Un grupo de analistas e investigadores presentaron esta semana un informe que revela que en los últimos diez años, aumentó un 54% la cantidad de docentes egresados de institutos de formación docente. El dato, aislado, podría ser una buena noticia -sin más profundidad en su interpretación- pero la segunda parte del título advierte que la cantidad de alumnos aumentó sólo un 1% en el nivel inicial, primaria y secundaria. Otra vez, una interpretación superficial podría llevarnos a la pregunta ¿sobran docentes? No necesariamente. La pregunta correcta tal vez sea: ¿estamos formando a los docentes que el sistema necesita?
Los Institutos de Formación Docente (IFD) son espacios de educación superior que preparan a los maestros para ejercer la profesión docente en diferentes niveles educativos. Estos institutos se encargan de la formación inicial y continua de los docentes, proporcionando las herramientas y competencias necesarias para su desempeño profesional. Sin embargo, la expansión de estos institutos -y la fragmentación que conlleva- no parece ir de la mano con una mejora sistemática en la calidad ni con una planificación ajustada a las necesidades reales del sistema educativo. Los datos surgen del informe “Institutos de formación docente”, con autoría de Romina de Luca (investigadora adjunta del Conicet y Coordinadora del Área de Educación del Centro de Estudios e Investigación en Ciencias Sociales-Ceics), María Sol Alzú y Leyre Sáenz Guillén (Argentinos por la Educación).}
La investigación en cuestión revela que Tucumán se encuentra entre las provincias donde más ha crecido la cantidad de institutos de formación docente, con un incremento del 26%, solo por detrás de San Luis (+67%) y Chaco (+35%).
Sin embargo, ese crecimiento institucional contrasta con otro dato preocupante: el número de egresados ubica a Tucumán entre las provincias con mayores retrocesos, junto a Santiago del Estero y Tierra del Fuego.
El informe da cuenta de una falta de información longitudinal, según los expertos. No es posible vincular los ingresos y egresos por cohorte y tampoco se puede conocer cuántos de los estudiantes que inician la formación docente efectivamente la terminan.
Por lo tanto surge el interrogante si se está trabajando en base a buenos diagnósticos o la planificación de las políticas públicas podría ser más efectiva.
Sería bueno conocer cuáles son las carreras que dictan estos institutos y qué necesidades reales tiene el sistema educativo hoy. Dónde están las mayores demandas educativas y en qué áreas se detectan falencias. Qué factores inciden para que los docentes no puedan culminar ciertos trayectos formativos, entre otras preguntas.
Aunque el informe es solo una descripción general, traza pautas sobre el excesivo número de instituciones formadoras de docentes que no están leyendo la demanda real en las escuelas. Revalorizar la docencia implica trabajar con datos sólidos y visión estratégica.







