de final. Si logra superar esa primera barrera, deberá luego atravesar todo el cuadro de eliminación directa. Un camino largo y sin tropiezos permitidos.
La otra opción está en los números acumulados. La tabla anual combina lo hecho en el Apertura y lo que resta del Clausura. Allí, Boca aparece tercero con 35 puntos, detrás de River y Rosario Central. Esa ubicación lo colocaría, por ahora, en la fase preliminar de la Libertadores. Pero el margen de error también es estrecho: Racing, Argentinos Juniors y San Lorenzo lo siguen de cerca, con aspiraciones propias y calendarios similares.
Con 14 fechas por delante, el equipo debe sumar y sostener regularidad. Cada empate puede pesar como una derrota. Cada partido perdido puede ser un paso atrás difícil de revertir. En ese contexto, el deseo de volver a la Libertadores, después de dos ausencias seguidas, no es una promesa sino una carrera contrarreloj.
La eliminación en Copa Argentina fue una advertencia. Ahora Boca sabe que no hay más atajos: su destino internacional se definirá en el torneo local, donde cada fin de semana será una final.







