30 días después

30 días después

Ha transcurrido poco más de un mes en el nuevo diseño del poder tucumano y, al mismo tiempo, el país tiene nuevo Presidente. El gobernador y la intendenta muestran mano férrea para mandar y ordenar. Falta todavía descubrir el rumbo final.

30 días después

Y pasó el primer mes. Hemos conocido la carta de presentación. No está claro aún cuál va a ser el rumbo del gobierno provincial. Es difícil definirlo aún. Pareciera que el título podría ser: “Un gobierno con autoridad y buena administración”. Pero, ¿lo es? o simplemente hemos sido espectadores de un trabajo muy fino para que el gobernador se saque de encima a los que no son fieles y les responden a otros.

Osvaldo Jaldo ha hecho un profundo ajuste pero con perfume manzurista. Inclusive en la decisión de pasar los aviones de la provincia al área de salud también es una forma de cortar de cuajo lo que más adoran los gobernadores como Juan Manzur o José Alperovich. Incluso cuando se bajan del poder quieren seguir subidos a la escalerita del avión. Es lo que más les cuesta.

Hay señales que cayeron muy bien fuera de la familia peronista. Pero no asoma el rumbo. Incluso hay un indicio que contrasta con las medidas de austeridad. La aparición de cierta presión fiscal que vuelve a otros tiempos y que no será agradable en un año que se preanuncia como muy difícil.

Las primeras medidas aceleraron el pulso y detonaron en el frente interno del gobernador. Hay tensión y malestar en el oficialismo que se mezcla con una gran dosis de incertidumbre.

Jaldo ha iniciado este gobierno con mano firme, pero con poca cintura política -o excesiva confianza en sí mismo-, algo llamativo en un dirigente de su experiencia. Tiene 40 años caminando por estas arenas, atravesando desiertos áridos y vergeles. Sorpresivamente -y aplaudido por vastos sectores de la sociedad- está dejando un tendal de heridos. Seguramente confía porque no aparece ninguna ambulancia que los venga a rescatar hasta el momento.

El acuerdo que hizo el gobernador con el ex intendente Germán Alfaro también fue un sacudón que muchos de su entorno lo calificaron de innecesario. Los alfaristas, que terminaron celebrando el triunfo de Javier Milei, consiguieron lugares de poder que no soñaban tener cuando su líder bajaba del tobogán del poder a una velocidad inusitada. Los que son baquianos de estas lides ya olfatean una interna feroz.

Las contradicciones del oficialismo afloran cuando la nueva intendenta de la Capital hace ajustes sacando del tablero piezas alfaristas. Es que de inmediato le sale al cruce un aliado del gobernador como el legislador alfarista Alfredo Toscano. Es difícil entender este tipo de actitudes después del acuerdo Alfaro-Jaldo.

En síntesis: en estos primeros días el flamante gobernador ha aprovechado con inteligencia el clima instalado por la elección de Javier Milei para disimular una interna -¿venganza?-. Hay claramente una necesidad de ajustarse los cinturones porque no se sabe qué traerá el futuro Presidente y lo único que no le perdonarían a Jaldo es que no pueda pagar los sueldos. Se la cobrarán en la Provincia, en el peronismo y en la Nación.

La luz de alerta se enciende cuando muchas cosas en estos primeros 30 días no parecen cambiar. Nadie habla del sistema electoral, de nuevos rumbos en el medio ambiente -en estos días el mundo se encuentra dedicado a analizar la crisis climática-, ni de la necesidad de establecer mecanismos de información abierta en las cuestiones del Estado. Sólo aisladas voces de la oposición o manifestaciones como la de Creo que salió a repartir ñoquis frente a la Legislatura que administra el vicegobernador Miguel Acevedo.

Se le quedó el avión

La grave crisis argentina también abre un interrogante que corre contra la corriente de la gestión tucumana. A una gran mayoría de ciudadanos le cayó bien que el gobernador se bajara de los aviones provinciales y los dejara sólo para “salvar vidas” como él dice en el área Salud. Pero, no todo debería ser una reacción espasmódica que no contemple algunos vericuetos propios de estos tiempos.

Los desórdenes de Aerolíneas Argentinas y la incapacidad de la política de la aviación argentina han hecho que Tucumán tuviera un gobernador varado en Buenos Aires casi dos días y medio. Podríamos decir que en ese interín quedaron cuestiones pendientes al retenerse al mandatario aún cuando la virtualidad hace maravillas estos días.

También se distrajo al vicegobernador que tuvo que estar al frente del Poder Ejecutivo en la tarea de hacer números para aplicar los ajustes en la Legislatura sólo porque Aerolíneas Argentinas no tenía cómo subsanar el amontonamiento de vuelos que le provocó una tormenta. Para estas instancias es posible que se pudiera utilizar alguna salida más equilibrada en el uso de al menos un avión oficial. Es para estudiarlo más de los aplausos recibidos.

30 de 180

En este primer mes ya transcurrieron 30 de los 180 días emblemáticos que puso sobre las marquesinas municipales las nueva conductora de la municipalidad de Capital.

Su imagen de trabajadora, aunque muy severa y exigente, se ha impuesto en estos primeros tiempos. En ningún momento ha utilizado públicamente el siempre bien ponderado latiguillo de la “herencia que me dejaron”, aunque algunos cercanos reconocen que en voz baja la suelen escuchar despotricar contra su antecesor.

Un síntoma de la gestión ha sido la dimisión conjunta del fiscal municipal y de su segundo. Ricardo Santoro y Eliseo Pérez Alamino se habrían sentido desbordados ante la exagerada manera en la que recibieron expedientes desde el Departamento Ejecutivo. Ante esas exigencias la ecuación volumen de trabajo/remuneración (rondarían los $ 800.000 pesos) no les habría cerrado. La dimisión de Santoro se habría producido cuando la responsable del municipio se encontraba en Buenos Aires y como no le aceptaban la renuncia habría aducido cuestiones médicas en primera instancia. Mientras los fiscales decían hasta aquí llegamos, el mercado Persia (una prueba de la desidia municipal de varias gestiones anteriores) se hacía humo.

Hay una figura omnímoda pero que no se la ve en los pasillos de la Municipalidad. A muchos les preocupa y a otros tantos les agrada. Todos saben que está aunque no lo ven. Así es la presencia del diputado nacional Carlos Cisneros, que en esas sombras se mueve como pez en el agua en la vida municipal. Los fiscales que se fueron eran piezas que él había aportado al ajedrez de la comarca. Pero al mismo tiempo contribuye a fortalecer la figura de la intendenta para que desde la Casa de Gobierno no la perturben.

La gran derrota

Este primer mes además fue electoral. En ese interregno los argentinos decidieron quién iba a ser el futuro presidente de la Argentina.

Pese a que en el comando central de Unión por la Patria manejaban sondeos e información de un resultado negativo del balotaje casi apenas terminada la primera vuelta, el impactante triunfo de Milei cayó en el peronismo y sus aliados como un balde de agua fría.

Es un proceso en el que el todavía oficialismo ingresa sin pausas en la búsqueda de explicaciones y, obviamente, de responsabilidades.

Pocas derrotas han impactado tanto como esta. Desde aquel primer episodio en 1983 cuando perdió por primera vez en manos del radicalismo de Raúl Alfonsín -que terminó opacado por la economía-, el peronismo sufría tamaño desplante de la sociedad.

Mientras tanto la economía sigue siendo esa materia que todos los años la Argentina se lleva a marzo y que hace perder el poder a más de uno.

A medida que pasan los días hay más certezas de que esta derrota no tiene atenuantes y el vendaval arrasó con figuras que individualmente quieren salvarse como Cristina Fernández, Alberto del mismo apellido, Sergio Massa o Máximo Kirchner.

La derrota del peronismo es también simbólica y cultural. Así como Mauricio Macri, para ganar, debió reconocer que el gobierno saliente había hecho algunas cosas, Milei desplegó un arco de paradigmas totalmente opuestos a los que el peronismo vino instalando en los últimos 70 años. Hasta la bandera de la justicia social fue execrada públicamente por el futuro Presidente. Ganó despotricando contra el rol del Estado y ha dejado claro que no es un simple fin de ciclo sino el fin de una época, lo que tiene significantes más profundos.

Todavía no se produjo el cambio de gobierno y ya se velan las armas. Se habla de resistencia y hay quienes sólo aceptarán los cambios “si pasan sobre su cadáver”.

Aparentemente esas actitudes sólo demuestran la insensatez e incapacidad de aceptar la voluntad popular. La sabiduría del voto ha dicho que quiere un profundísimo cambio pero sin locuras por eso el Congreso alberga minorías heterogéneas con ideas disímiles que cargan con la gran responsabilidad de ponerse de acuerdo.

Diciembre se ha vuelto un mes difícil para la Argentina. Mientras en otros países cuelgan las guirnaldas para festejar desde noviembre, en nuestro país se recuerdan sobresaltos, saqueos, muertes y muchos presidentes incapaces. Este año se conmemorarán los 40 años de democracia y mientras muchos preparan la resistencia ignominiosa, otros tienen la esperanza de que el diálogo venza al conflicto.

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