El deterioro de la democracia

El deterioro de la democracia
25 Abril 2025

Por Laura Chinchilla

Ex presidenta de Costa Rica

La democracia no se puede dar por sentada. Crecimos creyendo que por ciertos diseños institucionales estaba garantizada. Hasta las democracias más sólidas sufren hoy deterioros significativos...Cuando individualizamos las características de la democracia liberal (las libertades civiles, el pluralismo, el proceso electoral, la libertad de expresión, etc) vemos que todas experimentan un retroceso. Hay un sentimiento común, global, de los ciudadanos: el temor frente a lo que puede venir. La transformación tecnológica, el cambio climático y la pandemia, entre otras crisis, se combinan en la generación de incertidumbre. El populismo busca explotar el temor.

La encuesta global de valores (EMV) indica que crece la inclinación de la opinión pública hacia un autoritarismo potencialmente eficiente. América latina es la región que ha experimentado el deterioro más prologado y acelerado. 75% de la población dice no sentirse satisfecha con la forma en que se gobierna. Más del 50% de la población dice sentirse insegura en su vida cotidiana y sostiene que no le importaría que un gobierno no democrático se instale en sus países si resolviera sus problemas…Los partidos políticos y los parlamentos son las instituciones peor valoradas en nuestra región y son dos instituciones sin las cuales no hay democracia. Bastiones fundamentales ligados al estado de derecho y a la representatividad son rechazados. Solo 13% de los latinoamericanos cree en los partidos políticos, solo un 20% valora al Congreso y solo un 25% al Poder Judicial. Son razones de fondo que explican la búsqueda de alternativas fuera del menú democrático…

Hace quince años Francis Fukuyama ya hablaba de “vetocracia” refiriéndose a los mecanismos de bloqueo a la toma de decisiones de la democracia norteamericana. Esto explica en parte la impaciencia de la gente respecto de demandas urgentes, como el de la seguridad, que explica el ascenso y la popularidad de líderes como Bukele. Obviamente no es un modelo replicable porque parte de premisas que no se dan en otros países pero es una señal de un fenómeno global. No significa que la gente haya renunciado a su vocación por la libertad o la dignidad pero cuando pone en la balanza ciertas necesidades imperiosas prefiere sacrificar las primeras. Por otro lado, la gente se siente menos representada. En Perú, por ejemplo, tenemos un gobierno cada vez más debilitado con un congreso fragmentado sin incentivos para colaborar con el Presidente. La percepción que tiene la gente es que la clase política se la pasa peleando entre sí, de espaldas a la gente. Una de las vías para combatir esta decepción popular es institucionalizar la participación ciudadana en el debate y la definición de los grandes temas de la sociedad.

Históricamente ganaban los candidatos presidenciales que buscaban el centro político. Eso los obligaba a convocar, a moderarse, a generar consensos. Ahora ocurre lo contrario. El que se instala en el centro es arrasado por los que ocupan los extremos. Los incentivos de los nuevos políticos los lleva a un “circo romano”, a la construcción de identidad partidaria a partir de la negación de la existencia de los otros. Esto está muy ligado a las redes sociales, cuyos diseños estimulan discursos y narrativas extremas. La comunicación fundamentada en hechos, en constataciones y balance informativo, empezó a aburrir a la gente, como ocurrió con los políticos que proponen sensatez.

*Fragmento de una exposición brindada durante la Reunión de Medio Año de la SIP.

Perfil de Laura Chinchilla

Fue presidenta de Costa Rica entre 2010 y 2014. Antes fue vicepresidenta, ministra de Seguridad y legisladora nacional. Es licenciada en Ciencias Políticas, tiene una maestría en Políticas Públicas y es investigadora del Instituto de Política y Servicio Público de la Universidad de Georgetown.

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