Los chicos y el Himno Nacional

Los chicos y el Himno Nacional

Por Elisa Cohen de Chervonagurra para LA GACETA - Tucumán.

14 Octubre 2007
Si todo hablante diseña y expresa un mundo peculiar a través de un determinado lenguaje. ¿Cómo es el que enuncian los niños cuando entonan las canciones patrias?
Uno de los ámbitos más importantes de transmisión y consolidación del lenguaje dentro una comunidad lingüística es la institución escolar que, sin embargo, no presta atención a las complejidades e incongruencias que conllevan ciertos rituales.
En efecto, se trata de prácticas musicales presentadas como canciones heroicas, que en apariencia aspiran a transmitir, a través de determinado discurso, valores nacionales como la lealtad y el amor a la Patria pero, a causa de la desatención de la cotidianidad, pasan a ser ejercicios vacíos e intrascendentes.
El estudio de los himnos patrios que se cantan en los establecimientos escolares se convierte entonces en un campo de paradojas entre el mundo que la letra de las canciones intenta mostrar y el que los estudiantes expresan, plagado de errores y de confusiones en su interpretación, favorecidos además por la existencia de determinados fenómenos fonéticos a nivel de la superficie textual.
Nuestro Himno Nacional tampoco está exento de sufrir transformaciones y, en el continuum del lenguaje cantado, los chicos, por lo general, ejercitan distintas conductas que van desde mover los labios haciendo un playback indiferente hasta intentar cantar lo que suponen que es la letra, por lo general aprendida oralmente luego de eternas repeticiones.
Así, las canciones escolares en vez de intentar insuflar el orgullo nacional pasan a expresar contradicciones inentendibles que promueven todo tipo de conjeturas, como cuando en la Marcha de la Bandera se canta, por ejemplo, "Aquí está la bandera y no la traigo", mientras que en nuestro Himno Nacional es común que los niños lo empiecen apelando a un santo desconocido: "Oíd mortales el negrito sagrado", se pregunten quién es esa famosa Gloria que nos corona, y lo concluyan con una fervorosa apelación al mundo de la farándula, para gritar a voz de cuello "O juremos con Moria morir".
Evidentemente estamos ante fenómenos próximos a la etimología popular que favorecidos por las proximidades articulatorias de los fonemas, surgen ante la necesidad de generar entidades concretas que llenen abstracciones inentendibles. Son reacciones concretas a la arbitrariedad del signo impulsadas por el intento de motivar aquellas palabras consideradas opacas, lo cual plantea entonces una antinomia y una tensión entre esa arbitrariedad y la necesidad de motivación de los hablantes En esos errores y suposiciones hay todo un proceso semasiológico en el cual los chicos se esfuerzan para interpretar lo fonético y promueven una especie de analogía o etimología asociativa, que conduce a la modificación del significado. Por eso se alteran formas y contenidos ante la necesidad de llenar ese vacío semántico, ya que no entienden muy bien a qué alude el grito sagrado o la bandera idolatrada; qué significa morir con gloria o, peor aún, qué le pasó al pueblo argentino que, por estar resfriado, debemos desearle ¡Salud!
Estas conexiones erróneas, también con mucho de lúdico, conducen además a la introducción de un léxico periférico propio de la cotidianidad y, por qué no, también un poco transgresor en la estructura ortodoxa, pomposa y ya fosilizada de las canciones patrias. Estas, lamentablemente, pasan de ser el llamado convocante y fervoroso, reforzador de la identidad nacional, a un misterioso galimatías surrealista que promueve, sino el humor, seguramente sí el tedio. © LA GACETA

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