Firmeza, liderazgo y enfoque: el rol silencioso de Matías García en San Martín

El volante resalta el trabajo que viene realizando el equipo y asegura que es momento de centrar al máximo la atención.

SIEMPRE CUMPLE. García es un sostén necesario en la estructura defensiva de San Martín. El volante se ganó un lugar importante en el plan de Martos. SIEMPRE CUMPLE. García es un sostén necesario en la estructura defensiva de San Martín. El volante se ganó un lugar importante en el plan de Martos. Foto de X @CASMOficial
21 Julio 2025

En el fútbol hay momentos en los que todo parece pender de un hilo. De a poco la Primera Nacional ingresa en la recta final; en ese tramo en el que las piernas pesan más que nunca, los nervios se filtran por las rendijas de cada jugada, y el margen de error se convierte en un abismo. Matías García lo sabe. Lo intuye en el aire caliente de La Ciudadela, lo siente en cada entrenamiento y lo reconoce en el silencio tenso del vestuario antes de salir al campo. Y, sin embargo, no duda: “Me siento muy bien, disfrutándolo mucho, sobre todo en el día a día”, dice como quien aprende a caminar en la cornisa sin perder el equilibrio.

El volante no es de los que se ahogan en la ansiedad. Sabe que lo más difícil no es llegar, sino sostener. Sostener el nivel, el ánimo, el compromiso y el “fuego” interior. Y sostener, también, el sueño. Ese que San Martín persigue desde hace años y que ahora vuelve a estar ahí, al alcance de la fe, aunque a la distancia de treinta y pico de puntos. “Falta mucho. Las críticas siempre van a estar, pero nosotros nos mantenemos tranquilos y confiamos en el trabajo que hacemos en la semana”, explica, como quien se cubre del vendaval con la certeza de lo invisible.

En un torneo largo y empinado, el trayecto se vuelve más áspero cuando los guerreros empiezan a caer. La lesión de Gustavo Abregú, subcapitán y referente silencioso, dejó una mueca de preocupación en el pueblo “santo”. Pero García no titubea. “Gustavo es un jugador muy importante para nosotros, un líder que nos aporta mucho adentro de la cancha. Ojalá se recupere rápido. Pero cualquiera al que le toque jugar en su lugar lo va a hacer bien porque todos estamos preparados”, dice. No hay lugar para lamentos en esta etapa. No se puede llorar sobre el barro seco porque el fútbol no espera a nadie.

La confianza en el grupo no es sólo una cuestión de palabras. Se percibe en la dinámica de los partidos, en la forma en la que los nombres propios se diluyen en el esfuerzo colectivo. En San Martín, el equipo semeja ser una colmena: cada uno tiene un rol y una responsabilidad. Ariel Martos se encarga de que las piezas se muevan con sentido. “Creo que Ariel está buscando constantemente variantes para encontrar soluciones en cada partido”, destaca el volante, reconociendo el trabajo minucioso de quien conduce en medio de la tormenta.

Hay una mención especial para los encuentros en La Ciudadela, ese estadio que late como un corazón desbocado cada vez que juega el “Santo”. Pero el fervor de la gente no siempre alcanza para derribar los cerrojos rivales. “Sobre todo de local los rivales vienen a hacer un juego más defensivo”, remarca García. Y ahí aparece la adaptabilidad como una virtud esencial. “Somos jugadores profesionales y tenemos que adaptarnos, saber jugar con el esquema que nos presente el técnico”, dice. Como actores que deben cambiar de libreto sobre la marcha sin perder la intensidad del personaje.

Pero si hay algo que distingue al volante “tapón” es su temple. La capacidad de encontrar silencio en medio del ruido. Porque jugar en San Martín no es sólo correr detrás de una pelota. Es hacerlo sabiendo que media provincia grita en cada decisión, que cada pase erróneo se convierte en suspiro, que cada gol errado es un juicio público. “Es un poco difícil aislarse del ambiente por todo lo que es el mundo San Martín”, admite. Y en esa frase se condensa el peso de un escudo que no cualquiera puede cargar. “Nosotros venimos haciendo un gran campeonato, pero no podemos relajarnos ni distraernos porque el margen de error cada vez es más chico”, resalta.

García realiza un trabajo para no desviar su mirada en la previa de los partidos

No se trata sólo de piernas. En estas etapas finales, todo es mental. García lo sabe y lo trabaja. “Hago una tarea mental previo a los partidos que me hace mantener enfocado”, confiesa. No es casual. Mientras otros se nublan, él busca claridad. Mientras algunos miran la tabla con ansiedad, él elige mirar hacia adentro. Hay algo de monje y algo de gladiador en su forma de prepararse. Como si supiera que el partido más importante se juega en la mente, antes del pitazo inicial.

García no vende humo; no promete epopeyas ni agita banderas con frases grandilocuentes. Pero cuando habla, transmite seguridad. Y cuando juega, su entrega se vuelve contagiosa. En este San Martín que sueña con volver a Primera, él es uno de los que sostiene la llama y la bandera. A veces desde el pase corto, a veces desde el quite, a veces desde el silencio. Porque para soñar una final, primero hay que resistir el camino. Y para resistir, hay que tener fuego adentro. Fuego del bueno, como el que tiene García.

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