El aroma a “Rosas” ahuyentó a Los Pumas

Hay amistosos que son puro trámite, juegos de pretemporada, excusa para probar variantes o mover las piernas después del descanso. Y hay otros, como este test match entre Los Pumas e Inglaterra, que son capítulos aparte. Aunque no sumen en una tabla ni definan un torneo, te dejan pensando por varios días.

Lo que se jugó en el Estadio UNO fue, más que un partido, en todo caso, un retrato. Un espejo incómodo que Los Pumas tienen que animarse a mirar.

Venían de la hazaña frente a los British & Irish Lions en Dublín. Un triunfo histórico, que hace creer. Por eso, el regreso a casa tenía aroma a celebración. Una oportunidad para reencontrarse con su gente, con la camiseta. Pero aunque haya talento de sobra, acá hubo desorden, frustración, errores que se acumulan, y un rival que no perdonó ni uno.

El primer tiempo fue más parejo de lo que el resultado final permite recordar. Los Pumas jugaron más tiempo con la pelota, avanzaron, llevaron el juego a campo inglés. Pero parecía como si la camiseta se pusiera pesada cerca del ingoal, todo se esfumaba ahí, a centímetros. Faltó precisión, concentración y, sobre todo, calma. Santiago Carreras erró un penal factible, y a la jugada siguiente, George Ford clavó un drop quirúrgico. Como si dijera: “esto es un test match, pero te lo juego como si fuera un Mundial”.

El equipo de “La Rosa” tuvo dos amarillas en los primeros 20 minutos. Jugó con 13. Resistió. Aprovechó. Inglaterra no necesitó dominar para marcar. Sólo necesitó esperar. Porque cuando el segundo tiempo arrancó, ya tenían la daga lista. En diez minutos, tres tries. Cualquier idea de remontada, derrumbada en ese lapso fugaz. Inglaterra aniquiló con una decisión quirúrgica. Nada de épica, fue ejecución perfecta.

Y sin embargo, hubo respuestas. Pablo Matera, símbolo, se filtró entre ingleses como si llevara el partido en la sangre. Pedro Rubiolo, en conexión con el mismo Matera, apoyó otro try. Rodrigo Isgró, incisivo, tuvo destellos. Pero no alcanzó. Porque cuando Inglaterra volvió a tener una infracción a favor, Ford sumó de nuevo. Y cuando la tuvo otra vez, volvió a sumar. No es que Los Pumas no jugaron. Es que el otro equipo jugó de manera tal que cada minuto contara el doble.

En ese contexto, Thomas Gallo, el pilar tucumano que había estado ausente ante los Lions, volvió a ponerse la camiseta y entró justo en ese pasaje mortal del segundo tiempo. “Lo que me dijo el entrenador antes de entrar fue que tratemos de dar energía al equipo, de redoblar el esfuerzo y de tratar de marcar puntos, que era lo que nos estaba costando”, contó después en exclusiva a LA GACETA. Fue claro: el banco debía levantar lo que estaba cayendo. “Creo que estuvimos cerca, pero nos falta un poco”, reconoció. Y aunque evitó hablar de “cuidado” por parte del staff técnico (empezó en el banco), sí marcó que está enfocado en lo que viene: “Hay muchos chicos nuevos, así que a seguir construyendo lo que venimos buscando hace tiempo y pensar en la próxima semana”, finalizó.

Entonces, ¿qué deja este amistoso? ¿Qué valor tiene un 35-12 que no define nada?

Tal vez la respuesta está en el gesto de Felipe Contepomi durante el partido. En un ceño fruncido que busca aprender. Porque un test match es eso: un test. Una evaluación. Y cuando la prueba te pone frente a un equipo como Inglaterra, lo que sale a la luz es dónde estás parado de verdad.

No hay que prender fuego lo que se construyó. Este equipo viene creciendo. Pero también es cierto que no se puede romantizar el esfuerzo si la eficacia sigue siendo una deuda. Hay talento, hay físico y ganas. Lo que falta es jugar como si fueran pruebas de fuego. Porque el Mundial ya pasó. Y el ciclo que viene se empieza a construir desde estos partidos.

En ese sentido, Inglaterra ganó tiempo, claridad y confianza. Y Los Pumas perdieron un poco más que el partido: fue la oportunidad de mandar un mensaje. No pasa nada. Vendrán otras. Pero conviene no volver a desperdiciarlas.