El sábado 11 de junio de 1955, a las 18:28, el rugido de los motores en la 23ª edición de las 24 Horas de Le Mans fue ahogado por el estruendo del horror. Frente a unas tribunas repletas, el Mercedes 300 SLR del piloto francés Pierre Levegh se convirtió en un proyectil en llamas que voló hacia la multitud, desatando la mayor catástrofe en la historia del automovilismo. El saldo fue devastador: 82 muertos, incluido Levegh, y más de 120 heridos, en una cifra que nunca llegó a ser definitiva.
Este miércoles se cumplen 70 años de aquel fatídico día, un sombrío aniversario que precede por apenas tres días el inicio de la 93ª edición de esta legendaria prueba de resistencia, una de las citas más esperadas por los aficionados al motor.
Crónica de un desastre anunciado
La edición de 1955 prometía un espectáculo sin igual. El duelo entre los gigantes Mercedes-Benz y Jaguar, con Ferrari y Aston Martin como árbitros de lujo, y una parrilla de salida con estrellas del calibre del "Maestro" argentino Juan Manuel Fangio, Mike Hawthorn, Peter Collins y Eugenio Castellotti, garantizaba emociones fuertes.
Las primeras horas confirmaron las expectativas. Fangio y el inglés Hawthorn (Jaguar) se enfrascaron en una batalla feroz, batiendo récords de vuelta a una velocidad vertiginosa. La tensión llegó a su punto álgido en la vuelta 35. Tras doblar a 240 km/h al Austin Healey de Lance Macklin, Hawthorn decidió sorpresivamente entrar en boxes.
Su frenada fue brutal. Gracias a sus revolucionarios frenos de disco, detuvo su Jaguar de forma abrupta, cortando la trayectoria de Macklin. Éste, en una maniobra evasiva, se desvió hacia el centro de la pista, interponiéndose directamente en el camino de Pierre Levegh, quien llegaba lanzado al volante de su Mercedes.
El impacto fue inevitable y catastrófico. El Mercedes de Levegh golpeó la parte trasera del Austin Healey y despegó, fuera de control. El bólido plateado se estrelló contra un muro de contención y explotó. Su motor, envuelto en llamas, salió disparado como una bomba hacia las gradas, sembrando la muerte y el caos entre los espectadores. La carrocería de magnesio del Mercedes, al entrar en contacto con el agua arrojada por los primeros bomberos, avivó el fuego en lugar de extinguirlo, agravando la tragedia.
Fangio, que venía justo detrás de Levegh, logró esquivar los restos del accidente en una maniobra que, según muchos, le salvó la vida.
Polémica decisión
En medio del caos, con el cuerpo sin vida de Levegh yaciendo en la pista, la carrera no se detuvo. El director de la prueba, Charles Faroux, justificó más tarde su decisión argumentando que detener la carrera habría provocado un pánico masivo entre los casi 300.000 espectadores, bloqueando las vías de acceso para los servicios de emergencia.
Mientras la tragedia se desarrollaba, Hawthorn, visiblemente afectado, fue obligado por su equipo a continuar. Tras horas de deliberación, la cúpula de Mercedes-Benz en Stuttgart ordenó la retirada de todos sus coches, a pesar de que Fangio lideraba la carrera. Jaguar, en cambio, se negó a hacer lo mismo.
El domingo a las 16, Mike Hawthorn y su compañero Ivor Bueb cruzaron la línea de meta como vencedores. En una imagen que quedaría para la posteridad por su falta de sensibilidad, Hawthorn celebró la victoria descorchando champán.
Consecuencias y legado
La catástrofe de Le Mans tuvo consecuencias inmediatas y duraderas. Mercedes-Benz se retiró por completo de las competiciones automovilísticas y la "estrella plateada" no volvería a los circuitos hasta 30 años después. Suiza, por su parte, prohibió las carreras de motor en su territorio, una medida que, con raras excepciones, se mantuvo hasta 2022.
La pista de Le Mans fue modificada al año siguiente, ensanchando la recta de tribunas para aumentar la distancia entre los coches y los espectadores.
El destino de Hawthorn fue igualmente trágico. Se coronó campeón del mundo de Fórmula 1 en 1958, pero falleció en enero de 1959 en un accidente de tráfico mientras competía de forma improvisada contra un amigo que, irónicamente, conducía un Mercedes.
Hoy, solo una pequeña placa fijada en el muro donde impactó el coche de Levegh recuerda la tragedia. Con una simple cruz y la inscripción "In Memoriam 11 juin 1955", honra a las víctimas del día en que la velocidad y la gloria se tiñeron de luto.