La masonería también tiene voz de mujer

María Elena Castillo visitó Tucumán para celebrar una historia de luchas y fraternidad, y para recordar que el verdadero rito está en trabajar la virtud, la igualdad y la concordia.

EN EL CENTRO. Castillo empezó en la masonería a los 18 años. EN EL CENTRO. Castillo empezó en la masonería a los 18 años. LA GACETA / FOTOS DE OSVALDO RIPOLL
Ariane Armas
Por Ariane Armas 07 Julio 2025

Por siglos, las historias de la masonería circularon a media voz. Entre leyendas urbanas, susurros de conspiraciones y ritos que parecían incomprensibles para los no iniciados. Lo que sí se sabe, porque la historia lo documenta, es que la masonería moderna nació formalmente en Londres en 1717 y que, durante más de dos siglos, fue un territorio exclusivamente masculino. No obstante, el silencio no detuvo a las mujeres que deseaban conocer, pensar y crecer.

El 26 de agosto de 1993, seis argentinas viajaron a Chile para iniciarse en la Respetable Logia Atenea Nº 3, en Santiago. Regresaron al país con la idea de fundar un espacio propio. Aprendieron, estudiaron y viajaron durante años, hasta que en 1997 levantaron columnas con la primera logia femenina de nuestro territorio. Se llamó Tres Rosas Nº 8. Cinco años después, el seis de julio de 2002, lograron lo que parecía impensable, y fundaron la Gran Logia Femenina de Argentina. Hoy, esa institución está presente en distintas provincias y sigue sumando talleres que nutren el pensamiento crítico y la fraternidad.

En ese camino se inscribe la visita a Tucumán de la actual Serenísima Gran Maestra, María Elena Castillo, abogada mendocina. Ella llegó con un objetivo: “difundir la institución, capacitar a las integrantes, renovar autoridades y, sobre todo, compartir, porque la fraternidad no es un mandato, es una construcción cotidiana”, dice con una voz que suena firme pero cálida.

Castillo se define primero como abuela, con orgullo. “Soy madre, abogada jubilada, esposa de mi compañero de más de 41 años. He sido funcionaria pública, asesora en ministerios. Pero nada de eso me enorgullece tanto como la abuela que soy”, relata.

HERMANAS. La Gran Maestra junto a Isabel Díaz, una masona tucumana. HERMANAS. La Gran Maestra junto a Isabel Díaz, una masona tucumana.

Conoció la masonería a los 18 años, cuando ingresó al espacio mixto “El Derecho Humano”, el único que entonces aceptaba mujeres. Obligaciones familiares la apartaron por un tiempo. Pero nunca olvidó esa sensación de pertenecer a una fraternidad de conocimiento y virtud. Años después volvió decidida a reclamar su lugar.

“Durante mucho tiempo me parecía que el hecho de ser mujer y tener vedada la posibilidad de ingresar a la institución era una discriminación”, cuenta. Hoy lleva más de 21 años como integrante de la Gran Logia Femenina y la lidera desde su cargo actual.

Qué es la masonería

Al preguntarle qué es la masonería, Castillo responde sin rodeos: “Es una filosofía de vida, una posibilidad de comprender lo diverso y lo distinto, siempre desde la tolerancia. Es trabajar la ampliación de la conciencia desde una espiritualidad no dogmática, desde un progreso espiritual laico que nos permite ser mejores personas, con valores y principios. Es un camino de virtud: caridad, respeto, honor… Eso, puertas afuera, es ponerle un sello de honor a todo lo que hacemos”.

Las mujeres que la precedieron -y que hoy la acompañan- supieron abrir brechas. Por eso, para Castillo fue también un logro del feminismo. “Hubo mujeres que empezaron a batallar para ingresar. No había ningún fundamento real para excluirnos. Yo suelo decir que es un logro del feminismo que pudiésemos participar”, considera.

ATUENDOS. En el museo tucumano se expone las vestimentas de los masones. ATUENDOS. En el museo tucumano se expone las vestimentas de los masones.

La historia lo demuestra: la francesa Marie Deraismes, primera mujer iniciada en una logia masculina, fue expulsada junto a quien la inició, pero esa transgresión fundó la primera obediencia mixta, El Derecho Humano, en 1893.

Hoy la masonería femenina en el país está extendida, aunque con desafíos, ya que no todas las provincias tienen logias estables y el camino para fundar una requiere años de trabajo y formación. Por eso existe la logia itinerante Hipatia, que lleva la enseñanza donde haya mujeres dispuestas a aprender.

Rituales e impronta

Para Castillo, las mujeres también dejaron su impronta en el ritual y en la organización. “El primer gran desafío fue existir como tal, crear un espacio de mujeres librepensadoras. Después, seguimos trabajando por la igualdad económica, laboral, social, cultural. Cada taller tiene su particularidad: algunos más filosóficos, otros más sociales o más operativos en acciones concretas. Pero siempre con un mismo fin: la dignidad humana”, dice.

Algunos creen que los rituales masones, al ser solares y asociados a lo masculino, no encajan con lo femenino. La abogada lo refuta. “Dentro de cada ser humano coexisten lo masculino y lo femenino. No veo ningún impedimento para que hombres o mujeres transiten los ritos masones. Los ritos son símbolos en movimiento, y los símbolos no tienen género”, subraya.

También desarma con claridad las leyendas sobre la influencia de la masonería. “Su impacto es alto: hay hermanas en el Poder Judicial, Legislativo, en universidades, sindicatos. Pero todavía no logramos el impacto que nos gustaría porque seguimos siendo estigmatizadas. Si hubiera más masones y masonas comprometidos, tendríamos sociedades más tolerantes y respetuosas”, reflexiona.

En su paso por Tucumán, Castillo deja un mensaje que resuena como una advertencia y una invitación. “Que no se desdibuje la fraternidad, que no nos alejemos de los principios, que sigamos ideas y no personas. La Argentina necesita que trabajemos juntas y a la par por una sociedad de bienestar, de progreso, de inclusión para todos”, comunica.

Porque, al fin y al cabo, como ella misma dice, la masonería no es un secreto ni una conspiración, sino el arte de construir, entre símbolos y silencios, una mejor versión de nosotros mismos.

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