“Lo que supe de sexo por muchos años, lo aprendí de la pornografía. Recuerdo que en mi adolescencia encontramos en la casa de una amiga, una película en VHS que su papá ocultaba detrás de ropa en su placard, y nos juntábamos en grupo a verla, porque de sexo en nuestras casas no se hablaba”, cuenta Antonella, una empleada administrativa de 37 años.
“Miro atrás y es un error que no repetiría con mis hijos porque entendí que no había aprendido nada en realidad; que era ficción y que todo lo referido a la sexualidad pasa por otro lado”, reflexiona. Es que más allá del placer visual que puede ofrecer, la pornografía está plagada de mitos y realidades distorsionadas que crean ideales inalcanzables sobre el sexo.
Desde el rendimiento sexual hasta las expectativas sobre el cuerpo, el porno nos ha vendido una visión irreal que dista mucho de la compleja y diversa realidad de la intimidad humana.
Irreal
Roberto Finoli, psiquiatra y sexólogo, sostiene que existen efectos nocivos en la pornografía que pueden afectar la percepción de la sexualidad. “El porno, al estar motivado por una intención lucrativa, prioriza la novedad, la intensidad y la diversidad de actos, por encima de una representación realista de las experiencias sexuales”, explica.
Esto genera un conjunto de expectativas que no se corresponden con la realidad, lo que puede llevar a frustración y, en muchos casos, a una desconexión emocional durante las relaciones sexuales.
Uno de los mitos más comunes que refuerza la pornografía es el “rendimiento sexual idealizado”. Finoli explica que el porno a menudo presenta encuentros sexuales prolongados, erecciones firmes y orgasmos múltiples en cada relación, lo que no refleja la variabilidad real de la respuesta sexual humana. “Muchas veces se establece una brecha entre lo esperado y lo experimentado, lo que puede generar frustraciones y hasta insatisfacción permanente”, agrega.
Otro mito frecuente es la “disponibilidad y deseo sexual perpetuo”. Finoli aclara que el deseo sexual en la vida real fluctúa según factores hormonales, emocionales y de estrés. “La sexualidad es dinámica y cambiante, no una constante inquebrantable”, afirma.
Inseguridades
Ivana Andrade, licenciada en psicología y sexóloga, hace hincapié en las consecuencias que el porno tiene sobre la autoestima. Ya que en un mundo donde los cuerpos ideales están constantemente en exhibición, las personas se ven presionadas a ajustarse a estos estándares.
“Los varones tienden a enfocarse en el tamaño y rendimiento, mientras que las mujeres pueden generar expectativas poco realistas sobre la pasión o la intensidad emocional de una relación sexual”, observa.
Andrade explica además, que las personas que consumen porno desde jóvenes esperan de forma inconsciente que el sexo real sea igual al de las pantallas. “Esto puede hacer que el acto se sienta vacío o falto de algo, aunque no se sepa exactamente qué”, puntualiza.
Jóvenes
“Lo consumimos, y tenemos una ventaja que otras generaciones no tenían: internet. Pero también a diferencia de nuestros padres, creo que somos más conscientes de que lo que vemos en la pantalla no es real”, analiza Leandro de 19 años.
Como él expresa, la facilidad de acceso a la pornografía cambió la forma en la que los jóvenes consumen este contenido. Pero algunos estudios encienden banderas rojas. Según investigaciones realizadas por el Journal of Sex Research, la pornografía hoy en día no solo se consume, sino que también se produce y distribuye a través de las redes sociales, lo que facilita la propagación de los ideales distorsionados de la sexualidad que detallan Finoli y Andrade.
Por eso, ambos sexólogos coinciden en la necesidad de una reeducación sexual. “El primer paso es nutrirse de información científica sobre la diversidad de la sexualidad humana, el consentimiento y la comunicación”, asevera Finoli. Y Andrade concluye: “Es fundamental que se incluya este tema para entender que el porno puede ser usado como una herramienta para potenciar el placer en la pareja, siempre con información científica y validada”.











