Acostumbrados a vivir mal

Diego “El Profe” Lobo tiene la paciencia y sabiduría de un veterano pescador. Por momentos guarda un respetuoso silencio, pero en otros los movimientos de su boca no tienen pausa. “¿Sabés cuál es el problema de fondo? Los tucumanos nos acostumbramos a vivir mal”, disparó en un reciente viaje a Termas de Río Hondo. Ese comentario no surgió de la nada. Nació después de recorrer los casi 90 kilómetros que separan ambas ciudades. Fue la reacción a los distintos problemas que aparecieron al realizar ese recorrido de poco más de una hora.

Estos fueron algunos de los inconvenientes que generaron ese comentario:

- Sufrir la congestión de vehículos en el cruce de la ruta 306 y la 9.

- El estado de la ruta -del lado tucumano- en la que se cobra peaje.

- La escasa visibilidad por la quema de cañaverales y pastizales a la vera y en las inmediaciones de la ruta.

- La mugre y el pestilente olor del río Salí en uno de los principales accesos a la capital.

- Los jóvenes adictos que caminan como zombis a las seis de la mañana.

- Los motociclistas que transitan por la ruta sin luces y sin casco.

Golpe de realidad

El microcentro tucumano es un caos con o sin amenazas de bomba en los establecimientos educativos que obligan a cortar el tráfico vehicular. En realidad, con las falsas alertas se extendió el padecimiento que soportan los automovilistas en el horario de ingreso y salida escolar. Nadie puede asegurar con precisión de historiador cuándo quedó al descubierto el contradictorio problema del festival de infracciones que se registran en las inmediaciones de los colegios y escuelas.

Tampoco hace falta ser un adivinador para señalar que esta situación no tendrá una pronta solución. Estacionar en lugares prohibidos, en doble y hasta en triple fila, motos circulando con cuatro personas y desafinados conciertos de bocinazos, matizados con alguno que otro insulto, forman parte del manual de bolsillo de las malas costumbres de una importante parte de habitantes de la provincia.

La demora en la identificación de las personas (que pueden ser menores o mayores) que llaman a los establecimientos educativos advirtiendo sobre la existencia de un artefacto explosivo exaspera los nervios. Pero esto es Tucumán. Cada vez es más evidente la falta de recursos tecnológicos que tienen los investigadores. A eso hay que agregarle el burocrático sistema al que deben recurrir. A través de un oficio, piden a las prestadoras que les informen quiénes son los titulares de las líneas que hicieron la comunicación. Esa tarea, que parece sencilla, dura semanas y muchas veces, hasta se tiene que recurrir a la fuerza pública para que respondan el pedido. Claro está que también está latente la posibilidad de que el autor haya utilizado un chip que se vende en cualquier quiosco sin que sus compradores sean debidamente identificados, como estipulan las normas.

Entre las series y la realidad

Muchos tucumanos están muy influenciados por las series policiales del extranjero. Esas tiras que muestran cómo en cuestión de horas obtienen información clave para resolver un caso. En estas tierras el resultado de una pericia de ADN tarda entre 30 y 60 días. Casos de enorme conmoción, como el del crimen de Chacabuco 59, no terminan de resolverse por la demora de los resultados de las pericias genéticas. Personas detenidas por abusos sexuales esperan esos análisis para que se determine su inocencia o culpabilidad. Los pesquisas que luchan contra los narcos tampoco pueden seguir en vivo las conversaciones entre los hombres que trafican droga. Pierden, por ejemplo, la oportunidad de saber cuándo y por dónde trasladarán las sustancias. “Ellos andan en un Ferrari, nosotros en un Fiat Uno con GNC que fue utilizado como taxi”, resumió un hombre de una fuerza nacional.

Entre las malas costumbres también aparece la desconfianza. En tiempos de pandemia, las empresas proveedoras del servicio de ventas con débito y tarjetas de crédito modificaron el sistema para que los clientes no deban firmar el comprobante que queda en poder del vendedor. Tucumán debe ser una de las pocas provincias (si no es la única) en la que el cliente tiene que firmar, poner su nombre y, en algunas ocasiones, aportar un número telefónico de contacto. ¿Cuál es el sentido? “Es la única manera que tenemos de demostrar que la venta existió en caso de que surgiera un problema”, respondió un comerciante. ¿Cuántas veces tuvo que afrontar un inconveniente de esas características? “Una o dos veces en seis años que tengo el local”, agregó. ¿Por qué lo hace? “Por costumbre”, finalizó.

La bancarización de los trabajadores y de los beneficiarios de planes sociales tuvo una sola razón de ser: ejercer un mayor control. Pero esa iniciativa no estuvo acompañada por los bancos que incrementaron su cartera de clientes y, por ende, los negocios que pueden realizar con sólo habilitar una cuenta sueldo. Casi de manera forzada -son pocas las personas que cambian de entidad crediticia elegida por sus empleadores- suman y suman receptores de plásticos y préstamos. Sin embargo, el sistema no está preparado para brindar los servicios que por ley están obligados a prestar. Conseguir dinero en los cajeros automáticos los fines de semana -especialmente los largos- termina transformándose en una odisea. Ni hablar del costo que tiene el uso de plástico para los comerciantes que siempre son trasladados al consumidor final. Esa es la razón por la que es más barato comprar con una transferencia que con el dinero plástico.

Admiración

“El Profe” quedó maravillado por los colores que descubrió al unir San Miguel de Tucumán con Termas de Río Hondo. Las diferentes tonalidades de los verdes que aportan los cultivos de la vera de la ruta lo terminan ilusionando. “Ese es el futuro del país”, aseguró. Pero también despertó en él un comentario. “¿Te acordás de la crisis del gasoil? Fue hace más de un año. Su valor se fue a las nubes. Hoy el combustible de menor calidad que se comercializa es más caro que la nafta súper. Que yo sepa, no hubo una superproducción para que se mantuviera la demanda. Pago en dólares al economista que me explique el por qué”, razonó.

Los tonos ocres y grises del humo de la quema de cañaverales y pastizales exasperan la paciencia de este experimentado pescador. Como ocurre desde hace décadas en esta provincia, el problema se repite. Hubo multas y procesos penales en contra de los responsables. Pero evidentemente no se consiguieron los resultados. Más trabajo para los bomberos que cada tanto tienen que intervenir y que ahora tienen un trabajo extra: atender las amenazas de bomba en los establecimientos educativos. Son el resultado de las malas costumbres de muchos tucumanos.

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