Internet pasó a ser la gran aliada de los coleccionistas

Internet pasó a ser la gran aliada de los coleccionistas

Los cambios de paradigma provocados por la tecnología no modificaron el hábito, al contrario: internet es un gran aliado

 JUGUETES. FRIDO NUÑEZ.- LA GACETA / FOTO DE INÉS QUINTEROS ORIO.- JUGUETES. FRIDO NUÑEZ.- LA GACETA / FOTO DE INÉS QUINTEROS ORIO.-
29 Octubre 2017

Buscan. Encuentran. Guardan. Revisan. Clasifican. Atesoran. Y siguen rastreando. Se apasionan. Se obsesionan. Son metódicos. Sueñan. Y nunca paran. Bienvenidos al de los coleccionistas, un mundo repleto de variables y estilos pero que tiene como base la atracción irresistible por determinados objetos. Y dos cosas más: el gusto por el dato preciso, que memorizan con rigurosidad científica, y el espíritu aventurero, que los lleva a explorar hasta rincones impensados para encontrar una pieza única.

Tucumán tiene muchos coleccionistas. Están los más habituales o conocidos: de monedas, de antiguedades o de sellos postales. Hasta los más excéntricos, que coleccionan radios de todo el mundo o atesoran papeles impresos de distintas épocas, pasando por los que aman los juguetes de diferentes décadas, los discos de vinilo y hasta ¡perfumes!

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Están los que arman grandes colecciones y persiguen el sueño de crear su propio museo. Y los que hacen su compilación en forma casera, sin más pretensiones que mostrársela a sus amigos y conocidos. Algunos con objetos únicos puntuales. Otros con varios rubros a la vez.

En esta nota, y solo a modo de ejemplo de estas pasiones, contamos algunas historias de coleccionistas.

> Un santuario tapizado por infinidad de juguetes

Hace varios años Frido Núñez dejó atrás la infancia. Pero eso a él no le importa para nada. Se desvive por los juguetes, especialmente por los de Star Wars. En su casa atesora más de un centenar de piezas y año a año aumenta la colección en una habitación a la que él llama “el santuario”. “También tengo figuritas especiales, algunas de 1877, vinilos y otras cosas, como por ejemplo envoltorios y cajas de juguetes”, dice Frido, que tiene 36 años y es padre de dos niños.Cree que es coleccionista de toda la vida. “Cuando era chico ya tenía esa obsesión de cuidar los objetos, no tirar las cajas en las que venían, ordenarlos. Todavía tengo el Batimóvil del año 89 con su respectivo envoltorio”, describe.Tiene todo sistematizado. Se interesa por la historia de cada uno de los juguetes, qué pasaba en el país cuando salió a la venta. “No colecciono cualquier juguete; busco cosas antiguas, que me hayan gustado mucho de chico. Por suerte, internet me ayuda mucho en esta tarea. Además, me di cuenta de que en Tucumán hay un montón de coleccionistas de juguetes con quienes compartir mi pasión”, revela.Lo más loco que hizo para su colección fue meterse en la 501st Legion (una organización mundial de fans de Star Wars, que tienen trajes de la película y hacen actos de caridad). “Colecciono esos disfraces en tamaño natural y los uso en distintas actividades benéficas”, cuenta, mientras confiesa que lo más preciado son sus figuras de 1977 de la Guerra de las Galaxias. 

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> La amante de los perfumes

Hay quienes le juran lealtad a una sola fragancia. No es el caso de Karen Sparr. A ella cada momento, cada estado de ánimo, le inspira un aroma distinto. ¡Y claro, sí que tiene opciones para cada ocasión! Porque desde hace más de 20 años esta licenciada en Administración de Empresas colecciona perfumes importados de todo tipo de flores y notas. Su colección está alineada mayormente en las estanterías que dominan su vestidor, donde también acumula una enorme cantidad de maquillaje. Cada uno de los frascos tiene aunque sea unas gotas de la fragancia. Están ordenadas por estación. De todas sabe cuándo, por qué y cómo fueron creadas. Muchas de ellas son verdaderas reliquias, que ya no se fabrican. Según sus cálculos, posee unos 230 perfumes en total. “Cada lanzamiento de un nuevo producto no me lo pierdo. Estoy pendiente del mercado. Todo comenzó cuando cumplí 15 años y me regalon mi primer importado. Me volví fanática”, explica la profesional, que entró a trabajar en un free shop y entonces fue volviéndose cada vez más experta en aromas. “¿Lo más loco que hice?... Endeudarme”, confiesa Karen, que se declara una enemiga acérrima de las imitaciones y de regalar alguna de las piezas de su colección. “Son mis tesoros”, subraya.

> 1.500 vinilos y mucho más

Fabián Capdevila (47) tenía 9 o 10 años cuando heredó varias cajas llenas de vinilos. Al principio no sabía bien qué podía hacer con ellos. Hasta que, jugando, empezó a escucharlos. Allí cree él que se inició su fanatismo por los discos y por la música. Esi lo convirtió en el dueño de una colección que tiene más de 1.500 piezas, todas ordenadas perfectamente en un cuarto de su casa en La Florida. Allí también hay equipos de música, bandejas, parlantes, casettes, una videoteca y un proyector para ver películas en la pared. Gracias a internet logró agrandar en forma impresionante su colección de vinilos. Tiene de todo tipo de música: tango, rock, melódicos. “Viví en Buenos Aires hace unos años, donde trabajaba como asistente de un productor musical. Esto también ayudó mucho a mi afición porque recibía todo tipo de discos; por ejemplo, los que se repartían en disquerías que tenían el sello sólo para difusión. Estos son los que mejor calidad de sonido tienen”, resalta. “¿Si los escuché todos?... Claro que sí. Cada día escucho un disco, desde Pink Floyd, Alan Parsons, Queen, Inxs, Madonna, pasando por Mecano, los Iracundos. La lista es larguísima... Hasta tengo el primer vinilo de Julio Iglesias”, especifica Fabián, que es experto en automatismo y trabaja en varias empresas.

> La historia en los sellos postales

¿Por qué seguir coleccionando sellos postales en una época en la que las cartas parecen estar a punto de desaparecer? Es una pregunta que suelen hacerle con frecuencia a quienes integran las asociaciones filatélicas. Pablo Paolasso, presidente de la Sociedad Filatélica de Tafí Viejo, trata de dar una explicación: “no creo que haya ninguna colección completa de sellos; hay muchísimo todavía para buscar y encontrar en el pasado”. Y en esa tarea, sin dudas, la tecnología e internet vinieron a avivar las pasiones de los compiladores, admite.En la actualidad, según cuenta, sí se siguen emitiendo sellos. Aunque la cantidad es muy baja. “El Correo Argentino, que hace unas tres o cuadro décadas tenía emisiones de 500.000 sellos por año, ahora tiene tiradas de unos 15.000”, describe.La Sociedad que dirige acaba de cumplir 25 años de vida. Él colecciona desde que tiene seis años; o sea, hace 39. En sus manos atesora un muestrario que comenzó en 1913 con su abuelo y que luego tomó su papá. “Tengo millones de piezas”, resalta, no sin antes aclarar que lo interesante de la filatelia, más allá de los sellos, es la investigación histórica que moviliza a quienes la practican.“Están los coleccionistas tradicionales, que buscan los sellos de un país. Y después están los ‘elefantes’, que coleccionan por temas”, especifica. Paolasso tiene, por ejemplo, una compilación de sellos que reflejan el auge y la decandencia del Imperio Austrohúngaro.

> Radios de todas las formas y épocas

A los 72 años, Eduardo Bader tiene un sueño en mente: reabrir su museo de radios, que funcionó desde 2001 hasta 2005. En ello piensa todo el día, mientras revisa las hojas de un libraco en el que aparecen descriptos, por tipo y orden cronólogico de aparición, cada uno de los aparatos que atesora. El empresario, que fue dueño de  LV12, cuenta que su afición comenzó cuando estaba al frente de la emisora. “Algunas radios las fui comprando; otras me las regalaron”, señala mientras muestra los objetos más llamativos: tiene aparatos transmisores con forma de ruleta, de guitarra, de paquetes de cigarrillo y de relojes. Están expuestas en una antigua vitrina, en su oficina de 9 de Julio al 1.700. “Aquí sólo hay algunas; la mayoría están embaladas”, especifica.Cuando arme la exposición se llamará “Museo de sonidos”, adelanta. Y tendrá toda la colección, que se compone de grabadores, reproductores, micrófonos y transmisores. Hay aparatos fabricados desde 1857 hasta la actualidad. En su haber es posible encontrar las primeras radios de los años 20. Hay también fonógrafos, vitrolas, radios valvulares y a transitores de todo tipo de formas y colores. Además, cuenta con una importante colección de sonidos: tiene grabaciones, por ejemplo, de discursos de Eva Perón y del papa Juan Pablo II. “Esto comenzó, en realidad, cuando era muy chico. Siempre me gustó atesorar objetos, desde que era boy scout”, recuerda. Su padre era radiotécnico, así que infiere que de ahí puede haber surgido tanto interés por las radios. También colecciona cuchillos y monedas y billetes, describe, mientras muestra un libro en el que guarda dinero de distintos municipios de Austria, donde vivieron sus antepasados.Pese a la falta de espacio, Bader siempre encuentra un hueco para aumentar la “familia” de sus colecciones. Durante cada viaje, en cada país visitado, trata de buscar algo de lo que tanto lo apasiona.


mané guantay
“no importa tanto la cantidad, sino lo que significa cada cosa”
“¿Qué otra cosa es una colección más que un desorden al que el hábito ha acomodado al punto de hacerlo parecer algo ordenado?”, planteaba Walter Benjamin en “Desempacando mi biblioteca”. Precisamente, dice la Real Academia Española que una colección es “un conjunto ordenado de cosas, por lo general de una misma clase y reunidas por su especial interés o valor”. Pero, ¿qué es aquello que determina lo que puede llegar a ser de interés para una persona? ¿Es lo mismo coleccionar que acumular?
Para despejar las dudas vale la opinión de la investigadora Mané Guantay, quien lleva adelante la muestra “Archivo y recolección... peligro de acumulación”. Según dice, un coleccionista es un enamorado y apasionado de lo que hace. “Sabe bien las cosas que tiene, establece un sistema de relaciones entre los objetos que colecciona. Todo tiene un hilo conductor. No es tanto la cantidad lo que le importa, sino qué significa cada una de las cosas que guarda”, señala Guantay, en un intento de diferenciarlo  de los acumuladores, aquellos que compran y guardan porque sí gran cantidad de objetos. 
“El acumulador tiene necesidad de juntar, aunque no sabe bien por qué. Compra, pero no por placer. Y una vez que tiene algo, busca otra cosa. A veces, ni abre los paquetes. Un coleccionista, con cada cosa que obtiene establece una relación afectiva. Sabe por qué busca un objeto, le interesa la rareza, requiere  información e historia”, especifica la artista, y se declara admiradora de su madre, María “Coyi” Argañaraz, quien viene armando desde 1990 una colección de papeles impresos.
Según Guantay, la gran mayoría tiene esa necesidad de coleccionar, algo que quizás se ve cuando compramos nuestro primer álbum de figuritas a la salida de la escuela. En algunos esa necesidad se diluye pronto bajo el peso de las ocupaciones, mientras en otras, esos “archivos” -que muchas veces pueden resultar para otras personas antojadizos e inservibles- se vuelven memoria sociocultural al tiempo que hilvanan un discurso muy personal.

Mané Guantay: “no importa tanto la cantidad, sino lo que significa cada cosa”

“¿Qué otra cosa es una colección más que un desorden al que el hábito ha acomodado al punto de hacerlo parecer algo ordenado?”, planteaba Walter Benjamin en “Desempacando mi biblioteca”. Precisamente, dice la Real Academia Española que una colección es “un conjunto ordenado de cosas, por lo general de una misma clase y reunidas por su especial interés o valor”. Pero, ¿qué es aquello que determina lo que puede llegar a ser de interés para una persona? ¿Es lo mismo coleccionar que acumular?
Para despejar las dudas vale la opinión de la investigadora Mané Guantay, quien lleva adelante la muestra “Archivo y recolección... peligro de acumulación”. Según dice, un coleccionista es un enamorado y apasionado de lo que hace. “Sabe bien las cosas que tiene, establece un sistema de relaciones entre los objetos que colecciona. Todo tiene un hilo conductor. No es tanto la cantidad lo que le importa, sino qué significa cada una de las cosas que guarda”, señala Guantay, en un intento de diferenciarlo  de los acumuladores, aquellos que compran y guardan porque sí gran cantidad de objetos. 
“El acumulador tiene necesidad de juntar, aunque no sabe bien por qué. Compra, pero no por placer. Y una vez que tiene algo, busca otra cosa. A veces, ni abre los paquetes. Un coleccionista, con cada cosa que obtiene establece una relación afectiva. Sabe por qué busca un objeto, le interesa la rareza, requiere  información e historia”, especifica la artista, y se declara admiradora de su madre, María “Coyi” Argañaraz, quien viene armando desde 1990 una colección de papeles impresos.
Según Guantay, la gran mayoría tiene esa necesidad de coleccionar, algo que quizás se ve cuando compramos nuestro primer álbum de figuritas a la salida de la escuela. En algunos esa necesidad se diluye pronto bajo el peso de las ocupaciones, mientras en otras, esos “archivos” -que muchas veces pueden resultar para otras personas antojadizos e inservibles- se vuelven memoria sociocultural al tiempo que hilvanan un discurso muy personal.

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