A contramano

A contramano

Todos están preocupados en los comicios de agosto. Pareciera que para evitar conflictos, las normas se flexibilizan. Por Federico van Mameren - Secretario de Redacción.

22 Julio 2007
Ciclistas y motociclistas circulando por el lado izquierdo de las calles. Amigos ocasionales que ayudan a birlar el lugar de la fila a quien la hizo pacientemente. Automovilistas manejando con una mano porque a la otra la tienen ocupada con el celular. Se podría llenar estas líneas con escenas que a diario se repiten en Tucson y que son tan cotidianas como la salida del sol.
Esta tristísima semana, en la que se fue para siempre el "Negro" Roberto Fontanarrosa, también dejó una mancha en la plaza Alberdi. Hasta allí llegó Warwick Legget. Un ignoto ciudadano australiano que terminó dando clases de civilidad a los tucumanos.
El intendente caminaba ayer por el barrio Costanera y bufaba. Estaba más colorado que nunca. Dos semanas antes había pedido que sus principales funcionarios pusieran atención a los paseos y a los servicios públicos. El australiano había llenado 17 bolsas de basura y hasta había matado una rata. "No me escuchan; no me escuchan", repetía Domingo Amaya. "No me vengan a decir nada cuando habían sido advertidos de que estas cosas no pueden pasar. Se tendrían que ir todos", bramó el intendente. El secretario de Obras Públicas, Fernando Insaurralde, fue quien tuvo que agachar la cabeza y recibir las filípicas del lord mayor -menor, en este caso-.

A fuego lento
Mientras haya un extranjero que levante la roña, es posible seguir de campaña. Los comicios están muy cerca; tal vez por eso a ningún candidato le espantó este desarreglo. También por cuestiones de agenda no deben haber podido ayudarlo.
Episodios tan simples dejan al desnudo cómo junto a la moneda se ha producido una devaluación de valores ciudadanos.
Esta semana la irritación no sólo fue cuestión de Amaya. Los oculistas pueden testimoniar estos padecimientos; más aún cuando desaprensivamente los empresarios de la industria azucarera prendieron fuego a los cañaverales, sin importarles los perjuicios ambientales. Pero no hay culpables. No hay sanciones. Es más; sorprendidos por las llamaradas, comenzaron afiebradas reuniones en las que los ministerios de la Producción y de Inseguridad Ciudadana resolvieron comenzar los operativos para impedir la quema de la caña. Es decir que fue necesario que ocurran los hechos para que se haga cumplir la ley. Es difícil comprender estas actitudes.
Ocurre lo mismo en las calles de la capital, donde, con sólo caminar por las peatonales, se pueden adquirir los últimos estrenos del cine en baratísimos DVD. Pensar que hace muy poco se había declarado el fin de la venta ambulante en las calles céntricas. Cabe recordar que hay una resolución judicial que ordena que esto no ocurra y que además existe un compromiso del gobernador. Pero nada importa. Ni siquiera la competencia desleal y el contrabando que queda al descubierto. No se trata de atacar al vendedor que intenta sacar unos pesos para comer, sino de poner coto a aquellos delincuentes que les proveen ilegalmente la mercadería. Desde los inspectores municipales hasta la novel patrulla urbana, pasando por gendarmes y policías, son espectadores de este negocio ilegal.

Sesenta centímetros
En las rutas se protesta y se discute por 60 centímetros. Los transportistas de caña quieren que los dejen trasladar fardos de caña de 3,50 metros. Es decir piden que se flexibilice la exigencia de que sólo pueden transportar aquellos que tienen 2,90 metros de ancho. La discusión no es menor, porque estos vehículos recorren nada menos que la ruta 38, donde el récord de muertes espanta.
La medida no es nueva. Cañeros, los dueños de los camiones y el Estado tuvieron cientos de días para discutir estas exigencias. Sin embargo, está latente que lo que menos importa es la ley. Por ese motivo se deja pasar hasta que las necesidades desbordan a todos y hay que flexibilizar que en lenguaje moderno es que todos nos pongamos de acuerdo para violar la ley.
Cualquier parecido con los cupos y las normas de los taxis y remises que ahora se apellidan sutrappa es pura casualidad.

La lista que faltaba
Cuando se trata de cuestiones que afectan a actividades que involucran a una gran mayoría de la sociedad, el gobernador suele ponerse al frente y hace gala de su autoridad. Las encuestas le aconsejan que profundice ese proceder. Así fue él quien enarboló la bandera del cierre de los boliches a las 4 AM o él mismo tomó las riendas de un tema municipal como era el vergonzoso servicio de transporte de la capital. También se ocupa en persona de los conflictos suscitados en las calles con los ambulantes.
José Alperovich anda en otra. A diario le pone el moño a la campaña electoral que inició el mismo día que asumió esta gestión. Para el mandatario provincial la elección del 26 de agosto es un hecho ya resuelto. Su preocupación está en octubre y no en el incumplimiento constante de las leyes. En una provincia como Tucumán la dependencia con la Nación es total. Por eso avanza con su operativo seducción a Kristina y vuela adonde ella está para que, aunque no le hable, al menos lo vea. Para un hombre acostumbrado a ser protagonista como Alperovich, este tipo de tarea lo saca de quicio.
Con la mente puesta en los comicios de octubre, la semana pasada, en el living de su casa, terminó de definir la lista de los candidatos a diputados nacionales. Hasta después de las elecciones provinciales no tiene previsto dar ni un solo dato al respecto. Sin embargo, a los sijosesistas ya se les escapó que Fernando Juri no será uno de los cinco nombres. Si es que no sigue perdido en las carreteras españolas, cuando vuelva de su periplo por la península ibérica, aterrizará en la Casa Rosada para escuchar cómo el Presidente le ofrece un cargo nacional.
Alperovich decidió dar premios y castigos en la elección de los postulantes al Congreso.
Kristina confundió a todos. "La novedad del cambio es precisamente seguir en una misma dirección y evitar cimbronazos", dijo el día que se lanzó como candidata a presidenta. Es tan raro como la nueva política, o la muerte del clientelismo o la desaparición de los bolsones que supo declamar Alperovich.
Ocurre que si las leyes han perdido su fuerza, las palabras, mucho más. Da la sensación de que no importaran. En la Argentina ya quedó claro que las reacciones se dan cuando afectan a los bolsillos Por eso la inflación y las tarifas empezaron a figurar en la agenda de los políticos.
"Que lo parió, Mendieta"

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