
¿Por qué reapareció Juan Manzur en la escena política tucumana? ¿Por qué eligió a Rossana Chahla para hacer “ruido” político dentro del oficialismo? ¿Es verdad que busca la unidad del PJ? ¿Promueve la intervención del partido que preside, con el fin de restarle poder a Osvaldo Jaldo en la estructura del PJ? ¿Qué es lo que se propone, en realidad, el senador y ex gobernador? Ese cúmulo de interrogantes se planteó dentro del distrito Tucumán del Partido Justicialista tras la visita que el ex mandatario realizó, el lunes pasado, a la intendenta de San Miguel de Tucumán.
Manzur jugó la de él: esperó y esperó, hasta que tuvo la oportunidad de salir a la luz. Un tiempista, como se lo conoció durante su administración de gobierno de ocho años. El domingo por la noche, llamó a Chahla para que, al día siguiente, se concretara el encuentro. Las interpretaciones fueron múltiples. Desde una respuesta gestual de la ex ministra de Salud manzurista hasta un acercamiento a la línea que promueve al legislador Javier Noguera como oferta electoral antimileísta del peronismo para las elecciones de medio turno. Transcurrida la charla, la propia jefa municipal tiró las cartas sobre la mesa. “Déjense de joder, y vamos por la unidad”, lanzó en la charla con el ex gobernador. Ella cumplió el rito del PJ, ese que dice que el que avisa no traiciona. Por eso los constantes diálogos telefónicos con la Casa de Gobierno. No quiere agregar más ruidos a los existentes dentro del oficialismo local. Incluso trató de limar asperezas en el mismo momento que se dio la charla. No hubo respuestas de Jaldo. Él estaba recibiendo a su vicegobernador y ex ministro del Interior de la gestión Manzur, Miguel Acevedo, y a un diplomático argentino con sede en Colombia. Fue causalidad, no casualidad.
Esta vez no se dio. Y, si se diera, no sería un encuentro público. Manzur sabe que no está en su mejor momento y tampoco quiere protagonismo. Jaldo, por su parte, cree que una foto con su antecesor no contribuiría a la causa de “Tucumán Primero”. No mide bien en las encuestas que el actual gobernador maneja. “Si esa fuera la excusa, ¿entonces, por qué se reunió con Germán Alfaro?”, responden entre los allegados al ex ministro de Salud de Cristina Fernández de Kirchner. De esa cumbre tampoco hay fotografías; sólo la certeza de la reunión con pocos testigos y demasiadas incógnitas, durante el atardecer de un viernes en el primer piso de la Casa de Gobierno.
Manzur fue cuidadoso en sus declaraciones posteriores al encuentro con Chahla. Habló de la buena gestión de su sucesor; comprendió que, institucionalmente, tiene que transitar la administración en su rol dialoguista, tal como lo hizo el sanitarista durante los dos primeros años de mandato del ex presidente Mauricio Macri. Y le quedan dos años más de gestión con Javier Milei al frente de la Casa Rosada. Pero hay un escenario en el que Manzur y Jaldo coinciden: no dejar que la ola libertaria se imponga en Tucumán.
Jaldo no quiere poner palos en la rueda al Gobierno nacional. En primer lugar, porque el jefe de Estado nacional y su equipo han tenido consideración con el tranqueño que, a su vez, ha acompañado en el Parlamento en cuanta oportunidad la Rosada se lo pidió. La relación institucional es amistosa. La deferencia libertaria con la provincia es constante, aunque no tan generosa como a Jaldo le hubiera gustado. Hay obras que están demorando más de la cuenta y decisiones económicas federales que restan margen de maniobra a los gobernadores. Allí viene otro punto de contacto con el pensamiento de Manzur. En sus encuentros con su entorno, el senador profesa que, hasta ahora, Milei ha encarrilado la macroeconomía, pero -sin embargo- esas acciones de ajuste no han implicado una mejora en la microeconomía. “El consumo sigue por el piso, mientras la recaudación cae. Los jubilados siguen en la calle pidiendo mejora. Las actividades productivas y de economías regionales están más golpeadas”, dicen que argumenta el ex gobernador en sus salidas al interior. El lunes estuvo en Famaillá compartiendo un almuerzo con los tradicionales fideos que elabora la senadora Sandra Mendoza. Alrededor de esa mesa se sentaron José Orellana, otro de los anfitriones, Pablo y Gabriel Yedlin, Javier Noguera, el edil capitalino José María Franco y Luis Romano, titular del Movimiento de Unidad Popular (MUP). La unidad partidaria forma parte de esas conversaciones, pero están supeditadas a la voluntad de la Casa de Gobierno. Manzur ha dejado en claro que no avalará intervención alguna al distrito Tucumán del PJ. Sería como un autogolpe, del que no podría volver sobre sus pasos. Cristina no ha dado esa señal como presidenta del partido a nivel nacional. Sus acólitos promovían ese remedio tal como se aplicó en Salta o en Misiones. No dio resultados y ella está buscando una banca legislativa como postulante de la tercera sección de la provincia de Buenos Aires, con La Matanza y Lomas de Zamora como plataforma de lanzamiento. La visita de la ex mandataria nacional a Tucumán ha quedado postergada hasta nuevo aviso. Antes debe tratar de acercar posturas con el gobernador Axel Kicillof, de tal manera que el PJ recupere terreno frente a la embestida política de La Libertad Avanza.
Proyecciones
El entorno de Manzur analiza las proyecciones que el sociólogo Hugo Haime realiza, con frecuencia, acerca de las intenciones de votos para los comicios de medio turno, las preferencias y los temas que más preocupan a los tucumanos. Según trascendió, el consultor estima que el piso electoral de los libertarios es de un 30% de la porción de ciudadanos que van a las urnas. Un porcentaje similar se le atribuye al oficialismo con Jaldo a la cabeza. Y luego vienen los desencantados con el Gobierno nacional, los radicales y los independientes. Las encuestas que se manejan en el peronismo antiMilei dan cuenta de que existe entre un 18% y un 20% de los votantes que no se inclinarán por la motosierra. Es una observación tan parcial como la que podrían hacer los propios mileístas que señalan que no hay techo para sumar más voluntades a la causa libertaria. Jaldo, en tanto, quiere tener la mayor cantidad de aliados dentro del frente que promueve.
Frente a este escenario, los manzuristas creen que Jaldo debería abrir el juego para que decante la unidad antes de fines de mes, de tal manera de arrancar el último tramo de la campaña con un peronismo movilizado y con cada espacio con sus bemoles. En esta línea, el propio Manzur ha dado señales de querer acercarse a su sucesor. “Es un hombre de bien, de mucha experiencia, conoce como nadie la provincia; obviamente con el gobierno nacional, todos lo hemos hecho, hay que tener diálogo, hay que intercambiar posiciones; pero no tengan dudas, a Osvaldo lo conozco muy bien y en ese sentido va a hacer lo mejor para Tucumán”, opinó respecto de Jaldo.
El peronismo es generoso y tiene abiertas de par en par sus puertas, para todos aquellos que quieran que ese partido recupere la conducción política de la Argentina, indican en la sede partidaria. El menú de posibilidades es amplio para llegar a un acuerdo multisectorial e ir unidos hacia las próximas elecciones de medio turno. En toda esta ensalada política, el Partido Justicialista tiene un argumento de base para formalizar entendimientos que vayan más allá de las ideologías y de las diferencias personales entre los integrantes de esa fuerza. Ese argumento ya fue puesto en práctica en cada turno electoral: “tragarse sapos”. Es el plato principal del poder. Es la forma de consolidar la conducción política. Es el emblema de un partido que trata de volver a ser protagonista frente a una fuerza que supo interpretar la bronca ciudadana. Esa es la puja que se viene.