
Primero: es un alambrado de 200 metros y no un muro. Segundo: la frontera Argentina con Bolivia tiene una extensión de unos 742 kilómetros. Tercero: la medida busca ordenar el paso al vecino país, ya que se estima que unas 15.000 personas cruzan el límite por día. Cuatro: la obra se hará en uno de los cruces legales, pero en la zona existen más de 30 que no son controlados. Esas son cuatro razones suficientes para pensar que la tan polémica cerca no servirá para luchar contra el narcotráfico.
¿Por qué tanto ruido entonces? Desde 1983 hasta nuestros días, ninguno, pero ninguno de los gobiernos democráticos pudo frenar el avance narco en la región. Se dictaron medidas temporales que no se mantuvieron con el tiempo. Siempre fueron parches que generaron discusiones y polémicas que sirvieron para tapar lo que realmente ocurría. Por ejemplo, durante el enero que acaba de culminar, Gendarmería Nacional secuestró 696 kilos de cocaína, mientras que el año pasado fueron incautados 74. En otras palabras, la cantidad de droga decomisada en el NOA aumentó más de un 900%. También se duplicaron los procedimientos realizados durante el primer mes del año: en 2024 se hicieron nueve, en 2025, 20. El hallazgo de mayor cantidad de sustancias no tiene que ver con el número de operativos, sino con una dura realidad: cada vez se trafica más droga por los caminos de la región.
Por el cielo
Mientras el país hablaba del alambrado de Aguas Blancas, se registraron dos situaciones que alteraron los ánimos de las autoridades. En 7 de Abril, al norte de Tucumán, la fuerza nacional secuestró 156 kilos de cocaína que posiblemente llegaron a Salta en un vuelo narco y de ahí pretendieron trasladar a nuestra provincia primero y a Buenos Aires después. Casi en simultáneo, en un campo de Entre Ríos, la Policía descubrió que una avioneta, al quedarse sin combustible, tuvo que hacer un aterrizaje de emergencia. Transportaba 359 kilos de cocaína. Ambos casos terminaron burlándose del sistema de control aéreo que lanzó el año pasado la Nación. La valla de 2,5 metros de altura que proyectan colocar en Aguas Blancas tampoco servirá para detener el transporte aéreo de este estupefaciente.
Hace unos días, el diario “La Nación” publicó una columna de opinión de Nicolás Dapena, ex subsecretario de Lucha contra el Narcotráfico de la Nación y consultor de la Organización de las Naciones Unidas, en la que cuestionaba el sistema de control aéreo de la Nación. Basó sus críticas en tres puntos:
1- El sistema de radarización no cubre toda la frontera del norte, sino que detecta los vuelos cuando las naves pasan por el cielo de Santiago del Estero.
2- La Nación adquirió aviones caza para perseguir a las avionetas, pero terminan siendo inútiles. Esas naves no pueden volar a la misma velocidad que las de menor porte. Un investigador hizo la siguiente comparación: los narcos utilizan un Fiat Uno modelo 2003 con GNC y el Estado, un auto de Fórmula 1.
3- Legalmente, el piloto que derribe un caza podría afrontar problemas legales porque se excederá, ya que el uso proporcional de la fuerza nunca será el mismo entre un caza y una avioneta.
El especialista no sólo criticó por criticar, sino que además aportó posibles soluciones. La primera, invertir en el desarrollo de radares 3D que captan los vuelos a baja altura (suspendido el año pasado por falta de presupuesto); dotar a las fuerzas de seguridad de aviones o avionetas que puedan perseguir a las de los narcos; e intensificar la inteligencia criminal para detectar las zonas de aterrizaje y bombardeo de droga para no depender de un llamado anónimo de un vecino.
Por tierra
El alambrado de Aguas Blancas estará custodiado por los hombres de Gendarmería Nacional. Justamente, los integrantes de una fuerza que están siendo cuestionados por hechos de corrupción. En enero, fue detenido en Mendoza el ex titular del destacamento de Orán, considerado como una especie de “shopping” de venta de drogas. Según la Justicia Federal, dirigía una organización que transportaba cocaína, marihuana y drogas sintéticas desde la localidad salteña, hasta su provincia natal y de allí la llevaba a Buenos Aires.
El año pasado, en una investigación realizada por el fiscal federal Agustín Chit, se desbarató una red de corrupción en las rutas del NOA. Los gendarmes recibían sobornos por parte de los responsables de tours de compras para no controlar la mercadería ingresada ilegalmente al país y la droga que transportaban. Los uniformados y bagayeros fueron procesados, pero no se ordenó el secuestro de los micros que utilizaban para realizar este tipo de actividad. En enero, según las estadísticas, incautaron 30 kilos de cocaína que eran transportadas en estas excursiones. El año pasado, se decomisaron 12 kilos.
Todas las investigaciones sostienen que la ruta 34 se transformó en el nuevo camino narco del NOA. La elección no es caprichosa. Esa vía comunica al litoral y a Buenos Aires, donde están los puertos que son utilizados para enviar cocaína a otros continentes. La Policía de Tucumán es la única fuerza que tiene un control fijo en 7 de Abril, uno de los tantos puntos de la triple frontera de la región. Gendarmería sólo aporta patrullas móviles que de vez en cuando recorren la zona. Esa es otra de las ventajas con las que se encuentran los narcos.
Economía y algo más
El incremento del tráfico de drogas se refleja en el valor de la sustancia. El costo promedio del kilo de cocaína en la frontera es de U$S 2.500 y ahí se va encareciendo por la distancia. En Tucumán se cotiza a U$S3.000, en Buenos Aires a U$S5.500 y en un puerto de Europa a U$S35.000, según los datos que manejan los investigadores y los especialistas de la ONU. Entonces, el valor de los 696 kilos de la sustancia sería de U$S 5,8 millones en el puerto de la capital argentina y de U$S24,3 millones en el Viejo Continente.
Esos márgenes de ganancia son más que suficientes para comprar voluntades de los miembros de las fuerzas de seguridad, fiscales y jueces. También alcanza para apoyar o poner en la escena a un candidato a intendente o concejal en una ciudad de frontera. Analizar todas estas cuestiones es mucho más importante que celebrar la colocación de un alambrado de 200 metros.