El Presidente electo heredará la deuda pública más pesada de América Latina

El Presidente electo heredará la deuda pública más pesada de América Latina

La Argentina debe a distintos acreedores más de U$S403.000 millones equivalentes al 88,4% del producto bruto interno (PBI).

LA LEGENDARIA DEUDA PÚBLICA ARGENTINA. Esta ilustración fue tuiteada el domingo por Steve Hanke, profesor de Economía Aplicada de EEUU. LA LEGENDARIA DEUDA PÚBLICA ARGENTINA. Esta ilustración fue tuiteada el domingo por Steve Hanke, profesor de Economía Aplicada de EEUU.

La democracia advino en 1983 con un pasivo creciente a cuestas que, salvo períodos breves y muy concretos, tendió a expandirse y a condicionar de un modo implacable a los gobernantes hasta el punto de obligar el traspaso anticipado del poder, como ocurrió en el caso de Raúl Alfonsín en 1989, o de precipitar la caída del jefe de Estado, como le sucedió a Fernando De la Rúa en 2001. Javier Milei, el presidente electo en el balotaje de este domingo, heredará la deuda pública más pesada de América Latina. Se trata de U$S 403.800 millones correspondientes al 88,4% del producto bruto interno (PBI), según el último reporte del Ministerio de Economía de la Nación. A finales de 1975, antes del golpe de Estado, la deuda externa ascendía a U$S 7.875 millones. 

La Administración Central tiene entre sus acreedores a otras agencias del sector público que le prestaron recursos; al sector privado, y a entidades bilaterales y multilaterales (por ejemplo, el Fondo Monetario Internacional -FMI-). La cartera que encabeza el ex candidato presidencial peronista Sergio Massa (Unión por la Patria) informó que alrededor de tres cuartas partes de la deuda bruta total había sido contraída en deuda extranjera. Casi U$S 90.000 millones vencerán el año próximo, poco menos de un cuarto del pasivo global reportado oficialmente.  

El Presidente electo heredará la deuda pública más pesada de América Latina

Ninguna otra economía de la región presenta una economía tan comprometida. Luego de la Argentina aparece Brasil, con una deuda pública equivalente al 72,9% del PBI, según un monitoreo a diciembre de 2022 de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal). Este organismo de las Naciones Unidas sitúa a continuación a Costa Rica (63,9% del PBI), Panamá (62,1%) y Ecuador (60,4%). Los países menos endeudados de la región son Perú (31% del PBI) y Guatemala (29,3%). La Cepal indica que México, el otro gigante latinoamericano en términos de población, de economía y de territorio, posee deudas por el 45,2% del PBI, casi la mitad que la Argentina. El promedio regional de afectación del producto bruto ascendía al 56,3% en 2022.

La deuda pública que recibirá Milei es altísima, pero no tanto como las que desencadenaron las crisis de 1989 -en gran medida como consecuencia de las calamidades económicas producidas por la dictadura- y de 2001-2002, que llegaron a representar más de un PBI e, incluso, uno y la mitad de otro. Pero la Argentina ya no puede seguir viviendo de prestado porque está entre las naciones del mundo más expuestas al sobreendeudamiento. Según estimaciones del Fondo Monetario Internacional, a fines de 2022, el 60% de los países de ingreso bajo enfrentaban una situación de vulnerabilidad en lo referente a su deuda: 12 países estaban en situación de sobreendeudamiento y 28 países en alto riesgo de sobreendeudamiento. En América Latina, las preocupaciones mayores provienen de la Argentina, Dominica, Ecuador, El Salvador, Granada, Haití, San Vicente y las Granadinas, Suriname y Venezuela.  

Espada o pared 

El hecho de que el país haya pasado buena parte del siglo XX y todo el XXI gastando por encima de sus ingresos, y que haya tenido que suspender y reestructurar pagos, lo convierte en un deudor riesgoso o contumaz. Eso quiere decir que accede a préstamos con tasas más altas y condiciones de devolución más estrictas que otros Estados con un historial crediticio menos accidentado. La relación con los acreedores -llámese holdouts o “fondos buitres”, FMI, Club de París o tenedores de bonos soberanos- ha sido fuente permanente de fricción durante este período democrático. El presidente saliente Alberto Fernández llegó a acusar al FMI de prestar dinero a la Argentina que gobernaba su antecesor, Mauricio Macri, en transgresión de sus pautas estatutarias y reglamentarias. El ex ministro Martín Guzmán y el propio Massa tuvieron que dedicar gran parte de sus energías a negociar con los técnicos del Fondo para evitar que el país cayera nuevamente en “default”.  

Pese a las presiones de los acreedores y a las dificultades para acceder a nuevos financiamientos externos, la Argentina de Fernández mantuvo un nivel alto de gasto público, principalmente mediante la emisión de pesos que aceleró la inflación, otro mal casi crónico de la fase democrática que comenzó en 1983. El manejo de la pandemia de la covid-19 agravó este cuadro hasta colocar a la economía al borde de la asfixia. En su plataforma de campaña, Milei se comprometió a pagar la deuda argentina y anticipó que, para equilibrar las cuentas, haría un ajuste fiscal drástico: en distintas entrevistas, el líder de La Libertad Avanza sostuvo que gastar más que lo que ingresa es “inmoral” y lleva a la “insolvencia”. “No hay lugar para el gradualismo”, reafirmó el domingo en su primer discurso como Presidente electo. 

La tarea de liberar al país del yugo de los préstamos se ha revelado como una de las más difíciles y delicadas para los administradores latinoamericanos. Para Milei esto será especialmente desafiante dada su intención de cortar relaciones con China, relevante prestamista de última instancia de la Argentina. Salir de la zona de sobreendeudamiento y de vulnerabilidad a una crisis de deuda no implica entrar automáticamente en la senda del desarrollo. El informe “Deuda pública y restricciones para el desarrollo en América Latina y el Caribe” publicado este año por la Cepal advierte que pagar los servicios adeudados acarrea “efectos perdurables en el crecimiento, la inversión, la pobreza y la desigualdad”.  

En el planeta, además, no sopla el viento a favor, según la Cepal. “En el caso de América Latina y el Caribe, el entorno macroeconómico mundial del presente amenaza con agravar la deficiencia del desempeño económico. Se prevé que la actividad económica crecerá en la región solo un 1,2% en 2023, tasa que está entre las más bajas de todas las zonas en desarrollo, lo que supone un descenso pronunciado con respecto a la tasa del 6,7% que se registró en 2021, justo después de la pandemia, y a la del 3,8%, que se observó en 2022. La trayectoria actual sugiere que la región está volviendo a las tasas magras de crecimiento económico que había antes de la crisis de la covid-19”, refiere el informe citado.

 A Milei le espera, por lo menos en el corto plazo, un escenario similar al que afrontaron con resultados dispares los ex mandatarios Alfonsín, Carlos Menem, De la Rúa, Eduardo Duhalde, Fernández y, en menor medida, Néstor Kirchner. Esta coyuntura de ingresos públicos estancados o con obstáculos significativos para el aumento de la recaudación tributaria demanda sacrificios mayúsculos. La Cepal dice que tales disyuntivas dolorosas colocan a los administradores del Estado entre la espada y la pared puesto que, si quieren satisfacer las necesidades relacionadas con el servicio de la deuda, tienen que reducir la inversión y el gasto sociales, incluidos los que se necesitan para avanzar hacia el cumplimiento de los objetivos de desarrollo sostenibles. Este es el panorama aflictivo que presenta la deuda pública argentina a 40 años del retorno de la democracia.

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