10 Mayo 2025
El pasado 24 de marzo, como cada año, fuimos testigos de actos en homenaje a las víctimas de la última dictadura militar. Sin embargo, como nieta de una de ellas, no puedo dejar de señalar la distancia entre esos homenajes -muchas veces teñidos de discursos políticos- y la realidad que enfrentamos en el plano judicial. Hace 20 años iniciamos un juicio para que se reconozcan el secuestro y la extorsión económica sufridos por mi abuelo durante el terrorismo de Estado. A pesar de décadas de pruebas, audiencias y testimonios, el caso sigue sin sentencia firme. Mi padre y mis tíos fallecieron sin obtener una respuesta mínima. Hoy, los nietos sostenemos este reclamo con una sensación creciente de abandono. La revictimización, de la que tanto se habla, es una herida que se reabre cada vez que debemos reconstruir los hechos y defender lo evidente. La empresa familiar de mi abuelo fue arrebatada bajo amenaza. Lo contamos, lo probamos, y lo volvemos a contar. Las conmemoraciones tendrán sentido cuando se traduzcan en acciones concretas. Mientras eso no ocurra, seguirán siendo una forma de silenciar lo que realmente duele.
María de los Ángeles Pérez
marucito82@gmail.com
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