En Pascua, además de los rituales religiosos, muchas familias en todo el mundo se reúnen para compartir una comida con una rosca, esconder huevos de chocolate y contarle a los chicos sobre el famoso conejo que los reparte. ¿Pero de dónde vienen realmente estas costumbres? Aunque no hay una única versión oficial, existen varias leyendas y tradiciones populares que explican cómo surgieron y cómo, con el tiempo, se volvieron parte del imaginario colectivo.
Huevos de Pascua
Mucho antes del cristianismo, diferentes culturas ya consideraban al huevo como un símbolo de vida, fertilidad y renovación. En la antigua Persia, por ejemplo, los huevos eran parte de las celebraciones del Nowruz, el año nuevo que coincidía con el equinoccio de primavera. Civilizaciones como la egipcia y la romana también los asociaban con la creación y la vida eterna.
Con la llegada del cristianismo, el huevo fue resignificado como metáfora de la resurrección: el cascarón cerrado representaría el sepulcro de Cristo, y su apertura, el milagro de la vida nueva. Durante la Edad Media, la costumbre de regalar huevos decorados tomó fuerza. Como durante la Cuaresma estaba prohibido consumir productos animales, muchos cocían los huevos para conservarlos y, al finalizar el ayuno, los decoraban y compartían como gesto festivo.
Con el tiempo, la costumbre migró del huevo real al simbólico. En el siglo XVIII, en Francia y Alemania comenzaron a fabricarse huevos comestibles de azúcar y luego de chocolate, un producto que recién entonces empezaba a ser accesible para la población. Las primeras piezas eran macizas y rudimentarias. Fue recién en el siglo XIX, con el desarrollo de moldes y técnicas de pastelería más sofisticadas, que surgieron los huevos huecos, decorados y rellenos, como los conocemos hoy.
De esta forma, nació una de las costumbres más esperadas por los chicos -y no tan chicos-. Los huevos de Pascua ya son parte inseparable de la celebración en muchos países del mundo, especialmente en América y Europa. Existen versiones artesanales, industriales, de chocolate blanco, negro, con sorpresas adentro o incluso diseñados por chefs reconocidos como piezas de alta repostería.
Y los argentinos nos tomamos muy en serio las pascuas y el chocolate. En 2019, en Miramar, se construyó el huevo de Pascua más alto del mundo. Medía 10,5 metros de altura, tenía un diámetro de 6 metros y pesaba más de 4.100 kilos. Aunque superó el récord anterior, no fue certificado por Guinness debido al alto costo del trámite.
El conejo de Pascua
A diferencia de los huevos, el conejo no tiene un origen religioso. Su aparición como figura pascual proviene de antiguas creencias europeas, donde era visto como un animal vinculado a la fertilidad, la primavera y el renacer de la naturaleza.
Una de las versiones más aceptadas sitúa su origen en Alemania, en el siglo XVII, donde se hablaba de un conejo mágico que ponía huevos de colores y los escondía en los jardines para que los niños los encontraran. Con la inmigración alemana a Estados Unidos, la historia se popularizó, se mezcló con costumbres locales y terminó consolidándose en todo el mundo.
Hoy, el conejo de Pascua es una figura central en distintos lugares. Sin embargo, no todos los países celebran con el mismo personaje. En Australia, por ejemplo, el conejo no es una figura simpática, sino que es visto como una amenaza ecológica. Estos animales fueron introducidos en el país en el siglo XIX, y se convirtieron en una de las especies de propagación más rápida jamás registradas. Por eso, en 1991, una organización ambiental australiana impulsó una campaña para reemplazar al tradicional conejo de Pascua por una figura autóctona: el bilby. Es un pequeño marsupial del desierto con largas orejas, similar en apariencia pero más amigable para ellos.
La rosca de Pascua
En muchos países de tradición cristiana, sobre todo los de raíz católica, la Pascua se celebra con un pan dulce en forma de anillo, conocido como rosca. Su forma circular fue interpretada de distintas maneras: para algunos representa el ciclo eterno de la vida, otros la asocian a las antiguas coronas de flores que se ofrecían en primavera, pero también lo relacionan con la corona de espinas que llevó Jesús.
La tradición de hornear este tipo de panes tiene raíces profundas en Italia, particularmente en la región de Lombardía, donde se elaboraba un pan llamado "colomba di Pasqua", con forma de paloma, símbolo de paz. A medida que esta costumbre se expandió por Europa y América Latina, la forma cambió, pero mantuvo su espíritu.
En Argentina, la rosca suele estar decorada con crema pastelera, frutos secos, azúcar, en ocasiones chocolate, entre otros. Su preparación se volvió tan conocida que existen versiones artesanales, gourmet, sin gluten, rellenas o con masa madre. Ya son parte de las nuevas tendencias gastronómicas.
Si bien todas estas tradiciones tienen raíces culturales o religiosas, su expansión masiva se vio impulsada por el marketing. La industria alimentaria, especialmente la del chocolate, encontró en la Pascua una oportunidad ideal para crear productos estacionales y campañas publicitarias que ayudaron a consolidar estos símbolos a nivel global.
Con el tiempo, los huevos, los conejos y las roscas se convirtieron en un ritual comercial y familiar, parte del folklore moderno. Y, más allá de su origen, siguen cumpliendo con su función más importante: reunir a la familia y amigos alrededor de una mesa para celebrar.
El bilby australiano es un pequeño marsupial del desierto con largas orejas, similar en apariencia.






