Tras un minucioso trabajo de cirugía, 2.000 valiosos libros vuelven a gozar de buena salud

Tras un minucioso trabajo de cirugía, 2.000 valiosos libros vuelven a gozar de buena salud

La Biblioteca Sarmiento obtuvo un subsidio de $2 millones para la restauración de parte de su patrimonio bibliográfico. Mientras, el edificio de Congreso primera cuadra continúa cerrado, a la espera de reformas estructurales.

PLENA TAREA. Silvana Zamora recorre, una a una, las páginas de cada libro. En el camino pueden aparecer insectos, hongos y toda clase de sorpresas. PLENA TAREA. Silvana Zamora recorre, una a una, las páginas de cada libro. En el camino pueden aparecer insectos, hongos y toda clase de sorpresas.

Más que ante un escritorio, estanos frente a la mesa de operaciones de un quirófano. Los instrumentos aguardan, alineados con máxima prolijidad, a que Silvana Zamora ponga manos a la obra. Luce delantal, barbijo y guantes. Pero ella no es cirujana ni es un bisturí lo que empuña; las añejas tapas de cuero y las hojas amarillentas evidencian los achaques que padecen sus pacientes. Entre las páginas de esos libros se activa un mundo ajeno a las palabras. Hay, por ejemplo, insectos u hongos, y Zamora debe extirparlos uno a uno. La Biblioteca Sarmiento parece, por estos tiempos, un hospital de campaña.

“Que no estemos atendiendo al público no quiere decir que no se trabaje en el interior”, apunta la arquitecta Silvia Rossi, presidenta de la Comisión Directiva de la Sociedad Sarmiento. A su lado asiente el vice, Juan Coria. El hecho de que la histórica sede de Congreso primera cuadra permanezca cerrada desde la pandemia viene disparando toda clase de conjeturas respecto al futuro de la biblioteca y también del edificio. Las autoridades separan los tantos y explican cómo marchan las cosas. En especial, este proyecto de recuperación del patrimonio bibliográfico, impulsado por la obtención de un subsidio de la Fundación Williams & Bunge y Born.

BUSCANDO DETALLES. La intervención requiere revisar centímetro a centímetro cada página, en procura de analizar el estado del libro. BUSCANDO DETALLES. La intervención requiere revisar centímetro a centímetro cada página, en procura de analizar el estado del libro.

¿A qué se debe que la Sarmiento no le abra la puerta al público? ¿Qué tiene que ver la UNT con esta realidad? En 2006 la Sociedad firmó un convenio de cooperación, por el que la universidad se comprometió a colaborar con el sostenimiento de la biblioteca. Poco después, en 2009, la UNT se quedó con la propiedad del inmueble.

“A través de la Secretaría de Planeamiento y Obras de la universidad se está desarrollando un proyecto en el edificio -apunta Rossi-. En 2021 se renovó la instalación eléctrica con un subsidio del Fondo Nacional de las Artes; en los próximos meses se iniciarán los trabajos para la consolidación estructural y restauración de la planta baja”. ¿Hay plazos? “Esperamos abrir lo antes posible”, dice Rossi.

Puertas adentro

A la par de esta necesidad por la recuperación de la sede, edificio que empezó a construirse en 1906 y requiere urgentes -y costosas- intervenciones, la directiva puso la mira en el estado de un patrimonio bibliográfico que supera largamente los 60.000 volúmenes. De allí el minucioso trabajo de Zamora, que es Doctora en Medio Ambiente Visual e Iluminación Eficiente. Hasta que se sumó otra pata al proyecto y resultó imprescindible.

“En 2019, desde la cátedra de Metodología de la Investigación Histórica (Facultad de Ciencias Naturales-UNT), presentamos un proyecto al Rectorado para que estudiantes que cursaban la materia hicieran prácticas en la Biblioteca Sarmiento. Hablamos de identificación, limpieza y resguardo de libros y documentos. La pandemia interrumpió todo, hasta que en 2022 lo reflotamos al contactarnos con la directiva de la Sociedad Sarmiento”, explica Marcela Vignoli, Doctora en Historia y amplia conocedora de los recovecos de la biblioteca. Allí desarrolló buena parte de sus investigaciones.

UNA EXTENSA TAREA. Detrás de Zamora y de su mesa de trabajo están los libros que ya fueron limpiados y restaurados. Queda mucho por hacer. UNA EXTENSA TAREA. Detrás de Zamora y de su mesa de trabajo están los libros que ya fueron limpiados y restaurados. Queda mucho por hacer.

“Cuando llegamos estaba ‘Cocó’ Zamora haciendo esa tarea, pero sin un criterio específico de elección del material -agrega-. Convinimos entonces en establecer un fondo en ese sentido: que fueran libros de historia de Tucumán, preferentemente escritos por los propios socios de la Sarmiento o por autores que se vincularon con la Sarmiento en algún momento”.

Vignoli seleccionó 2.000 títulos y con esa precisión el proyecto ganó el subsidio de Williams & Bunge y Born. Son 2 millones de pesos, pertenecientes a la convocatoria “Desempolvando Archivos 2023”. “Se firmó una carta acuerdo con la Sociedad Sarmiento, así que ese pequeño proyecto de una cátedra es hoy un proyecto de extensión de la Facultad”, sintetiza.

“En agosto deben estar restaurados los 2.000 libros y a disposición de un público vinculado, posiblemente, con la investigación -destaca la historiadora-. Tienen que figurar en una página web, bien indicados y catalogado”. “También será necesario habilitar una sala de consulta para estos ejemplares, aunque esto no implicará la apertura total de la biblioteca”, añade Rossi.

Los libros no están solos

La tarde es agobiante, pero Zamora no resigna ni un centímetro de la protección que demandan el análisis, la limpieza y la intervención en cada uno de esos libros. Y hay razones para eso.

“Es imposible que no aparezcan insectos u hongos por el tipo de material de los libros, todos sus componentes son orgánicos -advierte-. En esos casos de contaminación biológica se separa al libro y se hace algún tratamiento de desinfección. Es muy común encontrar insectos como pececillos de plata (miden alrededor de un centímetro, también se los conoce como bicho del zócalo o cucaracha de agua), partículas que podrían ser de restos de comida, o partículas del aire, que al ir apoyándose en el ejemplar inician un proceso de oxidación con el papel. El mismo polvo también puede traer diferentes cosas”.

Vignoli cuenta que a medida que fueron apareciendo esos pequeños habitantes de la biblioteca se armó una caja entomológica. “Ahí se me ocurrió llamar al Centro de Microscopía Electrónica, que dirige la doctora Virginia Albarracín, para identificar las bacterias y los hongos -relata-. Así el proyecto termina siendo interdisciplinario y muy centrado en las distintas carreras de la Facultad de Ciencias Naturales”.

Hoja por hoja

¿Cómo va aplicando Zamora la cirugía mayor en el patrimonio bibliográfico? “Lo primero es una etapa de limpieza mecánica seca -detalla-. Empezamos con pinceletas suaves y de ahí uno puede ir incrementando la profundidad de la abrasión, de acuerdo al estado de conservación del libro. Si está en condiciones se puede pasar a una esponja, a una goma de borrar y quizás algún paño. La limpieza es un paso importantes porque permite identificar el estado de conservación, el tipo de papel, el tipo de cubierta. Se hace un primer diagnóstico y una evaluación. También se enderezan las puntas de las hojas y se colocan las que están sueltas”.

¿Qué sucede con los microorganismos? “Para un estudio real tienen que ir al laboratorio, pero de todas maneras se puede hacer una primera identificación sobre si el hongo está activo o no -dice Zamora-. Y no sólo se trata de la protección de la persona que está trabajando, sino del mismo libro. Lo que hacemos es vaporización con agua y alcohol. Hasta ahora no hemos tenido casos de hongos que no se hayan podido tratar. Puede haber otro tipo de insecto que va comiendo el cuero de los libros, pero lo bueno es que todo lo que hemos empleado ha funcionado”.

Cada libro es un microuniverso que requiere cuidados especiales, porque al menor descuido se producen accidentes. “Muchas veces pasa que el papel es de muy mala calidad o tiene mucha composición de madera, entonces se vuelve más ácido y quebradizo. Con la simple manipulación se quiebra un pedacito, una puntita, un borde, eso es medio inevitable”, indica Zamora.

Los más delicados

Los ejemplares condenados a una riesgosa terapia intensiva aguardan su turno. ¿Qué les espera? “Hay libros que no se pueden manipular, están muy debilitados, entonces hay que evaluar si vale la pena una restauración -sostiene la especialista-. Un estado de conservación malo, por ejemplo, es el de un volumen que tiene desarmados los cuadernillos. Hasta que no se lo restaure o se vea una alternativa, que puede ser una digitalización, no hay otra opción. Porque restaurar un libro que está en muy malas condiciones puede llevar un mes y también consume muchos materiales, que son costosos. Ahí hay que evaluar y adoptar criterios”.

“La restauración no es gratis, en el sentido de que es un estrés muy grande para el libro -recalca Zamora-. Se necesita determinar si el libro puede soportar todo el proceso, si vale la pena por su valor histórico y por el tiempo que llevaría”.

Otro caso son libros de un solo cuadernillo, engrampados y más comunes. “Esa grampa se ha oxidado con el paso del tiempo y se come el papel, entonces la sacamos y se hace una costura con hilo de algodón -enfatiza-. Entonces no sólo sacamos el agente de deterioro, sino que incorporamos material  noble,  estable,  apto para la conservación. Del mismo modo, empleamos papeles de fibra vegetal y como adhesivo el engrudo de almidón de trigo, que es reversible”.

Destaca Zamora que los más complejos de operar son los libros encuadernados con cubierta de cuero, porque termina desprendiéndose el lomo por un lado y la cubierta por el otro. “Ahí hay que hacer una nueva vinculación entre el bloque de papel y el lomo original -comenta-. Nosotros llegamos hasta el punto de la estabilización del libro, que es la función de la conservación, para que el libro pueda volver a ser consultado. Se podría avanzar a una etapa futura de la restauración, que es la reintegración del color. Por ahora no lo hacemos; lo importantes es la estabilización física y biológica de cada ejemplar”. Que  no es otra cosa, a fin de cuentas, que darle de alta a un paciente para habilitarlo, felizmente, a seguir circulando con sus palabras a cuestas.

Perfil

La Sociedad Sarmiento

Nacida en 1882 por iniciativa de jóvenes egresados del Colegio Nacional y de la Escuela Normal, se erigió como una institución emblemática y fundacional de la cultura y la educación en Tucumán. En su seno se estructuró el proyecto, concretado en 1914, de la creación de una universidad en la provincia. El edificio ubicado en Congreso 65, sede de la biblioteca, comenzó a construirse en 1906 -cuando Juan B. Terán presidía la Sociedad- y la inauguración oficial se realizó justamente en 1914.

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