NOVELA
AUNQUE NO QUERAMOS
SALVADOR BIEDMA
(Conejos - Buenos Aires)
El título de esta novela expira un aire de sentencia expectante, un halo de hechos que alternan sus máscaras accidentales o necesarias, para suceder de todas formas. En los primeros párrafos, un puñado de elementos definen un escenario y bastan para hacernos saber que estamos en el campo. De vacaciones en la costa argentina, Tomás y su mujer, Cecilia, reciben la noticia de que el suegro de Tomás está en terapia intensiva. Cecilia decide volver sola a Capital Federal, a ver a su padre. Por su lado, Tomás resuelve manejar hasta Agua Mansa, localidad rural de la provincia de Buenos Aires de donde es oriundo su suegro. Un problema mecánico en el auto obliga a Tomás a quedarse unos días en ese pueblo, donde buscará conocer quién fue o quién es el padre de su mujer. La incomprensible decisión de Cecilia y la aparición de una enigmática mujer (Úrsula), traerá más de un dilema biográfico para Tomás: no sólo qué será su vida de ahora en más, sino dónde, cuándo, cómo. A lo largo de más de 200 páginas, la voz del narrador transmite escenas que parecen suceder en simultáneo al acto de ser narradas. No se trata de un narrador testigo -en absoluto. Sí se trata de una tercera persona gramatical que se diría incapaz de escamotear nada para sí: no hay cómo ni por qué resistir la sola posibilidad -la factibilidad- de los sucesos referidos. Agreguemos que este grado de verosimilitud será atravesado por la belleza, por el impacto poético de las escenas. Por ejemplo, dos hombres y una mujer tratan, dificultosamente, de dialogar. La escasez de palabras entre ellos será representada con brevedad y contundencia: “Dejaron transcurrir el silencio”. La elaboración de una frase como esa merecerá del lector un mínimo de atención: la aplicación del verbo transcurrir en relación al silencio es una operación semántica que tersa la prosa, dotándola de poesía.. Si bien Tomás es el protagonista o el centro del relato, su figura no es la más compleja. Es Oviedo, de quien no conocemos su nombre sino sólo su apodo (“el Serio”), el personaje más interesante. Tomás y Oviedo se miden, uno a otro, a través de las conversaciones que sostienen: la gentileza y la suspicacia, a la orden del día.
Los temas abordados en estas páginas son múltiples y puede que (atrapados por la trama) no los advirtamos del todo: la esmerilada oposición entre la ciudad y el campo, la concreta y ajena proximidad de la muerte, un amor que languidece a la distancia o un amor que aparece sin previo aviso como una gigante planta carnívora, el pasado como un mapa temporal trazado casi a ciegas, el súbito estallido de la vida. En esta hermosa novela de Salvador Biedma conocemos los hechos pero también conocemos los efectos anímicos de los hechos sobre la vida subjetiva (y no sólo subjetiva) de los personajes. Es en ese cruce donde, aunque no queramos, intervenimos: sospechamos, nos solidarizamos, especulamos, nos identificamos.
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Pablo G. Campos







