“Con la firma de esta Acta de Mayo con representantes de todos los sectores de la política y de la sociedad, anunciamos el puntapié inicial del nuevo orden para nuestro país”. Hace un año, el presidente Javier Milei pronunciaba estas palabras en la Casa Histórica, tras firmar con 18 gobernadores aquel acuerdo que él mismo presentó como fundacional para el país. Entre otras cuestiones, los mandatarios y el Presidente se comprometieron a respetar la propiedad privada y a encarar reformas en lo previsional, impositivo y laboral, entre otros puntos.
Un Milei sonriente y triunfal se anotaba un logro importante: la mayoría de los gobernadores estampando su firma y una porción significativa de la sociedad bancando el grito de guerra de “¡viva la libertad carajo!”. Hoy el panorama pinta un poco diferente: el Consejo de Mayo se integró hace apenas un par de semanas, sin avances en esas mentadas reformas y con una foto diametralmente opuesta para el jefe de Estado respecto de su vínculo con los líderes provinciales. De hecho, los 23 gobernadores más el jefe de Gobierno porteño se reunieron en el CFI para exigirle al Gobierno nacional que remita los fondos que les corresponden e impulsar un proyecto de ley que, vía Congreso, les garantice la coparticipación del Impuesto a los Combustibles.
El Presidente respondió a esa acción conjunta con indiferencia y advertencias, dejando claro que no le importa demasiado lo que quieran o digan los gobernadores: su política de déficit cero -basada en recortes, ajustes, motosierra y pisar las transferencias a las provincias- se va a mantener. Algunos vinculan este cierre del grifo de recursos para las provincias con la estrategia de La Libertad Avanza para imponerse en las elecciones de octubre. La lectura es que, a mayor enojo con los popes distritales, más chances de que la marea libertaria se quede con el voto de los descontentos. Otros, en cambio, avizoran simplemente el comienzo de una serie de problemas en el modelo económico de Milei-Caputo, que no puede sostenerse -afirman- de otro modo que no sea continuar secando el país de recursos públicos.
El Presidente implementa, en definitiva, lo que dijo que iba a hacer: borrar el Estado. El problema es que ello implica desarmar el andamiaje del sistema democrático, republicano y representativo. Además de romper con el statu quo de los privilegiados de la política -que es el corazón del grito de campaña de Milei-, también se está destruyendo la estructura de servicios, caminos, salud, enseñanza e infraestructura general del país.
Esto es lo que empieza a saltar en esta etapa de año electoral del libertarismo: los gobernadores piden recursos, las universidades exigen un presupuesto acorde, los jubilados gritan que les restituyan sus ingresos, los médicos del Garrahan que mejoren sus salarios, los empresarios que repunte el consumo y los industriales que se controlen las importaciones que “funden sus fábricas”. La luna tucumana que alumbró a Milei hace un año parece esquiva, con gobernadores dialoguistas que ahora la tapan y ponen en peligro la estrategia presidencial, por ejemplo, en el Congreso. ¿Aparecerá en la vigilia de hoy?
Partidos “partidos”
Por lo pronto, La Libertad Avanza consolida su estrategia de campaña nacional, de disputar los comicios con sus propios hombres y mujeres en la mayoría de las provincias. Lisandro Catalán lo dejó en claro en LA GACETA, cuando avisó que el partido quiere posicionar su marca, salir a disputar espacios y poder saber en qué lugar están parados de cara a lo que viene. El vicejefe de Gabinete del Interior repitió que, sea o no candidato a diputado por nuestro distrito, será el armador político y dejó entrever que su objetivo es sentar las bases para reclamar el poder provincial dentro de dos años.
Los números de encuestas diversas mantienen la visión de que La Libertad Avanza va a polarizar la elección en Tucumán con el oficialismo, y allí radica gran parte de lo que sucede con las otras fuerzas opositoras y con el propio peronismo comarcano. Si el resto de la oposición se une, la polarización podría quebrarse, beneficiando al oficialismo provincial. Por ejemplo, si toda la UCR y sus escisiones, más el PRO y algunos aliados se juntan, podrían romper esa pelea “de dos”. Con la división de votos en el mismo espectro político, el Gobierno provincial podría cantar victoria con facilidad.
En el voto a voto, lo que suceda en el oficialismo también podría beneficiar o perjudicar a la oposición. Hoy por hoy parece un imposible que las dos facciones del peronismo confluyan en una misma lista. De ser así, los puntos que consigan los “sin peluca” pueden llegar a ser claves para que Osvaldo Jaldo cante victoria o mire a los de Catalán desde abajo. Y viceversa. Por ello, aún nadie se atreve a cerrar la puerta al otro. Los números están finitos y todo porcentaje suma. De un sector y del otro observan con expectativa y atención los movimientos de un grupo de desencantados con los libertarios tucumanos, que podrían presentarse solos y quitarle un par de puntos a los de Catalán. ¿Pasará lo mismo con CREO o Omodeo terminará dentro de la lista libertaria? Ello no está definido. Todo se negocia con la vara de las convicciones. O más bien con el garrote del poder de daño que cada uno es capaz de ejercer sobre el otro.
Palabra de Jaldo
“Desde Tucumán vamos a trabajar juntos, dejando de lado las diferencias personales y políticas, porque eso es lo que hoy nos exige y nos pide nuestra patria y nuestra gente. Y en este 9 de Julio, este Gobierno provincial reasume el compromiso público de convocar a todos los sectores políticos de Tucumán para que juntos trabajemos para llevar a la querida provincia adelante. Están convocados todos los dirigentes de los diferentes espacios políticos a trabajar por un Tucumán y por una patria mejor”.
También hace un año, el gobernador pronunciaba estas palabras desde la explanada de la Casa de Gobierno, en lo que se interpretó como un llamado a un “Pacto de Mayo a la tucumana”.
Jaldo supo cosechar el aval público de los suyos y el silencioso de los otros. Acalló gran parte de las voces críticas a su gestión en base a mano dura y declaraciones firmes. Sin embargo, este Día de la Independencia lo encuentra entre el ahogo financiero nacional, el malestar interno por la intervención a Alberdi y su cercanía con Javier Milei, y el ojo crítico de la oposición, propio de los años electorales.
Catalán le enrostró la falta de avances con la reforma político-electoral que el propio gobernador impulsó. En la Legislatura tampoco se avizora intención de eliminar o acotar los acoples ni de mejorar un sistema electoral del que muchos tucumanos reniegan cada cuatro años. De hecho, son cada vez más las voces de parlamentarios que entienden que no hay motivo para modificar el sistema que -afirman- garantiza “igualdad de oportunidades” a los candidatos.
Con una oposición casi muda -a excepción de Catalán, que plantó bandera de guerra-, el gobernador lidia más con el fuego amigo que -de frente o de costado- cuestiona sus decisiones. Por ello, quizás barrunta cada vez con mayor certeza que encabezando él la lista de candidatos e imponiéndose en los comicios con holgura ya no le resultará fácil a nadie disputarle la insignia de “Comisario”.









