Fue "mascota" de Atlético Tucumán, conoció al Papa Francisco en persona y se lamenta no haberle regalado una camiseta del "Decano"

Franco Doña visitó al Sumo Pontífice en 2017, año en el que su tío Carlos Sánchez fue nombrado como Arzobispo.

Fue mascota de Atlético Tucumán, conoció al Papa Francisco en persona y se lamenta no haberle regalado una camiseta del Decano Gentileza Franco Doña.

La osadía es una característica que resume a la perfección a Franco Doña. El tucumano, de 40 años, es atrevido, valiente y, como se diría en criollo, “pechador”. Empuja hasta lo que parece inamovible y consigue sus objetivos cueste lo que cueste. Ese espíritu intrépido y desvergonzado fue el que lo convirtió en la “mascota” de Atlético durante el ciclo de Héctor “Chulo” Rivoira, y esa misma cualidad lo llevó a conocer al Papa Francisco en El Vaticano, donde compartieron una breve charla de menos de cinco minutos, pero suficiente para quedar grabada en su memoria.

Franco es insistente y aguerrido. Hizo sus estudios secundarios en la Escuela Especial “El Taller”, ubicada en la avenida Avellaneda 240, y siempre fue un fanático acérrimo del Decano. Su debut como hincha fue a los tres meses de vida, en brazos de su padre Héctor, y desde los seis años comenzó a asistir de manera regular a la cancha. Luego se animó a ir a los entrenamientos del plantel profesional y, poco a poco, se ganó la confianza de los diferentes cuerpos técnicos.

En 2009, Franco vivió el momento más feliz de su historia con el club: festejó el ascenso a Primera División y se subió al colectivo en el que el equipo del Chulo regresaba de Córdoba, después del triunfo 4-1 frente a Talleres. A partir de entonces, el DT lo designó como “mascota” oficial y formó parte de la foto institucional de aquel equipo. Ese fue, sin dudas, el primer gran logro de su vida.

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La visita al Papa Francisco

El segundo gran momento llegó en 2017. Ese año, su tío Carlos Sánchez fue nombrado arzobispo por el Papa Francisco y fue citado a Roma para asistir a una audiencia. Sánchez aprovechó la ocasión para invitar a toda su familia y realizar un viaje por el Viejo Continente. Así, la familia Doña se embarcó en una aventura inolvidable: llegaron a Roma y se alojaron en un convento ubicado en la capital italiana. Franco conoció sitios históricos como el Coliseo y la Fontana di Trevi, pero la visita al Papa fue una caricia al alma.

Si bien no recuerda el día exacto, Doña cuenta que su tío se encontraba en El Vaticano y los llamó alrededor de las 15 para avisarles que Francisco los recibiría en la residencia de Santa Marta, el sitio donde vivió durante gran parte de su papado. La cita estaba pautada para las 16.30 y la familia debía salir con tiempo: los horarios del Sumo Pontífice eran estrictos y no podían demorarse ni un minuto más. Esa fue la indicación del arzobispo Sánchez.

El primer desafío surgió al salir del convento. Pasaron varios minutos hasta que, luego de varios intentos, consiguieron un taxi que los llevara hasta Santa Marta. El viaje duró unos 45 minutos. Uno de los recuerdos más vívidos de Franco es la recepción de la Guardia Suiza. “Todos estaban notificados de que ya llegábamos”, recuerda el fanático decano. Una vez en el lugar, pasaron a una sala con dos sillones y un escritorio. En un abrir y cerrar de ojos, apareció Francisco.

JUNTO A SU TÍO. Doña es sobrino del arzobispo Carlos Sánchez. JUNTO A SU TÍO. Doña es sobrino del arzobispo Carlos Sánchez. Gentileza Franco Doña.

Según Doña, el Papa saludó uno por uno y les regaló un rosario bendecido. Luego recibió dos presentes que había llevado la familia: unos alfajores regionales y varios paquetes de yerba. “Nos dijo que no podía comer cosas dulces, pero nos agradeció el gesto”, cuenta Franco. Después le mostraron un cartel que habían preparado especialmente para la ocasión: “Tucumán te ama y reza por el Papa”, decía la frase, acompañada por las imágenes de Francisco, de Sánchez y de la Casa Histórica. “Era muy sencillo y humilde. Me decía: ‘Hola, chango. ¿Cómo estás, chango?’. Sabía varias cosas de Tucumán”, recuerda.

Franco también se dio el gusto de hacerle una broma al Papa. “Le dije que mi tío iba a ser el próximo Papa y se mató de la risa. Quién sabe, quizá llega, jaja”, ríe.

Una pequeña espina le quedó clavada: no haber podido llevarle una camiseta de Atlético. Era uno de los primeros planes que tuvo en mente, y aunque la gestionó con los dirigentes del club, no logró conseguirla. “No me la dieron, así que no pude llevarla”, lamenta.

Ese no fue el único contacto de Franco con Francisco. Días después asistió a una misa en la Basílica de San Pedro, aunque esta vez solo pudo verlo desde lejos. “Es algo que no se repetirá más en la vida. Un Papa argentino es casi imposible que vuelva a pasar. Lo que más me sorprendió fue su humildad, aunque ya se notaba que estaba muy mal de salud. El domingo de Pascuas casi no podía hablar”, relata.

Fue mascota de Atlético Tucumán, conoció al Papa Francisco en persona y se lamenta no haberle regalado una camiseta del Decano Gentileza Franco Doña.

La misa

Tras el fallecimiento de Francisco, Doña asistió a la misa organizada por el arzobispo Sánchez en la Catedral de Tucumán. El encuentro, según cuenta, fue muy conmovedor, sobre todo por la homilía de su tío. “Se le entrecortó la voz muchas veces. Él tenía una gran relación con el Papa y hablaban mucho por teléfono”, revela.

Más allá del protocolo, lo que más impactó a Doña fue un detalle inesperado: la entrada de un colibrí justo en el momento en que se nombró al Papa. “Dio dos vueltas a toda la iglesia y se fue. Eso fue muy emocionante porque lo tomamos como una señal”, dice, conmovido.

Franco agradece la posibilidad de haber conocido a Francisco. Sabe que fue un privilegio, un hecho irrepetible. Y lo guarda en su memoria como uno de los días más felices de su vida.

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