16 Diciembre 2023
Decía Avellaneda: “Los pueblos que olvidan sus tradiciones pierden la conciencia de sus destinos. Los que se apoyan sobre tumbas gloriosas son los que mejor preparan su porvenir”. Pues bien, nuestros próceres como Belgrano, y sobre todo Alberdi y los hombres del ’80, en su paso por nuestra historia, fueron verdaderos exponentes del pensamiento liberal. Y fue así que dejaron su huella en defensa de un capitalismo que marcó el comienzo de un progreso monumental para Argentina. Y fuimos uno de los países más ricos de la tierra. Desde hace más de 20 años hemos vivido sumergidos en un estatismo-populista. Ese sistema de gobierno nos sumió en el atraso y nos destrozó como sociedad porque vino cargado de odios, envidia y rencores; lleno de restricciones, controles y regulaciones desalentando permanentemente la iniciativa privada y anulando al ser humano en su independencia, en beneficio de un Estado omnipotente y gigantesco. Estado que, supuestamente, todo lo podía, pero en realidad nada solucionó adecuadamente: ni la seguridad, ni la salud, ni la pobreza, ni la inflación y menos la educación. Demagógico e ineficaz fue inútil para levantar a nuestra querida Nación: una bendita tierra pletórica de valiosos recursos naturales. Todos estos años se erigió una cultura de la dádiva, contrapuesta a la debida cultura del trabajo que nunca se debió abandonar. Se buscó explicación del fracaso racionalizando, o bien inventando culpabilidades como la pandemia, la guerra, la sequía, etc. Sin visualizar que lo que nos sucedió fue a causa de los propios errores o la marcada ineptitud para gobernar. En las recientes elecciones triunfó un líder que solo señaló la verdad sin falsas promesas y con la intención franca de volver a ser una Nación donde reine la libertad, la justicia, la paz y el auténtico progreso social: ¿Será factible? Yo, personalmente, creo que sí: una Argentina posible y que será mejor.
Juan L. Marcotullio
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