El Congreso de la Nación alberga en su historial innumerables hechos sobresalientes y destacados con personajes descollantes y a la vez también registra un extenso precedente que lo sitúa en un poder legislativo sospechado de corrupción, complicidades y componendas políticas que empañaron y enturbiaron su institucionalidad. Algunos episodios en el pasado siglo constituyen un sinfín de anécdotas y un glosario de comentaros interpretaciones vayan algunos sucesos y acontecimientos que ocuparan gran parte de la crónica de aquellos días. En un debate sobre los bajos emolumentos que percibían los ocupantes de la cámara, el general y escritor Lucio V. Mansilla exclamaba que no había un solo integrante que no tuviera algún negocio; cuando el diputado Pedro Goyena, conocido jurisconsulto, le respondió que había diferencia entre negocios lícitos e ilícitos, el autor de “Una excursión a los indios ranqueles” le replicó: “yo con los negocios honestos siempre pierdo plata”. En 1908 el presidente Figueroa Alcorta clausuraba por decreto el Congreso, furioso por la morosidad en debatir el presupuesto, algo intrínseco y recurrente hasta hace muy poco tiempo atrás. En la novela “Los siete locos” Roberto Arlt pone en boca de un personaje un compendio nada favorable e indulgente sobre los antecedentes y conductas para llegar a ser diputado. Vayan algunas de estas crónicas como una prueba y demostración que la flamante ley enviada por el Poder Ejecutivo llamada “ ficha limpia” constituía un hito histórico que le proporcionaba al Congreso la representatividad inmaculada de una imagen harto deteriorada y degradada. Cuando no tomamos postura, hay cierta anuencia en favor de la corrupción, tácitamente la estamos apoyando. Hemos alcanzado un grado máximo, supremo de indiferencia hacia la corrupción, hasta fosilizarla. Aunque nuevamente comienza un nuevo camino por desandar, sigamos bregando para engrosar aún más los preceptos del proyecto, para honra y honor del parlamento. Lamentablemente el título de esta nota ha dejado de ser una quimera.
Alfonso Giacobbe
24 de Septiembre 290 - S. M. de Tucumán