EN EL COFEIN. Carolina Cornejo aparece junto con la intendenta Rossana Chahla, tras su exposición.
¿Cómo hace un gobernante para legitimarse ante la sociedad? ¿Cómo se construye confianza para que el ciudadano sepa en qué se destina el dinero que contribuye? ¿Cómo se canalizan las demandas sociales cuando no se puede llegar a un funcionario? Carolina Cornejo, Magister en Políticas Públicas, indica a LA GACETA que esas respuestas pueden encontrar una primera respuesta en un término: confianza. Y, a su entender, eso se logra con transparencia en la administración, mediante las buenas prácticas que demanda un Gobierno Abierto. Luego de participar en un panel del encuentro del Consejo Federal de Intendentes, la consultora de la OEA concedió la siguiente entrevista a nuestro diario.
-¿Qué es un Gobierno Abierto?
-No es una idea abstracta. La idea de Gobierno Abierto se remonta a la idea de democracia participativa. Que esa participación trasciende el momento electoral, de que también se reconoce que hay una crisis de la democracia participativa, una brecha. El famoso “que se vayan todos” es por ejemplo una muestra de esa crisis de representación. Pero hay que aclarar algo: no es sólo en Argentina, sino global, donde se aplica este eslogan. Frente a un escenario de desconfianza en las instituciones y en los representantes, la idea de Gobierno Abierto viene a conceptualizar un fenómeno que ya estaba. Es la expectativa de que los gobiernos puedan responder a las demandas de los ciudadanos. ¿Cómo? Abriendo puertas, siendo transparentes, promoviendo la rendición de cuentas y habilitando la participación en el ciclo de políticas públicas, en el diseño y en la implementación de políticas, en el control de la gestión. Si queremos recuperar la credibilidad y la confianza en el Estado y en quiénes lideran las políticas, se necesita imperiosamente fortalecer aquella confianza. Quizás es un concepto que suena nuevo, esto de Gobierno Abierto, pero en realidad solo conceptualiza tendencias. Cuando veíamos experiencias de presupuesto participativo como los que vimos en Brasil, por ejemplo, con las asambleas ciudadanas o en las juntas vecinales, en ese momento no se hablaba de Gobierno Abierto, pero de eso se trataba. Una herramienta para poder mejorar las intervenciones públicas, para responder mejor a las necesidades de la ciudadanía.
-¿Cómo se institucionaliza una demanda social? ¿Cómo se canaliza, de forma directa, una demanda particular del ciudadano?
-Por un lado están las demandas que no estaban agregadas. Antes se las adoptaba a través de los partidos políticos, que traducían en la gestión, cuando ganaban las elecciones, esa capacidad de responder a las demandas ciudadanas. En el mundo actual, y desde hace décadas, esas demandas se dan en el espacio público. Muchas veces son las movilizaciones espontáneas las que instalan los temas. Cuando vemos la agenda de género, de ni una menos, surgieron de movilizaciones y de personas autoconvocadas. Y eso no fue un fenómeno argentino, fue un fenómeno global. Así también vemos los movimientos en favor del clima, que se van dando a través de demandas que el sistema institucional no puede canalizar. Me preguntarás cuál es la respuesta si queremos un Gobierno Abierto y hacer que las instituciones generen los mecanismos para canalizar esa demanda. Un poco tiene que ver con poder anticiparse, creando mecanismos y canales que permitan, precisamente, anticiparse al ciudadano, para recibir reclamos, pero también para escuchar y responder la demanda.
-¿Por qué en la Argentina cuesta tanto canalizar este tipo de demandas ciudadanas?
-No es algo de Argentina, sino global. No hay un índice ni ranking de gobierno abierto. Más allá de que uno pueda pensar en un esquema o una medición global, no se puede medir; sólo las tendencias, como la confianza en las instituciones, en el índice de percepción de corrupción. No podemos medir el Gobierno Abierto. Desde ese punto de vista, no podemos decir si Argentina mejoró o empeoró en gestión de Gobierno Abierto. Lo que creo es que hay experiencias innovadoras, que se sostienen en el tiempo, y que muestran, sobre todo cuando hay compromiso político y liderazgo, que es posible generar espacios genuinos de participación. Escuchamos a los intendentes de todo el país que es posible desarrollar estas políticas. Podemos hacer una pantomima de la participación, haciendo consultas cuando las decisiones ya están tomadas o podemos realmente escuchar a la ciudadanía. Ese es un reto que tienen muchas instituciones, de aquellos que están en gestión pública, desde un área simple hasta aquellos que están al frente de organismos que trabajan en equipo. Es generar un compromiso de mejor y más participación ciudadana, porque puede pasar que haya un escándalo de corrupción en un área, pero por otro lado tenés una dirección de participación. Fortalecer la confianza es un trabajo interinstitucional y eso vale para todo el mundo. Por eso siempre hablamos de voluntad política, ya que cuando tenés a la persona del más alto nivel que está comprometida con la agenda, que quiere una gestión transparente, quiero escuchar a las personas cuando ese mensaje escala en las instituciones y en los equipos, es ese precisamente el ámbito propicio para generar espacios genuinos de Gobierno Abierto. En la Argentina hay casos interesantes en provincias que hacen cosas interesantes con equipos comprometidos. Insisto que esto depende de la voluntad política de llevar a cabo estas gestiones, con equipos de trabajo que muchas veces están invisibilizados, pero son los que ponen el cuerpo en el día a día. Resumo, se necesita todo: compromiso político, equipos, objetivos claros y no hacer promesas vacías.
-¿El compromiso con el propósito de gestión debe ser de arriba hacia abajo y luego aplicarlo en conjunto?
-Lo primero es la decisión política, mucho más que se emita una normativa que comprometa a todo el equipo. Esa normativa puede llegar después, que ayuda a institucionalizar con, por ejemplo, decretos de acceso a la información, o que obligue a publicar el presupuesto asignado y ejecutado, para que lo pueda ver toda la ciudadanía. Muchas veces se generan las condiciones para un Gobierno Abierto con ese compendio de voluntades y de acciones. Es un buen primer paso. Hay que tener presente que hablamos de información pública, que si bien la gestiona el Estado, es de todos. Entonces, publicar lo que tenemos; luego preguntarnos quiénes somos y de dónde viene cada funcionario. Qué antecedentes reúnen. Cuál es el presupuesto para la función. Cuáles son los salarios. Y no se trata de individualizar esos sueldos, sino de ser transparentes sobre cómo se gestiona. Eso no solo genera confianza, que ayuda a escapar de la idea del secretismo, sino que además desincentiva las prácticas denominadas oscuras, que puedan inducir a la corrupción. La publicación de datos abiertos tienen que ver con disuadir; no es que vamos a premiar al que es más transparente, como que el resultado sea que publiqué una plataforma de contrataciones abiertas para hacer el seguimiento desde el llamado a proveedores, ejecución hasta la decisión política de contratar. Esas buenas prácticas alientan la competencia, nivelan la cancha para que no sólo participen los amigos. De esa manera se obtienen mejores precios. El gobierno termina pagando menos; ahorras. A su vez, publicando todo, desincentivas aquellas prácticas de que el pro veedor pida un vuelto. Toda esa mecánica es de un Gobierno Abierto, que generan transparencia y confianza en el ciudadano. Hay más eficiencia y menos gastos. Y el ahorro. Y la sensación de que el contribuyente sabe hacia dónde va la plata que paga a través de los impuestos. Eso construye legitimidad en quién gobierna y desincentiva prácticas de secretismo y esa idea de que aquellos que están en la función pública lo hacen para beneficiarse o a los amigos, cuando en realidad la función pública es una tarea de mucho compromiso y de mucha entrega, que hasta en ocasiones puede resultar ingrata, al pensar de que quien ejerce un cargo quiere enriquecerse desde ese puesto. En la política y en la gestión se da mucho más de lo que se recibe y un Gobierno Abierto debe ser un paradigma no solo en la manera de hacer, sino también del pensamiento de quienes están tomando las decisiones.
Carolina Cornejo: docente y reformista
Es licenciada en Ciencia Política (Universidad de Buenos Aires) y Magíster en Políticas Públicas y Gerenciamiento del Desarrollo por la Universidad de Georgetown y la Universidad Nacional de General San Martín (UNSAM). Actualmente se desempeña como Coordinadora Regional de Apoyo a Países en la Alianza para el Gobierno Abierto (Open Government Partnership u OGP), rol desde el cual acompaña a gobiernos y organizaciones de sociedad civil de Sudamérica en sus procesos de cocreación e implementación de reformas de gobierno abierto. Como docente universitaria, entre 2021 y 2022 fue titular de la materia Gobierno abierto para la planificación de políticas públicas en la Maestría en Planificación y Evaluación de Políticas Públicas de la UNSAM, y también profesora invitada de universidades nacionales.
Hasta abril de 2022 fue Directora Nacional de Gobierno Abierto en la Jefatura de Gabinete de Ministros de Argentina, donde lideró el diseño colaborativo del primer Plan Estratégico de Gobierno Abierto, el Programa Federal de Gobierno Abierto, la Política de Datos Abiertos y la agenda de innovación pública.










