DIEGO ARÁOZ/LA GACETA
Hay triunfos que desafían la lógica del fútbol. Las asociaciones y el juego colectivo no garantizan un resultado. Mucho menos en esos partidos marcados por una lucha encarnizada en el mediocampo; duelos en los que los floretes de los contrincantes no logran asestar un golpe certero en el cuerpo del adversario. Atlético y Lanús fueron dos combatientes polifacéticos. Ambos alternaron momentos conservadores con ráfagas agresivas y algunas pausas de calma. En ese ida y vuelta de acciones, el “Decano” terminó tocando al “Granate” con la estocada final: una jugada nacida de un pase quirúrgico de Adrián Sánchez y un remate certero de Franco Nicola. Una acción que surgió más del orgullo que del talento desplegado durante el juego. Entonces: ¿qué obstáculos debió sortear el equipo de Lucas Pusineri para llegar al triunfo?
El partido fue feo, trabado y sin un dominador claro. Atlético empezó con un poco más de intensidad, pero la chispa se fue apagando con el correr de los minutos, como un encendedor que pierde gas con cada vuelta. El primer golpe anímico llegó con el penal fallado por Leandro Díaz. Nadie esperaba que el delantero fallara una ocasión tan clara, y el bajón fue inevitable. Ese fue el primer obstáculo que el equipo de Pusineri debió superar.
Como consecuencia inmediata, el “Granate” creció a través de las gambetas de Dylan Aquino. El volante ganó con facilidad el duelo mano a mano frente a Damián Martínez y convirtió el sector derecho en una fábrica de oportunidades para Lanús. El volante hizo lo que quiso por su banda y parecía ser el futbolista más peligroso, aunque no logró disparar al arco de Juan González. Es decir, todo lo que realizó quedó en meras intenciones que no se plasmaron en el resultado.
El cansancio fue otro factor que influyó en el juego de Atlético. El “Decano” jugó tres partidos en siete días (los anteriores fueron contra Godoy Cruz e Independiente) y el desgaste se vio reflejado en los rostros de los futbolistas. Es más, Pusineri solo hizo tres cambios con respecto a la última presentación contra el “Rojo”: Carlos Auzqui por Ramiro Ruiz Rodríguez; Kevin López por Guillermo Acosta; y Damián Martínez por Marcelo Ortiz. El resto estaba atravesado por el trajín del partido de entresemana. No es casualidad que varios hayan visto el suelo en más de una ocasión, o que las ideas se les nublaran sin encontrar una solución clara. Pusineri se percató de la situación en el entretiempo. El DT hizo dos cambios en el inicio del complemento (Matías Orihuela y Franco Nicola), aunque el más determinante fue el de Guillermo Acosta. “Bebe” le devolvió vida a la mitad de la cancha, que hasta ese momento había estado sin pulsaciones. Incluso lanzó un remate que, si no hubiese sido por la cabeza del defensor Ezequiel Muñoz, habría significado el gol del “Decano”.
El trabajo de Mateo Coronel tampoco puede pasarse por alto. El delantero fue voluntarioso, “pechador” y participativo. Intentó asociarse con Díaz, pero no logró conectar ninguna jugada con el “Loco”. No fue una dupla ofensiva que diese los resultados esperados.
Nicola, por su parte, merece un análisis aparte. Un jugador intermitente, más propenso al pase intrascendente que a la jugada decisiva. Pero esta vez rompió el molde: leyó bien el espacio, apareció en el lugar justo y definió como un veterano. En definitiva: hizo el gol del triunfo y puso el punto final al partido.
Ahora el desafío se traslada a los escritorios y al entrenador. ¿Qué hará Pusineri hasta julio? El DT tiene muchos aspectos por pulir hasta el inicio del Clausura y deberá analizar qué posiciones reforzar para el segundo semestre. La victoria, sin embargo, tranquiliza los ánimos en el “Decano” que, poco a poco, se despide del fondo de la tabla Anual.







