La novela electoral en Atlético Tucumán: promesas, recuerdos y ambiciones

La novela electoral en Atlético Tucumán: promesas, recuerdos y ambiciones

Hay clubes que atraviesan su historia con la serenidad de un río calmo, en el que el agua pasa sin sobresaltos y todo parece seguir un cauce normal. Sin embargo hay otros que se mueven al ritmo de una montaña rusa; los vaivenes institucionales, deportivos y políticos trazan un pulso intenso y muchas veces impredecible. Atlético, en la antesala de una nueva elección, se parece más a lo segundo: un club que vive en ebullición, con un corazón celeste y blanco que late fuerte, incluso cuando no se lo escucha.

La calma que parecía haber dejado entrever el presidente Mario Leito semanas atrás, cuando le había asegurado a LA GACETA que no sería candidato, pareció ser sólo un suspiro antes de la tormenta. “Es probable que Mario pueda volver a encabezar la lista”, dijo, con tono de certeza, un allegado a la directiva. Y ese “muy probable” no suena a deseo, sino a destino. Como si el tiempo, el contexto y los propios nombres que giran en la ruleta del poder empujaran a Leito, una vez más, al centro del escenario.

No sería la primera vez que el actual presidente cambia de parecer. Ya lo hizo en la última elección, cuando después de anunciar su retiro de la política “decana”, terminó encabezando la fórmula ganadora. No por capricho ni por terquedad: fue, en buena parte, porque nadie logró reunir el consenso suficiente para sucederlo; nadie parecía tener la espalda para soportar la presión de tomar el mando de un club tan importante. Y hoy la historia parece repetirse. Sonaron Mario Ávila e Ignacio Golobisky, también Martín García y Gonzalo Carrillo Leito. Pero la falta de acuerdo, las internas soterradas y la presión de los tiempos parecen acelerar una resolución que a esta altura suena inminente: Leito, otra vez.

Lleva 17 años en el principal sillón del club. Bajo su conducción, Atlético salió de ese infierno llamado Argentino A, llegó a Primera, jugó torneos internacionales y, con altibajos, se mantuvo una década en la máxima categoría del fútbol argentino. No es poca cosa. Durante ese extenso recorrido, también hubo transformaciones fuera de la cancha: se renovó el estadio Monumental (que incluso creció en capacidad), se mejoró sustancialmente el complejo José Salmoiraghi y se adquirió un predio en San Andrés, donde ya se avanza en la construcción de un espacio propio para las divisiones inferiores y que este año comenzará a ser utilizado. En una provincia en la que la política deportiva suele ser terreno de conflictos y promesas incumplidas, la continuidad del oficialismo en Atlético se ha convertido en una forma de estabilidad. Un rostro conocido que, para muchos socios, garantiza previsibilidad. Pero esa misma continuidad también despierta cansancio, y abre la puerta a otras alternativas.

Del otro lado del ring, la oposición comienza a tallar su propia figura. Con pasos aún tímidos pero decididos, Vicente Parra y Eduardo Villecco confirmaron que correrán la carrera. Son nombres que remiten a otras épocas del club, a otros estilos, a otras formas de entender el poder. Parra encabezará una lista y, según supo este diario, durante esta semana será clave para terminar de delinear un bloque más amplio, incluso con otras agrupaciones. Las conversaciones están en marcha y el ajedrez opositor tiene sus propias piezas en juego. Por ahora, la única certeza es que el llamado a elecciones se realizará en las próximas semanas y la fecha que tienen en mente en 25 de Mayo y Chile para llevar adelante la puja electoral es el sábado 28 de junio.

En este contexto, cada movimiento es una metáfora de lo que se está disputando: más que un cargo, lo que está en juego es el alma del club. La política “decana” dejó de ser un juego de pasillos para convertirse en una administración profesionalizada. La reciente reforma del estatuto exige que los vocales ya no ocupen lugares decorativos, sino que gestionen áreas concretas: fútbol profesional, divisiones inferiores, socios, cultura, comunicación y mucho más. Eso obliga a todos los sectores a pensar sus listas con otra lógica, más funcional que simbólica. Ya no alcanza con la lealtad o con los apellidos; hace falta capacidad de gestión.

“Vamos a esperar a que termine el torneo para anunciar el candidato. Estamos trabajando en eso”, deslizó una fuente cercana al oficialismo. El misterio tiene forma conocida, y el tiempo parece jugar a favor del status quo. La imagen de Leito, pese al desgaste natural de tantos años, sigue siendo fuerte. La oposición, por ahora, parece no lograr instalar una figura que lo desafíe con chances reales de éxito. Y en política, como en el fútbol, la percepción muchas veces vale más que la táctica.

Redefinir posiciones

Sin embargo, el escenario no está cerrado. La irrupción de Parra y Villecco rompió la tregua que algunos sectores intentaban negociar. Esos grupos, que coqueteaban con una lista de unidad entre oficialismo y oposición, deberán ahora redefinir su posición: ¿se sumarán al bloque que encabeza Parra? ¿Irán por fuera con una lista propia? ¿Se plegarán al oficialismo?

Atlético llega a este momento con la madurez de una institución que aprendió a sobrevivir en las alturas. El mercado de pases de mitad de año y la planificación deportiva para el segundo semestre son dos factores clave que explican el apuro por definir autoridades. Nadie quiere asumir el mando con el calendario corriendo en contra. Y es por eso que el llamado a asamblea suena cada vez más fuerte.

Hay una épica en disputa. No sólo porque cada elección condensa sueños, proyectos y tensiones, sino porque esta vez hay una nueva normativa que permite que las minorías puedan acceder a vocalías con funciones reales. Es decir, la oposición puede, incluso perdiendo, formar parte de la conducción del club con voz y voto. Por primera vez, las agrupaciones no oficialistas tendrán acceso al padrón, participación en las juntas de lectura y margen de incidencia en decisiones clave.

Tal vez por eso esta elección se parezca tanto a una novela de final abierto. Un presidente que dice que se va, pero tal vez se queda. Una oposición que se rearma con socios históricos y ex dirigentes. Un club que mira hacia adelante, pero que no quiere soltar del todo la mano que lo condujo por los caminos más luminosos de su historia reciente. Y una comunidad de socios que, entre la memoria y el deseo, deberá decidir si es momento de cambiar o de renovar.

Por lo pronto el tiempo se acelera, las piezas se mueven y el clima político se calienta. Atlético, otra vez, se asoma a una encrucijada. Y como en toda encrucijada, no hay caminos fáciles, solamente decisiones que marcarán el rumbo de lo que vendrá.

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