RELACIONES SIN RED FLAGS. Los límites son la nueva forma de relacionarse. / SUTTERSTOCK
“Esto no me hace bien” puede no sonar tan fuerte como “esto me hace daño”, pero es una frase que cada vez más jóvenes se animan a decir. En tiempos de emociones conscientes y relaciones sin drama, la Generación Z está encontrando nuevas formas de identificar lo que les vibra (o no) en un vínculo. Así nacen conceptos como las yellow flags y beige flags, parte de un nuevo mapa afectivo en el que ya no todo es blanco o negro.
A diferencia de las red flags (señales claras de alerta), las yellow flags marcan comportamientos o actitudes que merecen atención, aunque no sean necesariamente tóxicas. Pueden ser señales de falta de empatía, evasión emocional o simplemente una manera de comunicarse que no encaja del todo.
Pero a diferencia de las banderas rojas, las amarillas abren una puerta: si se hablan, si se trabajan, pueden incluso transformarse en una green flag. “Es una forma de cuidarse sin cancelar de entrada”, explican muchos jóvenes en TikTok o X (antes Twitter).
Bandera beige, roja y verde
Otra categoría que se sumó a esta paleta emocional son las beige flags, que se usan para describir manías, comportamientos raros o costumbres excéntricas que no llegan a molestar, pero tampoco enamoran. Por ejemplo: “Hace ruidos raros cuando come”, “colecciona memes de ranas” o “odia las frutas”. No son un problema… pero tampoco una chispa.
El término red flag nació en el mundo del automovilismo, como señal de que una carrera debía detenerse por peligro. Su uso como metáfora emocional se registró en 1962, según el diccionario Merriam-Webster, pero explotó recién con las redes sociales. Hoy, decir “eso es una red flag” es casi un reflejo automático al hablar de vínculos.
Lo mismo pasó con las green flags, las señales positivas: empatía, cuidado, escucha activa. Pero la Gen Z no se quedó ahí. Sumó matices, etiquetas y códigos para entender(se) mejor.
A diferencia de las “red flags” (señales de alarma evidentes como los celos o la manipulación), las yellow flags son señales más sutiles: falta de comunicación, no saber poner en palabras lo que se siente, o simplemente notar que algo no vibra bien. No son motivos para salir corriendo, pero sí para prestar atención. Y en la lógica de la Gen Z, lo que no se habla, no se sana.
Un cambio en las relaciones
Este nuevo enfoque emocional también se nota en las formas de encontrarse. Se volvió cada vez más común el dry dating (salir sin tomar alcohol) o el soft clubbing (reuniones en lugares tranquilos y sin estímulos excesivos). Para muchos, estas prácticas permiten vincularse con más autenticidad, sin disfraces ni excusas.
Otra señal de cambio es que ya no se idealiza tanto el amor romántico. Esta generación también está explorando modelos de relación no tradicionales, como los matrimonios lavanda, que ofrecen estabilidad emocional sin necesariamente involucrar romanticismo o sexualidad. Porque para la Gen Z, el amor ya no se trata de completarse con otro, sino de estar bien con uno mismo.
Amar distinto
En las redes sociales se habla cada vez más de responsabilidad afectiva, de ponerle nombre a lo que pasa, de hablar de salud mental en las relaciones y de no romantizar lo que duele. Lo que antes era visto como exagerado, ahora se valora como madurez emocional. Y sí: la Generación Z no solo habla distinto. Ama distinto. Y eso puede ser una buena noticia.







