PELIGROSO. Paoli advirtió que el teletrabajo es fantástico, pero puede convertirse en un arma de doble filo al no salir de casa.
Gabriela Paoli empezó a pensar en hacer su libro en 2018. Quiso lanzarlo a principios de 2020, pero la pandemia trastocó los planes. Finalmente se publicó en septiembre de ese año, en pleno confinamiento.
Lo que sigue es una entrevista en la que Paoli habla de su libro y de las motivaciones para escribirlo. Cuánto bien y cuánto mal nos hace la tecnología, qué cuidados hay que tener y qué cosas hay que aprender de ella.
- ¿Por qué decidiste escribir un libro que hable de la salud digital, cuando no parecía constituirse en un problema?
-Es fruto de una confluencia de factores. Uno es mi práctica clínica. Tengo la gran suerte, la gran fortuna de tener pacientes en todos lados del mundo. Esto permite ver y hacer un mapa mundial, diría. Es así que empiezo a detectar un denominador común, que es la queja por el tiempo que se pasan en las pantallas y del tiempo que están perdiendo y cómo les está afectando la vida. Me dije “acá está pasando algo, nos estamos perdiendo la vida, se nos va pasando y estamos viviendo sin ser conscientes de muchas cosas, de disfrutar y de compartir y de mirarnos a los ojos”. El libro nace de esa información, más sumado a que yo empiezo a sentir algo así como una visión de futuro: que la estábamos echando a perder. Me dije “vamos mal. Nos va a hacer mucho daño”. Vi cosas de la pareja, de la familia, del trabajo. Era como el agua, que va invadiendo y filtrándose por todas las ranuras. No soy una persona negativa y catastrofista, pero veía eso.
-¿Vos estabas siendo víctima también de eso?
-En algún punto sí. Yo llevo más de 12, 13 años haciendo sesiones online. Yo no hago sesiones online a raíz de la covid-19, las hice desde antes. La gente me miraba como diciendo, “¿sesiones online? Eso no sirve, no sé qué es. Sí que sirve. Yo pude ayudar a muchísimos pacientes que estaban en Menorca, por ejemplo, que por cuestiones de dificultades económicas se tuvieron que volver a sus países y me decían, “quiero seguir con vos porque ya me conocés”. Y así empecé…
-¿Cómo te llevabas, o te llevás, con la tecnología?
-Hoy bien, pero a mí me llegó a quemar el cerebro.
- Todo esto ¿a qué lugar te llevó? ¿En qué lugar estás hoy?
- Me bajé porque no era la vida que yo quería. Me dije, “no es lo que yo quiero para mí, no quiero este estilo de vida. Quiero tener salud”. Hoy estoy en un lugar muy consciente, muy responsable con mucha crítica y autocrítica. Sé que lo que manejo es un “temazo”, que es una cosa que se necesita y que muchísima gente está afectada. Pero yo elijo con quién trabajar, qué hacer.
-¿Qué es lo primero que recibiste como devolución sobre tu escrito?
-Me pasó por ejemplo que un periodista español me dijo “hice el test que está en el libro y encuentro que tengo alto nivel de adicción al celular. Estoy ‘quemado’, estoy todo el santo día trabajando y conectado. Soy un adicto”. Yo siempre vi cómo toda adicción se niega, se minimiza, se maquilla, se edulcora. ¿Alguien conoce algún alcohólico que reconozca que bebe tres botellas? “No, tres copas”, te dice. En esto hay como una doble cara. Por un lado está el reconocimiento de que se está abusando. Por otro está la justificación: es mi trabajo. Esto se hace como para que no duela tanto.
-Para dimensionar el tenor del problema, ¿qué personas acuden a tu conocimiento para que les ayudes?
-Tengo adolescentes o chicos de 12 años que están todo el día con el Fortnite o en la FIFA. Estudiantes a los que los padres les están pagando una fortuna para que vayan a las mejores universidades y no están pudiendo estudiar. CEO’s, trabajadores que tienen gente a su cargo, empresarios. Son hombres y mujeres. Veo que todos están súper “quemados”.
-¿Qué es lo que sugerís o qué le aconsejás a la gente?
-Lo primero que hay que diferenciar son los conceptos más teóricos y médicos de uso, abuso y dependencia o adicción. Son diferentes, hay grados. Es muy importante entender eso, porque no todos tenemos el mismo consumo. Yo también hablo mucho de lo que es la identidad digital, de tu yo digital, o sea, de cómo querés relacionarte con las tecnologías. Qué lugar querés que ocupe el celular en tu casa o en tu familia, en tu vida. Es en tu vida en realidad, porque de hecho te acostás, te vas al baño, cocinás, desayunás, todo con esto. Si es máximo lugar, prioridad máxima, está destruyendo parejas, familias.
-Ese es un dato poderoso…
-Poderosísimo. O sea, te levantás y estás con el teléfono. Si tenés pareja te acostás y debería venir el momento en el que ambos se abrazan, se hace mimos. Pero ahora los dos están con la tablet o con el iPad. Yo tengo pacientes que están con tres dispositivos a la vez: el smart TV, la tablet y el teléfono. Ahí no hay relación, no hay vínculo. Si vos estás con eso, no estás conmigo, aunque me estés escuchando. Hay que ser consciente de que estos dispositivos están diseñados para atraparnos. Ser consciente de los riesgos que conlleva un abuso de la tecnología, tener una mirada crítica. En esto se ponen en funcionamiento los mismos mecanismos neurobiológicos, los neurofisiológicos, la dopamina.
-¿Y la gente es consciente de eso?
-No. Todavía no. Está el que niega, el que se excusa “yo trabajo todo el día”. El tiempo de conexión es un factor importante. Otro es que las personas dejan de hacer las actividades que antes solían hacer y que les producían placer. Un montón el paciente me dice, “yo devoraba libros, ahora no leo, no tengo la capacidad”. Estamos en la era de la distracción, con un bombardeo constante. Y aparecen las quejas de los seres queridos, de los que te rodean. Si es el trabajo, de los jefes, por merma de productividad y de calidad. Si vivís solo es el aislamiento y la soledad. Esa es la consecuencia. Hoy todo se pide online: la comida, la farmacia. Es algo a nivel mundial.
TUCUMANA. Paoli es psicóloga y recibida en lla UNT, pero vive en España.
-¿Qué hay del teletrabajo?
-Es fantástico, pero es un arma de doble filo, porque no salís de casa, no te duchas, estás en pijama, estás todo el día sentado, no te da el sol, o sea…
-Y apareció la IA...
-También pasa lo mismo. En el libro digo que yo no soy tecnofóbica. La tecnología tiene un montón de beneficios, pero vos tenés que tener la suficiente capacidad de inteligencia y autocontrol para saberla usar en beneficio tuyo, a favor tuyo. Sí. Que no te robe la vida, que se te vaya. También en el libro sostengo que la tecnología es como un cuchillo que sirve para cortar un trozo de pan y comer o para hacer daño a alguien, para matar. Es la analogía que yo utilizo. Con ella, los chicos ya no tienen ese proceso de adquisición del conocimiento, de asociar, de encadenar, de formarse, no tienen vocabulario. La inteligencia artificial es una herramienta buenísima, excelentísima, que nos puede ayudar a mejorar, a crecer más creativos, a ganar tiempo, a conectar más cosas, a hacer diagnósticos más preciso, a tener un mucha información, pero si no la sabes usar o o caés en determinadas cuestiones, es peligrosísima. Hay quien hasta me dijo que es el fin de la especie.
-¡Epa! ¿Es así?
- A mí me lo dijo una paciente uruguaya de 83 años, hace cuatro o cinco años: “Me voy con la mochila vacía, pero, ¿sabe qué? Eso que hemos hablado del telefonito, estos de los móviles, esto es el fin de la especie”, me comentó.
-¿Cómo vislumbrás vos o qué salida ves en todo esto, más allá de los beneficios de la tecnología?
-Lo primero es tener información. Sin ella nadie sabe contra qué tenés que luchar. Entonces, darle el conocimiento a la persona para decirle: “lo que te está pasando es esto. No me lo negués, te lo está diciendo un profesional”. Es que es un problema de salud pública lo que tenemos. Es salud mundial. O sea, esto no es broma. O sea, se necesita hacer de lo macro a lo micro, un ejercicio balsámico reduccionista para que la gente entienda que estamos frente a un gran problema. Un buen método es llegar a casa y poner el celular en modo avión. Que si hay una emergencia te llamen por el teléfono fijo.
-¿Algún consejo más?
-Que volvamos a cosas como la radio, el papel. Que menos mensajes para que me cuenten cómo estás, que vayamos a tomar un café, porque te quiero ver, te quiero abrazar.
- ¿Qué función cumple la educación en todo esto?
-Es un tema que me apasiona, sin ella no tenemos nada en la sociedad. En educación se ha producido todo un proceso de digitalización. Yo digo que no hay ningún estudio serio, científico, longitudinal de años, que avale la introducción o el uso de los dispositivos en la educación. Hoy las consecuencias son nefastas. Con un deterioro cognitivo, con pérdida de habilidades emocionales y sociales necesarias para salir a la vida, lucharla y pelearla. Incluso de relación, porque estamos siendo menos empáticos, y nos hicimos narcisista, más todo lo demás. Los chicos ya no escriben, ni leen. Y si lo hacen es de la pantallita. Tenemos un gravísimo problema porque todo lo que son las bases para el aprendizaje no las están entrenando, no la están adquiriendo. Hay problemas de lenguaje, de interacción. A los chicos les enchufan el celular para que no moleste en una cena, en un almuerzo. A los bebés muchas veces les dan eso porque están molestos, porque les duele algo, es como un chupete emocional. Hasta aparecen problemas visuales. Todo es bastante complejo.
-Este fenómeno traspasa lo generacional ¿y también el lugar social que una persona ocupa?
-Traspasa todo. La tecnología te puede llegar a quitar la realidad dramática que se puede llegar a estar viviendo. El ser humano básicamente se mueve con dos impulsos, digamos, con dos objetivos. Por un lado, evitar el dolor y por otro, la búsqueda de placer. ¿Esto qué hace? Las dos cosas. Es como si fuera un analgésico.
Perfil: Gabriela Paoli Austerlitz
Está a punto de cumplir 50 años. Se crió en Yerba Buena. Se recibió de psicóloga en la UNT. Vive en España hace 20 años. Es experta en Desarrollo Personal y Organizacional. Usa al hablar modismos de ese país, pero todavía mantiene “costumbres” tucumanas, como arrastrar las “R” y tomar mate.
PORTADA. El libro de Gabriela Paoli “Salud digital” salió a la venta en agosto de 2020.
Las peripecias por el libro: “ya llegará el momento en que sea útil”
“A raíz del libro empecé a ser muy conocida, pienso que porque no había gente que hablara de esto. En medio de la pandemia me preguntaban ¿dónde vas vos con este libro si todo el mundo necesita de los dispositivos y el internet y es la manera en que nos comunicamos? Todo el mundo iba a tener que trabajar, estudiar, enamorarse, divorciarse, casarse y todo por el internet. Yo iba a firmar con una editorial el viernes, pero tengo la mentalidad que tenía mi padre de que ese día no se abre ningún documento. Lo abrí el lunes. Pero el sábado, en España quedamos en estado de sitio, de alarma. Entonces me pregunté: ¿dónde voy yo con un libro que habla de salud digital? El mundo entero hizo así y se digitalizó. Decidí guardar el libro en el escritorio de mi computadora y me dije “ya llegará el momento en que sea útil.Y así fue”.
Regreso a Tucumán: un viaje por los amigos y la profesión
“Voy a ir en agosto a la Argentina. Creo que voy a tener que ir más que un mes a Tucumán, a Salta y a Jujuy, a ver a las amigas y también a trabajar. Quiero dar charlas y conferencias y, si puedo, darlas también en empresas. A mí me gustaría porque creo mucho en el bienestar del trabajador y en que las empresas formen a los trabajadores en habilidades de salud digital para evitar que se ‘quemen’, porque hoy todo el mundo está así”.









