Foto: Sofía Ahumada
La tarde del domingo quedó grabada en la historia del fútbol argentino, pero también en la memoria íntima de una familia con raíces tucumanas que vivió, en carne viva, el precio y la recompensa del esfuerzo. Sergio Gómez, técnico de Platense, se coronó campeón del fútbol argentino tras una campaña inolvidable. Pero más allá del resultado deportivo, su figura se agranda por lo que representa fuera del campo: la de un hombre sencillo, entregado a su familia y profundamente comprometido con su rol de padre.
En plena vorágine de los playoffs, mientras Platense se jugaba partido a partido su lugar en la historia, Sergio vivía otro momento transformador: el nacimiento de Francesca, su hija, que llegó al mundo hace apenas tres semanas. “Justo empezaban los playoffs”, recuerda Sofía Ahumada, su compañera de vida, entre sonrisas y algo de incredulidad por la intensidad de esos días. Las madrugadas sin dormir, los biberones, los nervios de una final inminente y, sin embargo, siempre ese momento sagrado de volver a casa, de reencontrarse con los suyos, de hacerse tiempo -aunque no lo haya- para abrazar a su bebé y compartir los pequeños rituales cotidianos de la crianza.
Sergio divide su tiempo como puede, con la sabiduría de quien entiende que el equilibrio es una decisión más que una fórmula exacta. “Siempre trata de pasar el mayor tiempo posible con su familia, de buscarlos al colegio, de estar. Y ahora, con la bebé, no fue la excepción. A veces dormíamos poco, pero él igual iba al club con una sonrisa”, cuenta Sofía. Y ese es tal vez uno de los rasgos más auténticos de Sergio: su entrega absoluta a todo lo que ama.
El viaje a Santiago del Estero estuvo lleno de emoción contenida. Los familiares del cuerpo técnico y de los jugadores compartieron el vuelo, y ya se respiraba en el aire algo más que ilusión: una fe silenciosa, íntima, tejida con años de sacrificio. “Cuando cantaron el himno me temblaban las piernas. Era como que la calma que uno quiere transmitir se te escapa y te invaden los nervios”, dice Sofía. Aun así, había una certeza que la acompañó durante todo el partido: Platense tenía que ser campeón, porque ese grupo se lo había ganado con trabajo.
Foto: Sofía Ahumada
Cuando llegó el pitazo final, la emoción explotó. Lágrimas, abrazos, miradas cómplices. Sofía fue directo a abrazar a Rosa, la madre de Favio Orsi, sabiendo que también desde lo invisible alguien más celebraba “Imaginé todo lo que estaba viviendo Rosa, porque hacía poco más de un mes se fue ‘Juancho’, el papá de Favio”, explicó la tucumana que enamoró al DT cuando la dupla estaba a cargo de San Martín. Fue un momento compartido por familias que han recorrido este camino juntas, en las buenas y en las malas.
Entre los detalles que devela la tucumana, desde Buenos Aires le contó a LA GACETA lo que le dijo apenas se dio la consagración. “Le mandé un mensaje a Sergio y le dije: ‘Acabás de hacer historia’”. Ese fue el resumen, simple pero demoledor, de una noche que quedará para siempre en el corazón de quienes la vivieron. Y entre los brazos de Sergio, Francesca, la pequeña que, según muchos, “trajo la copa bajo el brazo”.
Hoy, con la copa en casa y el corazón lleno, la familia Gómez no cambia. La humildad que los define sigue intacta. “Por suerte fueron muchísimos los amigos que pudieron acompañar a Platense en esta final, fue un domingo de puro amor”, explicó Sofía. Rodeados de hermanos, padres, amigos y ese amor que trasciende el fútbol, celebran no solo el título, sino el camino recorrido. Porque ser campeón no es solo levantar un trofeo. A veces es también levantarse sin dormir, poner el despertador para ir al club, y regresar a casa para dar un biberón con la misma entrega con la que se dirige una final. Sergio Gómez lo sabe bien. “Se lo merece, porque había estado cerca con San Martín, estuvo cerca con Atlético, ahora se tenía que dar o dar; había confianza plena en estos jugadores”, finalizó Ahumada.







