La Semana Santa en el Tucumán colonial

La Semana Santa en el Tucumán colonial
17 Abril 2025

Elena Perilli de Colombres Garmendia

Historiadora - Junta de Estudios Históricos

La vida cotidiana de la ciudad colonial estaba impregnada de religiosidad. Todas las actividades, en especial la de las mujeres, estaban marcadas por la asistencia a actos religiosos. No había ajuar femenino que no incluyera “alfombritas de iglesia” (ya que no había bancos ni reclinatorios) y trajes de misa. Las señoras acudían a los templos no solo para oír misa los domingos y feriados sino todos los días a distintos oficios, novenas, salves, rosarios, vía sacra, funerales, cofradías etc. El traje con que se asistía se le llamaba “vestido de iglesia;” era negro con una manta de merino del mismo color. Las mujeres del pueblo también poseían uno, pero de cualquier género siempre y cuando sea oscuro.

Por lo general, el ornato de las viviendas se componía, en su gran mayoría, de imágenes religiosas y a la celebración habitual de los santos patronos y vice patronos, se agregaban otras devociones de gran importancia, algunas de las cuales aún se mantienen como la de Virgen de la Merced y del Señor de la Salud.

La Semana Santa y Corpus Christi eran acontecimientos trascendentes y toda la sociedad participaba con devoción. Los vecinos eran obedientes a los pedidos de la Iglesia, aunque a veces las autoridades debían ordenar a los propietarios de tierras que dejaran sus feudos para asistir a los actos de la Semana Santa.

En su preparación, el Cabildo, que reglamentaba la vida de la ciudad, se hacía cargo de todos los detalles que otorgaban solemnidad a las diversas funciones. Se sumaban en esta tarea las autoridades y las órdenes religiosas. Los días miércoles, jueves y viernes eran días festivos, se cerraban tiendas y pulperías. No había sesiones del Cabildo y se aseguraba el cumplimiento de la abstinencia de carne con la provisión de pescado para esos días.

Preparativos

Toda la población se abocaba a los preparativos. En primer lugar se adecentaba la ciudad, con la limpieza de las calles, en particular, las que rodeaban la plaza. Se colocaban mesas que oficiaban de altares en las esquinas principales para la función del viernes y, en cada una, había un responsable designado entre los vecinos principales, quienes debían ornamentarlas para la ocasión.

Estas fiestas eran la expresión de la relación entre la elite y la religiosidad, marcada por una serie de actos y actividades colectivas de carácter social y político. Representaban el grado de poder y religiosidad individual, familiar y grupal ya que participaban activamente los miembros de las familias principales destacadas por la ornamentación de sus casas, por el lugar que ocupaban en los actos y su nivel de protagonismo en ellos. Las fiestas eran la expresión de una sociedad jerarquizada y las celebraciones piadosas en la ciudad eran el ámbito más apropiado para expresar la religiosidad y devoción que se erigían en un modelo de comportamiento para los demás.

La Semana Santa en el Tucumán colonial

No solo en la ciudad tenían lugar los actos, sino en todos los curatos y parroquias de la campaña. En la zona rural, sobre todo en el Valle Calchaquí, se expresaba con más fuerza el sincretismo que reunía elementos de origen católico con prácticas indígenas ancestrales. En ocasiones, las ceremonias se cumplían con marcado realismo, ya que se ponían imágenes de Cristo que podían desprenderse de la Cruz e incluso con movilidad en los brazos, para representar el descendimiento con gran impacto.

Ya en el siglo XIX continuarían estas celebraciones. Las dificultades económicas, a partir de la Revolución, no eran un obstáculo para las festividades religiosas, tan necesarias para templar el ánimo de los piadosos vecino y el Cabildo establecía la lista de celebraciones obligatorias.

La Semana Santa y todo el calendario religioso, siguiendo la tradición hispana, fue importante en la vida de la población de aquellos años. No solo eran la expresión de la fe cristiana sino también de una sociedad jerarquizada.

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