El plantel de Atlético respira positividad dentro de la concentración. Benjamín Papaterra/LA GACETA.
LA GACETA en Buenos Aires
Los jugadores se sientan en la parte de arriba del ómnibus mientras suena fuerte una mezcla de cuarteto y cumbia. Dentro del fútbol, los colectivos son mucho más que un medio de transporte: son el reflejo emocional de un equipo. Allí se cargan ilusiones, se descargan frustraciones y se respira el pulso íntimo de un plantel. A través de sus ventanillas, también se puede espiar el ánimo, las relaciones, las rutinas que no se ven en la cancha. Y si el plantel es el de Atlético, la pregunta se impone sola: ¿cómo se vive un viaje con el “Decano”?
En la planta superior del colectivo, los jugadores viajan con el ánimo en alto. Nicolás Laméndola se encarga de la música: es el DJ del grupo. Suena “El Doctorado” de La T y la M, cumbia, cuarteto y temas de Q’ Lokura. Algunos acompañan con palmas o pisadas fuertes. Otros simplemente se relajan y disfrutan del ambiente.
Abajo, en la parte inferior del ómnibus, se acomodan el cuerpo técnico y los dirigentes. Y hay un asiento especial: el de Leandro Díaz, que viaja al lado del chofer. “Loco” es como un copiloto animado. Conversa, bromea, señala edificios. Disfruta de su papel fuera de libreto.
Esta vez, el recorrido fue corto: del predio de Villa Domínico al hotel Continental. Pero no importa el destino, sino el clima interno. La convivencia en el colectivo es distendida, festiva. La música, las charlas y las risas transforman el trayecto en un momento de conexión.
La atmósfera dice mucho. Se respira optimismo, buena energía. Se nota que la cohesión grupal, una de las banderas de Lucas Pusineri, no es solo discurso: se practica en cada kilómetro recorrido.







