Con más humor que drama

Con más humor que drama

“Bufón”, la obra cordobesa que se ganó el domingo los mayores aplausos desde que comenzó la Fiesta, cumple fielmente con el estilo que impera desde su título. El personaje en cuestión tiene la misión social de sacar a la luz la verdad de entre los pliegues y las capas superpuestas que la ocultan (las de su propio vestuario) y en medio de ese castillo, sobre el escenario y a medio derrumbar, que es la realidad.

Nada ni nadie está a salvo de la crítica del bufón magistralmente interpretado por Julieta Daga: su labor es decir lo que otros callan por convenciones sociales. Así es como, en falsos agradecimientos, cambia el nombre del Instituto Nacional de Teatro al de Tedio; en vez de Pablo Avelutto llama al ministro de Cultura de la Nación Abucheaduto (por los abucheos que recibió el viernes) o afirma estar viva porque la Policía de Córdoba aún no la mató “como hizo con las travestis y prostitutas que no pagaron la mensualidad”.

La crítica es despiadada pero no agresiva. Marca pero no hiere. Y ahí está la mano del director Luciano Delprato, que sacó lo mejor de lo mucho que da la actriz, quien pasa con una naturalidad admirable del más conocido monólogo de Hamlet a una escena escatológica o de un tango lastimero a un partido de fútbol con el público, con elementos técnicos y de teatro genuinamente popular que merecen la ovación recibida por los 154 espectadores que la vieron (los contó uno a uno). Lo social, lo político y lo humano pasaron por el tamiz de la burla durante una gozosa hora y media de función en una sala en la que lamentablemente sobró espacio.

No fue la única buena noticia teatral en obras para adultos. Fue una grata novedad “Oliviera”, del grupo LibélulaSur de Santa Cruz, que entrelaza la poesía de Oliverio Girondo con la conflictuada vida de una mujer con múltiples personalidades. “No soy muy normal”, dice al principio pero la referencia visual al Joven Manos de Tijera no necesitaba aclaración alguna. El hallazgo de dividir el personaje en dos actrices de talento y dinámica similar potenció una idea que, entre risas, ofrece parte del universo del poeta en una puesta minimalista montada sobre el absurdo.

El pampeano grupo Andar aportó la dosis de drama con “Labyrinthus”, que escribió su directora Edith Gazzaniga sobre un hecho real (ver “No todo...”). La fuerza de la historia dominó la puesta, con un diseño de triángulo central como lugar de tensión y lucha y una gran pared blanca donde se vuelcan desde una grilla de calendario (remite a rejas de una cárcel) a consignas dogmáticas que impiden romper el cerco.

El cierre fue con “Constanza muere”, a pedir del despliegue histriónico de Analía Couceyro, para desacralizar la muerte a fuerza de risas que hacen recordar a “El séptimo sello” o, más cercano aún, al relato humorístico que Woody Allen escribió inspirado en esa película. Es que, como demuestra Constanza en su relación con la parca (un asno) y una pianista que no habla, la muerte es algo tan serio que no puede tomársela sin reír.

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