
El que toma la iniciativa suele tener más chances de imponerse. Como en el boxeo: quien lanza los primeros golpes, quien no retrocede, quien propone, suele quedar más cerca de la victoria. En el superclásico, River Plate fue ese boxeador. El que salió a buscar, el que pensó más en el arco rival que en el propio. El que quiso ganar de verdad. Y aunque el fútbol muchas veces es injusto, esta vez el premio fue merecido.
Marcelo Gallardo apostó por un 4-3-3 claro, decidido: Facundo Colidio, Franco Mastantuono y Sebastián Driussi en ataque, Giuliano Galoppo, Kevin Castaño y Enzo Pérez en el medio. Una estructura que buscó desde el arranque jugar lejos de Franco Armani. No fue un River deslumbrante ni mucho menos, pero con su voracidad ofensiva y su actitud ganadora le alcanzó para superar a un “Xeneize” apático, demasiado timorato, y condicionado por un planteo inexplicable de Fernando Gago.
El contraste fue notorio. La intensidad para atacar de los equipos de Gallardo sigue siendo una marca registrada. Esa intensidad que a veces roza el vértigo y puede derivar en errores, siempre parte de una misma premisa: ir al frente. Desde el primer minuto, el “Millonario” asumió el protagonismo ante un Boca defensivo, mezquino, que plantó un 5-4-1 con Carlos Palacios prácticamente de mediocampista y que pensó más en resistir que en ganar.
River cargaba con decisión. Gonzalo Montiel y Marcos Acuña se proyectaban para abrir la cancha, marcando a Tomás Belmonte y Kevin Zenón en los costados.
Colidio hacía lo propio con Luis Advíncula y Rodrigo Battaglia; Mastantuono, del otro lado con Ayrton Costa y Lautaro Blanco.
Galoppo trataba de encontrar espacios interiores y Castaño, más retrasado, distribuía. El dominio era geográfico, táctico y emocional. Faltaba, eso sí, mayor juego asociado para transformar la superioridad en peligro real.
El golazo de Mastantuono -”una joya de tiro libre”, como lo definió Gallardo- rompió la resistencia del “Xeneize”. Pero no cambió el guión: Boca siguió lejos del arco de Armani, sin reacción. Miguel Merentiel peleaba en soledad con los centrales, los laterales apenas se asomaban al ataque, y sólo Zenón ofrecía algo diferente cuando recibía.
Si River mostraba inseguridad con dos centrales inseguros, ¿por qué no arriesgar más? Gago eligió no hacerlo. Y el fútbol, le dio un regalo inesperado: error de Pezzella y empate de Merentiel. Un disparo al arco, un gol.
¿Cinco defensores garantizan defender mejor? No. Un centro de Acuña encontró a Driussi libre para poner el 2-1. No obstante, Gago se quedó en la suya con la linea de cinco defensores.
El complemento encontró a un River más cauto. Con la ventaja, bajó la intensidad. Boca adelantó líneas pero sin generar peligro sostenido. Con Driussi abierto y Mastantuono de falso 9, y luego con el ingreso de Maxiliano Meza, River dispuso de espacios que no supo aprovechar: Mastantuono tuvo una clarísima que desperdició.
Boca, mientras tanto, seguía empecinado en un 5-4-1 improductivo. Gago no rompió nunca la línea defensiva, aun cuando el contexto exigía riesgo. Sus modificaciones tampoco cambiaron el desarrollo: Exequiel Zeballos entró por Belmonte y tuvo una oportunidad, pero no hubo un cambio estructural real. No obstante, con la cámara del VAR, “Changuito” estaba en posición adelantada.
Fernando Gago quedó expuesto con su planteo
El conjunto de Núñez, que dominó casi todo el partido, se impuso también en el aspecto anímico. Y en partidos cerrados, el que gana las pelotas divididas, suele llevarse el premio grande. Así fue. Con actitud, con ganas de ganarlo y con decisión, River se quedó con un superclásico que puede marcar su futuro inmediato en la Copa Libertadores y ¿por qué no? En el Mundial de Clubes.
El Monumental fue una fiesta. River, ahora, se acomoda en la tabla y se sacude de presiones. Boca, en cambio, queda golpeado: sin Copa, sin súper y prácticamente obligado a ganar el torneo Apertura.
Gago quedó muy expuesto. Planteo erróneo de entrada, escasa reacción ante la adversidad y malas decisiones en los cambios. Jugó todo el partido con tres centrales aunque fuera perdiendo.