La basura en Tucumán no se toma vacaciones

La basura en Tucumán no se toma vacaciones

la gaceta / foto de franco vera

Por ella se comete en Tucumán un delito ambiental a cada rato, en cualquier punto de la geografía provincial. Por día se libra contra ella una batalla, sobre todo en las zonas periféricas. A veces se le gana, la mayoría de las veces no.

Tratar de decidir qué tenemos que hacer los tucumanos con la basura nos obliga a apelar al sentido común. Porque aunque hayan pasado los Patronelli, la Bernasconi y miles de turistas que se preguntaron por qué la dejamos donde se nos ocurra (y por más esfuerzos que han hecho varios sectores por cambiar su destino), la situación no cambia. Houston, no tenemos un problema: ¡tenemos un “problemón”!

Y como nada ni nadie resiste al archivo, podemos poner en un buscador “basura + Tucumán” y verán que hay material para “hacer dulce”. Ah, y si queda alguna duda, lean esto tomado al azar entre los cientos de textos que versan de la materia: allá por finales de 2020, LA GACETA encargó un sondeo que dejó un dato contundente: el 64% de los tucumanos creía que la higiene urbana de San Miguel de Tucumán estaba descuidada. Cuatro años después…

Preguntas (con respuestas que nos van a incomodar): ¿qué nos lleva a los tucumanos a tener esa relación, por decirlo de algún modo, tan “íntima” con la basura? ¿Qué nos motiva a estar, día a día, cara a cara, con ella? ¿Nos gusta, nos da placer? (cosa que sería morboso) Por otro lado, ¿nos interesa el tema, queremos resolverlo o simplemente pensamos que es algo que otro/s debería/n hacer?

No importa dónde ni cuándo, pero la basura se pone ante nuestra mirada. Nos hace guiños; muda nos describe cómo somos. Ella “arma” micro y mini áreas de material desparramado, ya no sólo en las ciudades más grandes, sino también en las más pequeñas, en los pueblos, en los caseríos. Esos que, si no se los erradica, pasan a ser súper, quizás híper (y por ahora no hablemos ni de ultra ni de mega, pero al paso que vamos…)

Lugares

Una calle, un puente, la margen de un río, una vereda, un baldío. Los canales y desagües pluviales; los parques; las plazas y plazoletas; los fondos de una casa (o en los patios o en algún punto interior); una maceta pública; una parada de colectivos. En pasajes, calles y avenidas (¿acaso no vieron alguna vez cómo ciertos desaprensivos que circulan tiran sus desechos por una ventanilla?). En la vera de las rutas; alrededor de algún bache que está en arreglo; al lado de contenedores de obra; en las sendas de los cerros; en los caminos vecinales.

Quizás no se dieron cuenta, pero ya llevan casi un minuto leyendo sobre los sitios donde encuentra cobijo la dichosa basura, arrojada la mayoría de las veces por manos anónimas. Y denlo por hecho: podríamos habernos quedado cortos con la enumeración. Hagan ustedes este ejercicio: piensen en más sitios y verán que la afirmación no es ni excesiva ni fuera de lugar.

Dicho de forma peyorativa, no hay alfombra en Tucumán para mandar debajo de ella toda la basura que se ve a diario. Porque (mejor reír que llorar), para eso está la vía pública. Y la muy rebelde ni siquiera se toma vacaciones. Sino miren lo que está pasando en El Mollar desde hace un buen tiempo, ya no sólo a la vista de los lugareños sino también de los visitantes.

Pongan sus manos en el corazón y piensen: ¿a alguien le gusta ver un espacio verde, un río, un camino, con bolsas de residuos (en el mejor de los casos) de adorno? ¿Alguien disfruta de los malos olores que los desperdicios orgánicos, por ejemplo, despiden cuando van a parar a cualquier lugar?

Insuficiencias y fallas

Las comunas y los municipios ofrecen un servicio de recolección de residuos, a veces público, a veces privado. Hasta están los llamados “camiones verdes” que se llevan hojas y ramas de árboles y arbustos que se cortan y podan. Pero salta a las claras que lo que se hace es insuficiente, o tiene fallas. Y como un tema anexo están las deficiencias en el tratamiento de estos residuos acumulados, un eterno tema pendiente. ¿Falta que se mejore el servicio o sobra basura? ¿Por qué no se avanza más rápido en una solución? ¿Los presupuestos no alcanzan o está mal diagramado el sistema? ¿Se atiende con más atención a sectores, digamos, más céntricos, y a la periferia se le confiere justamente eso, un lugar marginal?

Es cierto que mucha gente tiene un comportamiento responsable con la basura que genera. Pero también es cierto que mucha desconoce por completo lo que está pasando con ella. Y está la que se llena la boca contando, cuando tiene la posibilidad de viajar, qué limpia se ve tal o cual ciudad, y cuando está en la propia ¡pum!: desperdicios a la vía pública. Y eso que no hablamos (porque ya es otro tema) de trabajar en la separación de residuos, algo que es fundamental para lo que hace al futuro ambiental de una urbanización.

“Frente a problemas urgentes hay que proponer soluciones participativas”, planteó hace algunas semanas la investigadora Matilde Malizzia. Esto es, uso de tecnologías y participación ciudadana. Y Julieta Migliavacca, secretaria de Ambiente y Desarrollo Sustentable de San Miguel de Tucumán consideró que no existe una receta única, que cada basural requiere un abordaje específico. En la Capital, concejales coincidieron en la necesidad de avanzar en un plan integral que erradique de cuajo los basurales a cielo abierto. Y tomaron una decisión unánime: extender el período de emergencia ambiental por cinco años más.

Hay una frase que dijo Marie Kondo, autora, empresaria y consultora de organización japonesa, que bien se puede aplicar a esta situación que se plantea: “Cuando tu habitación (aquí, la ciudad) está limpia y organizada, no te queda más opción que examinar tu estado interior. Puedes ver cualquier problema que hayas evitado y te enfrentas a él. Tan pronto como empiezas a organizar, te sientes obligado a reajustar tu vida. Como resultado, tu vida empieza a cambiar”.

Acciones y carencias

La complejidad del problema aflora a la vista, así como las opiniones sobre qué hacer. En el medio pueden aparecer multas, secuestros de vehículos, líneas de WhatsApp y videollamadas para hacer denuncias, programas de capacitación, sensibilización y educación ambiental (sobre todo en centro educativos) que fomentan una cultura de cuidado colectivo y creación de más puntos verdes. En fin, que se están haciendo cosas, es cierto. Pero también que falta muchísimo por hacer.

Para encontrar razones que expliquen por qué estamos como estamos con relación a la basura hay un decálogo que no por repetitivo pierde valor: malas costumbres culturales, falta de educación ambiental, desidia, desinterés, hasta incluso de un qué me importa. Pero aunque se declame, se legisle y se ordene, nada nos quita (por ahora) la basura. Porque uno tiende a pensar que el origen de esta situación está en que constituimos una sociedad con una relación fracturada con nuestro entorno. Y eso sí que es una cuestión que requiere de tiempo y de un proceso para que cambie.

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