Reseña de Perfectxs Desconocidxs, por Ana Luisa Coviello
Portada del libro "Perfectxs Desconocidxs" sobre una obra de Sofía Jatib
Decía
RolandBarthes en su Lección inaugural que no vemos el poder opresor de la
lengua porque olvidamos que toda lengua es clasificación. Decía también que un
idioma se define por lo que obliga a decir. Por ejemplo, en la lengua francesa,
“estoy siempre obligado a elegir entre el femenino y el masculino, y me son
prohibidos lo neutro o lo complejo.” Como un estallido de cadenas, los morfemas
de género recreados por PerfectxsDesconocidxs
ponen en primer plano la violencia de ese poder opresor –como les gusta decir a
sus integrantes–, a través del uso de la cacofónica /x/, para colmo,
interconsonántica. Una /x/ que suena a rotura de hierros, a fragmentación de
eslabones, a explosión de aire cargado de oxígeno, en un gesto rebelde de
afirmación de la diversidad sexual.
Desde el
título, pues, se perfila en lo que ellos llaman plaqueta de poemas una voluntad
clara y firme por abrir nuevas sendas, más justas con las realidades que
construyen, más libres que la mera aceptación de nuestro constrictor código
lingüístico. “PerfectxsDesconocidxs es
une colective poético de arte performático”, afirma la introducción a la
selección de poemas. No, no está incorrectamente tipeado: “une colective” es la
variante por la cual escapamos del femenino o del masculino e incluimos, como
diría Barthes, lo complejo. En otros textos del poemario nos encontraremos con
“las cuerpas” de las debutantes del amor lésbico (NatuMamaní), índice de la
asfixia masculinizadora de sustantivos que, encima, arrastran, en fenómeno de
concordancia, a sus artículos y adjetivos. Arte performático, sí, porque buena
parte de esos poemas es llevada a una instancia de actuación en fines de semana
preparados musicalmente, plásticamente, dramáticamente, en espacios
intervenidos interdisciplinariamente, donde una habitación se convierte en
cementerio, y una terraza, en la casa de la abuela con su “Trono Pontificio”.
El recorrido
propuesto se inicia con dos poemas de Luciana García Barraza, “Niñería” y “Las
niñas”, ubicados en la intersección del “deterioro de los juguetes” y “el
primer beso”. Un listado de pequeños objetos (“una pierna de plástico en la mochilita hellokitty/ las ollas juliana
en una cartuchera descartada/ las trabitas negras sujetando un vestido roto”)
introduce a las muñecas, a las que metonímicamente se las hace cumplir el
mandato paterno: el de no dejarlas ser lesbianas. La metonimia se extiende y en
ese plástico que “me asfixia duramente”, la voz poética se ve representada: “tus
labios/ muñequita/ están sellados por el claustro de la inexistencia.” El
silencio de la inexistencia prepara a la palabra que libera y al amor como
dimensión inaugural de la reexistencia: “no
pude evitar saborearte/ desde el piso de madera/ donde dormida inventaste mi
nombre/ porque hay algo en la humedad de tus carnes/ que me absorbe, / sobre
todo, / detrás de los roperos.”
Es recurrente
en la plaqueta de poemas el tema de la infancia en el punto exacto del
nacimiento al amor, que también aborda Mary Lobo: “La niña/ y sus prematuras cicatrices/ custodiando/ recuerdos. (…)
Estabas, / en el beso temeroso/ al concluir el día.” Gabriela Olivé, a su
modo, metaforiza la violencia del patriarcado en un poema construido con base
en la antítesis, que no abandona ese momento de tránsito de la infancia a la
juventud: “un desvergonzado/ ejército de
hombres/ crece y se multiplica/ aplastan flores/ y arrancan alas de mariposa/ a
su paso/ tengo miedo/ mi primavera es/ lo único que tengo”. Este deslumbramiento, esta inquietud, esta
ruptura va acompañada de resistencias y despojamientos, de liberaciones y
éxodos: “El éxodo es irremediable/ y
aunque me resisto/ me voy”. En el fluir del sentido producido, el orden de
los poemas construye un ir y venir de la infancia, en cuyos itinerarios se
parte del silencio y se llega a las palabras, pasando por las puertas, las
juguetas, los pétalos de rosa negra, los mandatos, las cercas, el estupor: “Sacudime las trampas/ Sé funeral/ De las
puertas que nadie pensó, / pero cuánto nos cercaron”, pide la voz del
“Poema:” de Pri Hill. “Ofrezco el
silencio/ que al fin y al cabo es palabra”, sostiene la voz poética de
“Construcciones mutuas”, de Juan Gómez Romero. “Afortunades les que se animan o pueden sentirse bienvenides a la
travesía de la esencia del ser porque es evidente la postura consistente o
indiferente con la que recibo y miro al mundo”, anima la voz perfilada por
Mai Lee. “El clima sin avisar se vuelve
pesado/ mi pecho se agrieta/ el aire no alcanza/ me preparo/ resignadamente/
para el estupor”, y la lectura del poema de Virginia Weiss nos deja sin
aire.
En esa
indagación poética que la plaqueta produce, el corazón del libro acoge la
palabra de Marco Rossi Peralta, que nos ofrece dos perlitas tituladas
“Burbujas” y “Tucumán es un pañuelo”, que abren la reflexión a lo social de los
signos echados al ruedo de la semiosis: “Una
burbuja de detergente flotando en el aire/ puede ser…” un planeta de
colores, el sueño de un changuito, una cápsula de gérmenes, un vector de
contagio. “Las palabras son/ peligrosas/
y potentes. / Cuidado” El poder de las palabras como representaciones de
otra cosa, su objeto, mediadas por las interpretaciones (“para el poema/ una burbuja en el aire explotando/ puede ser el fin de
un mundo/ pequeñito y hermoso/ eterno y fugaz/ como el nuestro.” “para el discurso sanitario/ una burbuja en
el aire explotando/ puede ser un vector de contagio”) las diseña como
armas. Y así como las palabras son
signos potentes, también hay cosas que son signos potentes, como los pañuelos
negros de las madres que marchan en Plaza Independencia, con poder suficiente
para hacer temblar a los mosquitos que ofrecen “la vida por el silencio. “Las madres del pañuelo negro, símbolo de la
negrura en la que caen las víctimas de la droga en Tucumán, y de la desidia del
Estado, son el punto sobre el que pivota la reflexión sobre el sentido
transformado por esas madres: “Tucumán es un pañuelo/ un pañuelo negro y
arrugado/ lleno de manchas y pliegues,/ el tucumano vive en su mancha/ y cree
que su mancha es el pañuelo./ A veces/ cuando la vida le alcanza/ una madre
agita el pañuelo/ por las calles de una plaza/ y el tucumano cae en otra
mancha/ en otro pliegue/ y se encuentra/ con sus hermanxs.”
Las últimas
piezas del libro derivan hacia las narraciones: las de AntonellaZottola
denuncian el maltrato adulto en “Siete vueltas nos dio la cinta scotch esa vez”
y “Ya estamos hartos de que nuestra abuela cure las lluvias”, mientras Simona
se rebela contra la mirada discriminatoria en “Saqueos y chotines”, apelando,
por primera vez en la plaqueta, al humor irónico, que deja al desnudo la
autocomplacencia de la discriminación y su ignorancia, en voz de la abuela: “Mujer y varón para que se unan y emerja ‘el
amor’ de allí. [¿Y los ateos, abuela?] Dios ha creado también a los saqueos a
quienes no les importa de dónde vienen el amor y los chotines.” El relato
de Fabricio Jiménez Osorio, “Serenos de hotel” cierra el libro con un texto
claramente narrativo que se inscribe en los recuerdos de infancia, y que, a diferencia
del resto, no reclama ni interpela al adulto, sino que lo reivindica con cierta
nostalgia: “La magia del hotel en el que
convivíamos cada verano como serenos, también consistía en guardar silencio y
saber entendernos y acompañarnos así, callados y tranquilos, en ese universo
demasiado nuestro.”
En esa
continuidad del sentido que la semiosis como instrumento de conocimiento del
mundo y de construcción del mundo propone, en ese flujo constante de
significaciones que se transforman de un soporte a otro, de un canal a otro, de
un tipo discursivo a otro, PerfectxsDesconocidxs ofrece esta antología
“transitando el camino de la reexistencia”. Y así como son múltiples los
senderos de la escritura, también lo son los de la lectura, que varía, además,
en tanto las piezas son leídas en la intimidad, o en la comunidad de la
performance. Buscando los adjetivxs que me permitieran calificar esta
producción, y ya que “todxs tenemos una palabra”, encuentro esta: emocionante.
Que el decir y el hacer no terminen nunca.
PerfectxsDesconocidxs
(Edición de autor)51 pag.
2017
Ana Luisa
Coviello es Doctora por la Universidad de
Barcelona. Docente a cargo de la Cátedra de Semiótica de la Facultad de la UNT,
e investigadora de la SCAIT (Secretaría de Ciencia, Arte e Innovación
Tecnológica de la UNT).
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