Una startup con base en Tucumán cautivó a la Fundación Gates

Puna Bio comenzará a trabajar con productores de África para una agricultura más sustentable. Una idea que alcanzará EEUU.

DESDE TUCUMÁN. Puna Bio lidera el proyecto que trabajará con la Fundación Gates dentro de unos meses. DESDE TUCUMÁN. Puna Bio lidera el proyecto que trabajará con la Fundación Gates dentro de unos meses.

Desde las entrañas del altiplano, una bacteria milenaria desafía las reglas del agro moderno. Y desde un laboratorio en Tucumán, un grupo de científicos y emprendedores argentinos logra lo impensado: que la Fundación Gates, una de las entidades filantrópicas más influyentes del planeta creada por el cofundador de Microsoft Bill Gates y su entonces esposa Melinda, invierta por primera vez en una startup nacional.

La historia de Puna Bio empezó como comienzan las buenas ideas: con una pregunta. ¿Cómo sobreviven las plantas en los suelos más inhóspitos del planeta? A más de 3.500 metros de altura, en las salinas y lagunas ácidas de la Puna, donde la radiación UV es extrema, el oxígeno escasea y la sal quema, hay vida. Y esa vida microscópica es la que hoy puede transformar la agricultura global.

La tecnología desarrollada por Puna Bio utiliza microorganismos extremófilos -bacterias capaces de sobrevivir en condiciones similares a las de la Tierra primitiva- para crear biofertilizantes y bioestimulantes. Sus productos ya se aplicaron en más de 300.000 hectáreas en la Argentina, Paraguay y próximamente Estados Unidos y Brasil. Pero el horizonte ahora se expandió más lejos: llegó a África, en zonas donde el maíz crece en patios familiares y el fertilizante químico es un lujo inaccesible. Detrás de esta expansión global está también una decisión clave: la Fundación Gates decidió apostar por esta tecnología con sello tucumano.

El corazón científico

Franco Martínez Levis, CEO y cofundador de Puna Bio, tiene 33 años y una mirada cargada de convicción cuando habla de la forma en que se cultiva la tierra en el país y más allá. “Esto arrancó como empresa hace cinco años, en 2020, pero la ciencia detrás de la tecnología viene de más de 25 años de investigación”, cuenta a LA GACETA.

GLOBAL. Un laboratorio tucumano que busca impacto internacional. GLOBAL. Un laboratorio tucumano que busca impacto internacional.

La Puna no es solo un paisaje remoto, sino un laboratorio natural. “Nosotros queríamos entender cómo las plantas sobreviven allí y qué microorganismos las ayudan. Eso es clave para la agricultura moderna, especialmente con el cambio climático que hace que los suelos sean cada vez más hostiles”, dice Franco. “La idea es crear una agricultura más resiliente, que produzca más y mejor, pero con menos impacto ambiental”. ¿Por qué Tucumán? “Porque hay talento, hay una base científica muy fuerte en microbiología. Nuestro centro de investigación está en la Universidad San Pablo-T -subraya-. Somos un equipo de 42 personas: 30 en Tucumán y después otros 12 más, una parte en Buenos Aires que es la parte más de operaciones y comercial y después está todo lo que es venta ya distribuido en todo el país”.

Franco recuerda cómo fue el encuentro con las doctoras María Eugenia Farías -bióloga especializada en microbiología ambiental y referente internacional en el estudio de extremófilos-, Elisa Bertini y Carolina Belfiore, todas investigadoras del Conicet con décadas de experiencia. “Nos juntamos a través de un programa llamado Gridx, que conecta científicos con emprendedores para transformar la ciencia en proyectos con impacto real. Es como un ‘Tinder’ de la ciencia y los negocios”, describe.

Hoy, Puna Bio tiene dos productos en el mercado: “Kunza”, para legumbres como soja, algodón y poroto; y “Kanzama”, para cereales como trigo y cebada. “Llevamos casi tres años en el mercado y ya hemos cubierto más de 300.000 hectáreas en la Argentina y Paraguay”, detalla.

Pero el camino no fue sencillo: “Lo más difícil al principio fue conseguir financiamiento, no es fácil encontrar inversores dispuestos a apostar. También fue un desafío mantener el foco en un producto y un mercado para no dispersarnos. Y hoy sigue siendo un desafío crecer y ampliar la oferta de productos”.

“Tenemos planes muy claros: queremos ampliar nuestra paleta de productos, incorporar biofungicidas para combatir enfermedades y consolidar la presencia en mercados clave como Brasil y EEUU. Además, seguimos invirtiendo en investigación para seguir innovando”, afirma.

Franco insiste en la importancia de que esta tecnología nacida en el norte argentino llegue a más productores y lugares del mundo que la necesitan: “Para nosotros es un orgullo poder aportar desde el país soluciones sustentables que ayuden a alimentar mejor y con menos impacto ambiental”.

Biotecnología sin fronteras: inversión con impacto global

La Fundación Gates es una organización sin fines de lucro que lucha contra la pobreza, las enfermedades y la desigualdad en todo el mundo desde hace más de 25 años y confirmó su participación con Puna Bio. Se trata de la primera vez que esta entidad filantrópica invierte en una startup argentina.

La inversión forma parte del plan estratégico de la Fundación para destinar más de U$S 200.000 millones en dos décadas a proyectos que enfrenten los principales desafíos globales, con especial foco en la seguridad alimentaria en regiones vulnerables. Franco Martínez Levis, CEO de Puna Bio, es economista, con un posgrado en administración de negocios. 

“Llegó a nosotros a fines de 2024. Evaluaron durante meses todos los aspectos del proyecto, incluso viajaron a Tucumán en febrero de este año”, cuenta. Ahora se avanzará en una etapa de trabajo conjunto. “Esta última mitad de año comenzaremos con los primeros pasos regulatorios, envío de muestras y procesos de adaptación”, anticipa Levis.

El objetivo es desarrollar bioinsumos para que pequeños agricultores africanos -que cultivan en promedio unas 12 hectáreas y muchas veces no acceden a fertilizantes industriales- mejoren su rendimiento.  Para Puna Bio, esta alianza abre una nueva dimensión. “Es una muy linda noticia porque le da otra beta a lo que hacemos”, resume.

El círculo virtuoso incluye desde la contratación de científicos hasta el pago de regalías por el uso de microorganismos originarios de Catamarca. “Cada inversión se reinvierte en ciencia y producción nacional -dice-. Esta vez, con un propósito que nos entusiasma: que nuestra tecnología llegue lo más lejos posible”.

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