El gobernante, la educación, la ciencia y la cultura

El gobernante, la educación, la ciencia y la cultura

29 Junio 2025

Por Raúl Courel
Para LA GACETA - BUENOS AIRES

En la mesa de gabinete, que el gobernante preside, el funcionario de educación y cultura, como es lógico, pide más presupuesto, mientras que el de economía, como es habitual, dice que no hay. Es el gobernante quien inclina la balanza, pero ¿por qué habría de resolver a favor del primero si los beneficios que producirían esos gastos parecen tan pequeños o lejanos comparados con otros?

La cultura, la ciencia y el saber no se construyen cuando los hombres se limitan a buscar lucros o provechos cercanos. No es posible pintar un cuadro, empecinarse en resolver un complejo problema matemático, estudiar historia, reflexionar sobre la sociedad, investigar una enzima, escribir una poesía, una novela o un ensayo, si falta la mera satisfacción de hacerlo, antes aún que la expectativa de utilidad o rédito económico alguno. Del mismo modo, si en el gobernante falta amor al saber y a la cultura es poco probable que haya suficiente decisión para que las políticas de Estado lleguen realmente a elevar la educación, promover verdaderamente la ciencia y el arte, desarrollar la cultura y brindar, en fin, las condiciones adecuadas para que la inteligencia produzca sus mejores frutos. ¿Por qué otra razón habría de hacerlo el gobierno si los beneficios electorales y los réditos económicos se obtienen, al menos por ahora, de manera más rápida por otros medios?

Entre las condiciones personales que hacen de un gobernante un gran estadista hay algunas, infaltables, que no se dejan reconocer fácilmente. Sus habilidades para triunfar en batallas electorales pueden estar a la vista, pero no alcanzan. Es preciso que lleve el fuego de otros berretines, que tal vez se descubren explorando más su vida privada que la pública. ¿Qué hace el gobernante en sus ratos de ocio?

Bolívar sin duda leía mucho, es sabido que recorría a lomo de mula el continente llevando consigo una actualizada biblioteca, mucho más voluminosa que su guardarropa. Sarmiento y Mitre escribían magníficamente, ¡y cuánto! Para que el príncipe sea mecenas del artista no basta con que tenga los medios, es preciso que sienta, incluso tal vez hasta la envidia, auténtica admiración por el talento, la belleza y la inteligencia, como Lorenzo de Médicis o el papa Julio II por Miguel Ángel y sus obras.

Sólo si el gobernante siente la pasión del verdadero estudioso sentirá la importancia de formar en el máximo nivel al mayor número posible de jóvenes, por ejemplo, como investigadores, para que den al sistema científico argentino una más amplia base. Sólo si ha experimentado en sí mismo y hasta la extenuación la efusión intensa de la lectura podrá importarle que no haya niño en el país que no disponga de una biblioteca básica. Sólo si siente verdadero agradecimiento hacia los maestros que él mismo tuvo podrá hacer lo que sea preciso para que ellos no les falten a sus hijos y gobernados. Lo hará no sólo porque tiene la convicción de que esa es la base de cualquier futuro digno de ser querido, lo hará porque dentro de sí, en el tuétano de su ser y de manera irrenunciable, ama el saber, la ciencia y la cultura.

© LA GACETA

Raúl Courel – Psicoanalista tucumano, ex decano de la Facultad de Psicología de la UBA.

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