Zecca: “la misión del sacerdote no es denunciar a los dealers, eso le corresponde al fiscal”

Zecca: “la misión del sacerdote no es denunciar a los dealers, eso le corresponde al fiscal”

Monseñor Alfredo Zecca. Monseñor Alfredo Zecca.

Monseñor Alfredo Zecca habló con LA GACETA sobre el perfil que debería tener el próximo arzobispo: “debería ser capaz de hacerse cargo de una arquidiócesis grande y compleja; no podría limitarse a una pastoral pequeña”. Destacó que mantenía una relación cercana con el padre Juan Viroche. “Me tortura saber cómo debe haber sufrido”, confesó.

07 Junio 2017

Hace frío y está desabrigado, porque es caluroso. Pero le basta con la tibieza de un poncho tucumano -marrón con guardas bordó- cargado sobre los hombros, como una oveja. El pastor Alfredo Horacio Zecca, de 67 años, pronto dejará su rebaño. Durante dos años y medio retuvo el dolor de la duda de si no estaría “bajándose de la Cruz” -como confesó- al pedirle al Santo Padre la renuncia al cargo de arzobispo de Tucumán. Dice que lo meditó en soledad durante todos esos meses y que cada recaída de su salud le acercaba más a su decisión final. Cuando llegó a los cuatro by pass en su corazón, cinco stents en las arterias y seis cirugías (en la columna y el intestino) se miró a sí mismo y, sin atisbo de solemnidad, se dijo: “esta carrocería cada vez funciona menos”.

Lo único que le dio paz fue hablar con el papa Francisco, a quien monseñor Zecca conoce desde chico. Sus padres eran amigos en Buenos Aires. Jorge Bergoglio tenía 13 años cuando nació Alfredo. Aunque la vida los llevó a circular por distintos caminos dentro de la misma Iglesia, jamás se perdieron de vista, siempre había cercanía. Eso le dio la confianza a monseñor Zecca de enviarle dos mensajes el año pasado (en octubre y en noviembre), anticipándole un poco su decisión. El Papa le contestó con una carta muy afectuosa. Hasta que se presentó el momento de hablarlo cara a cara en Santa Marta.

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Después de la conferencia de prensa en la Casa Pastoral, donde se anunció la Colecta Anual de Cáritas programada para el sábado y el domingo, monseñor Zecca habló con LA GACETA sobre los temas que lo inquietan: la Iglesia que deja, el arzobispo que viene, su relación con las instituciones de afuera y todo lo ocurrido puertas adentro. Y el caso Viroche, claro.

Dice que cuando se hizo pública la renuncia la única persona que lo llamó para felicitarlo fue su cardiólogo. La prédica (la del doctor) había dado frutos.

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- ¿Qué es concretamente lo que usted le pidió al papa Francisco?

- Le pedí que no me designara emérito porque soy joven (tengo 67 años). La Iglesia tiene sedes titulares, que son sedes de antiguas diócesis que ya no existen (las hay en Buenos Aires y en Córdoba por ejemplo), donde yo podría ser titular. No quisiera pasar a ser emérito porque dejaría de pertenecer a la Conferencia Episcopal, como ocurre con el cardenal (Luis) Villalba, por ejemplo, que aunque sea cardenal no tiene voto. Lo que le pedí al Santo Padre es trabajar en algo que no sea estresante como el gobierno. Yo sé que el Papa no tiene límites para aceptar mi renuncia, pero le pido que sea por lo menos este año.

- ¿Qué significó para usted ser arzobispo de Tucumán?

- Para mí significó una experiencia muy importante. Porque la verdad es que el contacto con esta variedad de fieles, desde la viejita que reza, las familias y los chicos, yo nunca lo había vivido. En Tucumán me recibieron muy bien, no tengo apuro por irme, pero cuanto antes pueda dejar el gobierno, mejor. Creo que nadie es imprescindible y seguramente el Santo Padre mandará un pastor que hará las cosas mejor que yo y sobre todo tendrá más salud. Porque a ver... A mí nadie me echa. Yo podría quedarme hasta los 75 años, pero eso sería hacer que la Iglesia se frenara ¿no? ¿Para que? ¿Para decir que soy arzobispo de Tucumán? Eso sería un egoísmo de mi parte. Puedo colaborar de verdad en la Iglesia desde otro lugar.

- La renuncia de un prelado ahora está más aceptada...

- Sí. Fíjese que tenemos la renuncia de Benedicto XVI y la semana pasada el Papa en la misa diaria dijo, según leí, que el obispo tiene que saber cuándo despedirse. Que el obispo que ve que le faltan las fuerzas acepte sus limitaciones está demostrando que no se siente dueño del rebaño. Tengo una tranquilidad total de conciencia porque en última instancia me puse en manos del Papa, él es el que marcará los tiempos con libertad.

- ¿Qué fue lo más difícil para usted de su gobierno pastoral?

- Lo más difícil ha sido decidir sobre otras personas. A diferencia del ámbito académico, donde uno resuelve temas y acepta o rechaza proyectos, en la Iglesia uno tiene que decidir sobre la interioridad de las personas. Un obispo tiene que hacerse cargo de las crisis de los sacerdotes, de las enfermedades de los curas, de una serie de cosas que afectan el mundo más personal y afectivo; eso a mí me tensiona mucho.

- ¿Y el caso Viroche?

- Me dejó muy dolorido, porque yo con el padre Juan Viroche tenía una relación muy cercana, más que con otros curas. Lo mandé a La Florida porque tenía el perfil y él estaba muy contento. Siempre mantuvimos un diálogo por teléfono, yo lo acompañé, lo visité, por eso lamento que haya ido a verme ese miércoles. Me dijo: ‘me están persiguiendo’ por una denuncia de prostitución infantil en Delfin Gallo. ¡No me mencionó el tema de la droga! Yo le dije: Juan, andate ya, no te preocupés por la parroquia. Descansá y después vemos si volvés a La Florida. Él lo reconoce en un audio que circuló. Me dijo que quería estar en la fiesta patronal de ese fin de semana. Yo ya tenía nombrado el padre que iba a reemplazarlo. El lunes lo llamé al celular y ya no me contestaba. Le dejé un mensaje: “Juan quiero saber como estás”. Me tortura saber cómo debe haber sufrido este muchacho.

- ¿Qué le dice a la sociedad sobre eso?

- La droga es uno de los grandes flagelos que tenemos en todo el país. Pero no es la misión del sacerdote denunciar a los dealers, eso le corresponde a los fiscales. La Iglesia va a prevenir y acompañar a la comunidad que está en riesgo, a los jóvenes que están en peligro de caer en la droga, pero no nos corresponde denunciar. Es a las fuerzas del orden que dependen del Ejecutivo y a las fuerzas de seguridad a las que les compete luchar contra el narcotráfico. Pero sí debemos hacer consciente el flagelo de la droga porque es una predicación integral del Evangelio. Yo no puedo predicar un Evangelio abstracto, o sea, la conversión personal, la salvación individual, sin hacerme cargo de lo que ocurre en la sociedad.

- Usted dejará cambios en la administración de los colegios del Arzobispado.

- Nuestro objetivo es que los colegios estén mejor intercomunicados y que hagamos una mejor administración, no sólo en el aspecto económico sino también pedagógico. En este sentido he contratado un equipo para hacer auditorías, hemos comenzado por dos colegios, el de Nuestra Señora de Fátima y el de El Salvador, en Yerba Buena. Queremos ver cuál es la situación, en orden a mejorar, para tener una administración no aislada, sino integral. El objetivo es trabajar en una integración que después incluirá a las congregaciones, aunque sin quitarles autonomía. Tenemos que lograr integrarnos cada día más. Además, me siento responsable no sólo de los alumnos que dependen del Arzobispado sino también de los chicos de los colegios católicos privados y de los alumnos católicos de las escuelas públicas estatales.

- ¿Significará una administración más centralizada de los casi 30 colegios?

- La idea es que tengan una forma de administración más centralizada. No es lo mismo comprar 30 resmas de papel, que la carga de un camión, para abaratar costos. No sólo eso, una asesoría en el plano pedagógico, administrativo y legal hace falta, los colegios no pueden quedar solos. Esto beneficiará a los que tienen menos recursos por un principio solidario.

- ¿Cuál es el perfil de obispo que necesita Tucumán?

- La arquidiócesis de Tucumán es grande y compleja. El obispo que venga debe tener plena consciencia de eso. No debería limitarse a una pastoral pequeña intraiglesia sino hacerse cargo de las relaciones con las instituciones del medio. Tucumán es la capital cultural de todo el NOA, tiene cuatro universidades, y un amplio mundo empresarial y sindical al que también hay que evangelizar. Debe ser un obispo que pueda responder a los desafíos pastorales con pocos sacerdotes. Los mismos curas dicen que cada vez les cuesta más comprometer a los laicos.

- ¿Cómo se logra más compromiso?

- El Papa destaca mucho en su exhortación apostólica Evangelii Gaudium (“la Alegría del Evangelio”) el valor de la pertenencia. Menciona 18 veces esa palabra. Porque hay una crisis de pertenencia. Hoy el individualismo también llega a nuestros católicos. Los curas no estamos inmunes, todos somos hijos de la cultura, incluso a los curas nos cuesta sentirnos pertenecientes a un presbiterio, y sentirnos pertenecientes a una Iglesia particular donde todos tenemos que poner nuestra acción.

- ¿Va a extrañar Tucumán cuando se vaya?

- No sólo la voy a extrañar sino que voy a pedir que me entierren en Tucumán.

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