Por Pablo Hamada y María del Carmen Garzón 04 Mayo 2025
Adolf Eichmann vivió 11 años en la Argentina. Tres de ellos los pasó en Tucumán, donde logró esconderse bajo una identidad falsa y construyó una vida aparentemente normal. Considerado uno de los principales arquitectos de la “solución final”, el plan sistemático del nazismo para exterminar al pueblo judío, Eichmann fue responsable directo de la logística que hizo posible el traslado de millones de personas hacia los campos de concentración. Tras la caída del Tercer Reich, escapó de Europa y encontró refugio en América del Sur. En julio de 1950, llegó al país con documento falso a nombre de Ricardo Klement.
Eichmann se instaló primero en La Cocha y luego en Las Estancias, Catamarca, como parte del equipo técnico de la empresa Capri (Compañía Argentina para Proyectos y Realizaciones Industriales), dedicada a construir represas hidroeléctricas. En su rol de supuesto “experto hidrólogo”.
En 1952, la Policía de Tucumán le otorgó una cédula de identidad falsa.
Este capítulo vuelve a cobrar relevancia en medio de la reciente desclasificación de documentos sobre las operaciones nazis en Argentina. El Archivo General de la Nación (AGN) puso por primera vez a disposición pública documentos de alto valor histórico. Entre ellos, figuran informes de inteligencia elaborados por fuerzas de seguridad argentinas sobre jerarcas nazis, como Eichmann, y decretos presidenciales secretos emitidos entre 1957 y 2005. Estos archivos revelan cómo se facilitó la llegada y la permanencia de criminales nazis en el país, y ofrecen nuevas pistas sobre la red de protección que los sostuvo.
Los nuevos hallazgos
En la página web del Archivo General de la Nación (AGN) se pueden descargar seis nuevos documentos que contienen información clasificada sobre los jerarcas nazis que llegaron al país al finalizar la Segunda Guerra Mundial. Entre ellos figura el archivo dedicado a Eichmann.
El documento, disponible en formato PDF, incluye carpetas y registros publicados por agencias como Gendarmería Nacional, Policía Federal y distintos servicios de inteligencia. Allí se reconstruyen distintos momentos de la vida de Eichmann en Argentina, incluyendo su paso por Tucumán. También hay artículos periodísticos de medios internacionales que describen la vida de los nazis refugiados en el país. Todos los archivos fueron digitalizados y la mayoría datan de 1960.
Uno de estos documentos, titulado “Retrato de un asesino de masa”, es el quinto archivo de la carpeta “Adolfo Eichmann”. Se trata de una traducción del inglés de un extenso perfil sobre el jerarca nazi. En su primer párrafo, menciona de manera explícita su estadía en el norte argentino: “Echemos un vistazo a tres instantáneas de aficionados, tomadas en tres lugares bien separados y en tres oportunidades bien distintas. Son fotografías amistosas y tranquilas, como las que uno puede encontrar en un álbum familiar. 1958: Vemos un hombre cabalgando sobre un caballo blanco en las soledades de la provincia norteña argentina de Tucumán; es el ingeniero Ricardo Clement que, junto con su esposa Catalina y sus tres hijos, Klaus, Adolfo y Dieter, llevan una cómoda vida familiar en Buenos Aires”.
El resto del perfil se enfoca en otras etapas de su vida, especialmente su pasado en el régimen nazi, pero esa imagen del Eichmann familiar y oculto en los cerros tucumanos es una de las pocas referencias directas a su paso por la provincia.
El jefe en Tucumán
Otra mención importante a Tucumán aparece en un archivo de la Policía Federal fechado en abril de 1962, que se centra en Horst Alberto Carlos Fuldner Bruene, empresario señalado como uno de los principales responsables de facilitar la huida de nazis hacia la Argentina. La ficha, marcada como “Reservado”, señala: “(Fuldner) se encuentra registrado en esta División a raíz de las averiguaciones efectuadas con motivo del secuestro de Adolfo Mehman. En aquella oportunidad se estableció que Fuldner en el año 1950, empleó en su empresa ‘C.A.P.R.I.’ a Adolfo Eichman o Ricardo Klement para trabajos realizados en Tucumán, como jefe de grupos de obreros hasta el año 1953, en que la empresa se disolvió”.
Denuncia
Un tercer documento, fechado en junio de 1962, da cuenta de una denuncia contra el ex diputado provincial por la UCRI, Abraham Rosenberg. El abogado Ezequiel Ávila Gallo lo acusó de haber sustraído una ficha dactiloscópica de Eichmann del Gabinete de Identificaciones de la Policía. La ficha, según consta, demostraba que Ricardo Klement era en realidad el jerarca alemán. El recorte también menciona que Rosenberg utilizó esa ficha durante una sesión legislativa para impulsar un juicio político contra el entonces gobernador Celestino Gelsi.
Eichmann y su familia
Tucumán aparece finalmente un informe policial, fechado entre 1952 y 1960, que recopila investigaciones realizadas en torno a Eichmann. El texto detalla los movimientos de personas relacionadas con el líder nazi bajo nombres falsos, como “Ricardo Klement”, y cómo estas personas estuvieron vinculadas a empresas en Argentina, particularmente en la provincia de Tucumán.
El texto confirma que Eichmann, escondido con el apellido “Klement”, trabajó para la empresa Capri. junto a otros ex militares alemanes, antes de trasladarse hacia Buenos Aires. Tucumán es mencionada como una de las provincias donde se radicaron miembros de esta red en sus primeros años en el país, ocultando su identidad tras la Segunda Guerra Mundial.
En esta ficha policial también se menciona a Horst Alberto Carlos Fuldner. Se detalla que era integrante de la empresa Fuldner y Cía. y que dicho empresario manifestó conocer a “Ricardo Klement”. Según sus dichos, el hombre alemán llegó a Argentina el 14 de julio de 1950 desde Nápoles, Italia, a bordo del vapor “Giovanna C”. Junto con Klement, había llegado “Pedro Geller”, un oficial del ejército alemán y que usaba un nombre falso, aunque desconocía su verdadero nombre. “Tanto Geller como Klement ingresaron en 1950 como empleados de C.A.P.R.I., trabajando en la provincia de Tucumán: Geller como jefe de abastecimiento y Klement como jefe de un grupo de obreros”, precisa el documento clasificado.
El nazi que paseó por calle Muñecas
Adolf Eichmann paseaba en Tucumán por la calle Muñecas, desayunaba en el desaparecido café España y se maravillaba con las palmeras de la plaza Independencia. Así lo recuerda una crónica publicada en LA GACETA el 2 de diciembre de 2007 por el periodista Federico Abel, basada en el libro “Eichmann en Argentina”, del escritor Álvaro Abós. El ideólogo de la “solución final”, vivió tres años en Tucumán bajo el nombre falso de Ricardo Klement.
La escena es tan cotidiana como escalofriante: el jerarca nazi, que participó en la Conferencia de Wannsee en 1942 para planificar el genocidio, convertido en un vecino más del norte argentino. Llegó al país en 1950 gracias a la ayuda de la Cruz Roja y una red de contactos vinculados al gobierno peronista, y se instaló primero en La Cocha, luego en Las Estancias (Catamarca). El periodista Abel reconstruye, a partir del trabajo de Abós, cómo Eichmann fue integrándose a la vida argentina: después de su paso por Tucumán, se trasladó a Buenos Aires, donde trabajó en Orbis y luego en Mercedes Benz. Pero el desenlace de esta historia es tan cinematográfico como brutal. El 11 de mayo de 1960, el Mossad israelí lo capturó en San Fernando. Fue trasladado a Israel, juzgado por crímenes de lesa humanidad y ejecutado en 1962. Zvi Aharoni, uno de los agentes que lo atrapó, confesó haberse sentido desconcertado al ver al poderoso nazi convertido en un hombre común, con calzoncillos rotos. Aquella imagen se volvió un emblema de lo que la filósofa Hannah Arendt llamó “la banalidad del mal”.
Un oculto refugio en Las Estancias
En los años 50, en una casa familiar de la localidad catamarqueña de Las Estancias, una pareja recibía a un invitado singular: un hidrólogo alemán de modales refinados que llegaba a caballo, hablaba hebreo e ídish, decía admirar al pueblo judío y evitaba cuidadosamente mencionar la guerra. Su nombre era Ricardo Klement. Pero lo que nadie sabía, ni los anfitriones ni el resto del pequeño pueblo, era que se trataba de Adolf Eichmann, uno de los mayores criminales del régimen nazi y arquitecto logístico del Holocausto.
La historia fue revelada por la actriz Marta Forté al escritor Marcos Rosenzvaig, durante una visita que él y su esposa realizaron a Las Estancias por invitación de la propia Forté. Allí, entre recuerdos familiares y relatos de época, ella contó que sus padres habían compartido cenas con ese hombre de presencia impecable. El dato, estremecedor, inspiró a Rosenzvaig a escribir Querido Eichmann, una novela en la que imagina al genocida desde una narración en primera persona.
El 11 de julio de 2021, en la sección LG Literaria Rosenzvaig relató cómo nació esa historia, marcada por la mezcla de memoria oral, elementos reales y ficción literaria. El artículo reconstruye la escena de un ex jerarca nazi mimetizado con el paisaje montañoso y la comunidad local, compartiendo fondue y charlas sobre ovnis, completamente camuflado entre vecinos que jamás imaginaron que estaban sentando a su mesa a uno de los ideólogos de la “solución final”.
A partir de ese núcleo real, Rosenzvaig incorpora personajes ficticios como un ingeniero judío y una niña que pone en marcha una trama policial. El resultado es una obra que indaga en los límites de la memoria, la impunidad y la capacidad del horror para esconderse a plena luz.
El juicio que reveló al genocida
“Cumplía órdenes”, repitió una y otra vez Adolf Eichmann frente al tribunal que lo juzgó en Jerusalén. Era el 11 de abril de 1961 y comenzaba uno de los juicios más importantes del siglo XX. Eichmann, el arquitecto logístico del Holocausto, aparecía encerrado en una cabina de vidrio antibalas, con el rostro inexpresivo, casi banal. Fue ahorcado el 1 de junio de 1962 en la prisión de Ramla, y sus cenizas fueron arrojadas al mar Mediterráneo para evitar que su tumba se convirtiera en un lugar de peregrinación. Aquel proceso, transmitido en blanco y negro, dejó al mundo una imagen inolvidable del mal despojado de todo dramatismo: un empleado obediente, que gestionó con eficiencia el exterminio de millones.
El 11 de abril de 2021, el periodista Guillermo Monti publicó en LA GACETA una crónica que articula historia, memoria y reflexión moral a partir de ese juicio. Retoma la famosa tesis de Hannah Arendt sobre la banalidad del mal: Eichmann no era un monstruo en términos clásicos, sino un burócrata aplicado, convencido de que su única responsabilidad era ejecutar órdenes.
Pero la nota va más allá del tribunal. Monti vincula esa imagen global con una historia local: la vida de Eichmann en Tucumán. Tras recibir un documento argentino llegó al país en 1950.
Monti también recupera testimonios del documental “El vecino alemán”, donde vecinos tucumanos recuerdan al Eichmann camuflado: un hombre educado, amante de la caza, las cabalgatas y el silencio. Además, menciona la novela “El desafortunado”, de Ariel Magnus, como un ejemplo de literatura que se atreve a explorar esa figura sin traicionar el verosímil histórico.
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