La contundente frase de Jesús Soraire sobre por qué a San Martín de Tucumán le pesa la localía

El volante fue uno de los puntos altos en el partido contra Los Andes y apuesta a consolidar lo bueno contra Tristán Suárez.

TRANQUILIDAD. Eso fue lo que le dio a San Martín los tres puntos contra Los Andes. TRANQUILIDAD. Eso fue lo que le dio a San Martín los tres puntos contra Los Andes.
16 Julio 2025

Hay jugadores que no necesitan brillar para ser indispensables. Que no hacen del fútbol una coreografía de lujos, pero sí una partitura en el que cada movimiento tiene sentido. Jesús Soraire pertenece a esa estirpe. Contra Los Andes, su figura no acaparó los flashes, pero su trabajo fue tan esencial como invisible. Fue el engranaje que hizo girar al equipo en un partido que exigía pausa, sacrificio y claridad.

Durante 77 minutos fue un reloj suizo: tocó la pelota 39 veces, completó 30 pases con una efectividad del 87%, ganó 15 de los 21 duelos que disputó y hasta recibió una falta que cortó un avance rival. Lo curioso es que lo hizo en una posición que no es la suya natural. Jugó casi como enganche, unos metros más adelantado que de costumbre, pero sin perder la esencia combativa que lo define.

“No es una posición extraña para mí. Siempre que el equipo me necesite, voy a estar preparado para jugar donde me toque, brindando lo mejor para el grupo”, explicó con sencillez tras el encuentro. Y en esa frase se encierra el espíritu de un equipo que, de a poco, empieza a convencerse de que puede ser protagonista.

El triunfo frente a Los Andes no sólo fue un bálsamo para San Martín. Fue, sobre todo, una declaración de intenciones. Después de varios tropiezos en casa, el “Santo” recuperó algo más que los tres puntos: recuperó confianza. Y en esta Primera Nacional en la que la tabla se comprime como una garganta en los minutos finales, esa confianza vale oro.

“Fue muy importante porque cortamos una mala racha de local. Y además, porque nos permite seguir prendidos arriba y no dejar que Atlanta se despegue”, reflexionó Soraire, con esa mezcla de sensatez y de ambición que lo caracteriza. En su voz no hay euforia, pero sí firmeza. Porque en Bolívar y Pellegrini saben que el campeonato recién empieza a mostrar sus verdaderos dientes.

La victoria, sin embargo, no borra las dudas que sobrevuelan cada vez que el equipo tropieza. Hay murmullos, cuestionamientos y ansiedad en las tribunas. Pero el mediocampista prefiere mirar hacia adentro. “Eso no nos puede desviar. Los que no debemos tener dudas somos nosotros. El campeonato que compite San Martín es contra San Martín mismo”, sentenció.

Y acaso tenga razón. En esta categoría tan impredecible como pareja, el rival más peligroso suele ser el que aparece en el espejo. Las urgencias, el peso de la historia y la presión por el ascenso; todo eso late en cada partido. Por eso, ganar también significa alivio. “Nos permite trabajar más tranquilos en la semana y seguir corrigiendo errores. Siempre es más fácil corregir con un triunfo que después de una derrota”, remarcó.

En la agenda inmediata, San Martín tiene una nueva prueba: Tristán Suárez. Un rival que puede complicar a cualquiera. “Va a ser un partido duro, como todos. Cada encuentro tiene sus particularidades. Este no va a ser la excepción: dos equipos con realidades distintas, que van a intentar sacar provecho de lo que más les conviene”, anticipó el volante.

En esa frase, Soraire describe no sólo al próximo duelo, sino a todo el campeonato. Porque si algo tiene esta Primera Nacional es esa cualidad camaleónica: cada partido es un universo, cada cancha una historia distinta. En ese contexto, San Martín navega con la esperanza de no perder el rumbo. Sabe que no hay margen para relajarse.

“No creo que este partido sea para confirmar o despegar. Es un torneo en el que perdés dos partidos y bajás posiciones, y ganás dos y te ponés arriba. Por eso, cada partido hay que tomarlo como algo particular. Lo importante es sumar la mayor cantidad de puntos y, ojalá, llegar al final con San Martín en la punta”, explicó con la claridad de quien no se deja llevar por espejismos.

Y tal vez esa sea la gran virtud de este equipo: su capacidad de resistir en medio de la tormenta, de no rendirse cuando las críticas arrecian y los objetivos parecen lejanos. Porque si algo se valora en la Primera Nacional es la consistencia. No se trata sólo de talento, sino de convicción. Y en ese rubro, Soraire es un ejemplo.

La entrega es fundamental para San Martín

Más allá de los números (siempre fríos e insuficientes para capturar el alma del juego), lo de él fue una muestra de compromiso. Jugó, corrió y pensó. Y sobre todo, entendió lo que el equipo necesitaba: equilibrio. Supo cuándo frenar, cuándo acelerar, cuándo asociarse y cuándo cortar. Fue, en definitiva, la pausa necesaria en un equipo que a veces se acelera por la ansiedad.

En un mediocampo que empieza a encontrar variantes con la presencia de Nicolás Castro, Ulises Vera y Matías García, su figura se erige como el hilo que une a los demás. Es el nexo entre el deseo y la ejecución, entre la idea del cuerpo técnico y la realidad del juego. Y en este torneo de largo aliento, donde los detalles marcan la diferencia, su presencia puede ser decisiva.

El equipo de Ariel Martos sabe que no hay espacio para perder el foco. Cada punto, cada pelota dividida, cada segundo de distracción puede costar caro. Pero también sabe que tiene herramientas: un plantel con experiencia, una hinchada que empuja y jugadores que entienden que la entrega no se negocia.

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