Es bombero, padre de siete hijos y vive debajo de un puente

Es bombero, padre de siete hijos y vive debajo de un puente

En total hay siete familias que residen como en un subsuelo y en la pobreza más extrema de la zona llamada “El puente de los suspiros”

PIES MOJADOS. Cada vez que llueve, el agua entra a la casilla de madera, tan precaria que parece a punto de caerse; ahí vive César Ponce. LA GACETA / FOTOS DE ANALÍA JARAMILLO. PIES MOJADOS. Cada vez que llueve, el agua entra a la casilla de madera, tan precaria que parece a punto de caerse; ahí vive César Ponce. LA GACETA / FOTOS DE ANALÍA JARAMILLO.
23 Diciembre 2015
Tiene 32 años. Es padre de siete hijos. Cuando cumplió los 18 años, César Ponce quería ser policía -como su padre-, pero como no había terminado el secundario ni siquiera pudo rendir el examen de ingreso. Entonces resolvió que lo más cercano era entrar al cuerpo de Bomberos Voluntarios.

Finalmente cumplió su deseo y se convirtió en bombero. Actualmente integra la dotación de La Florida. En distintas ocasiones participó en el rescate de damnificados por las inundaciones. Lo más paradójico es que este bombero vive debajo de un puente. Su casa, de madera, es tan precaria que está a punto de caerse. Cada vez que llueve se inunda todo y no les queda más remedio que subir al puente, mientras observan cómo el agua les tapa la casa y todos los enseres que hay adentro. Así vive desde hace nueve años.
  
Los vecinos lo llaman “El Puente de los Suspiros”, pero hay un olor tan fétido que no dan ganas de quedarse enamorado al costado del asfalto. Debajo de los hierros y el hormigón está la casilla de Ponce.

Hay tantas malezas que desde arriba del puente no se puede ver nada. Debajo de la estructura por donde circulan los vehículos hay una planta de limón; a unos cinco metros hay otra de naranja, y más distante todavía puede verse una higuera. En el piso de tierra, debajo de esos frutos, deambulan entre seis y ocho perros hambrientos. La jefa es Aurora, una perra que se mueve lentamente entre el resto, como paseando su autoridad a los cuatro vientos.

De pie, en el medio del patio, todo parece normal, como en cualquier casa con patio de tierra y mucho verde. Sin embargo, la realidad es más grave de lo que pinta a la vista. En total hay siete familias que viven debajo del puente.

Otros dos hermanos de Ponce también son bomberos voluntarios. Ellos también cumplen funciones en La Florida. Como se trata de voluntariado no tienen un sueldo. César explica que cuando le queda tiempo se dedica a trabajar como guardia de seguridad privada.

“Hay un local de venta de pollos, donde me conocen y saben de mi situación, por eso ahí me dan trabajo y me pagan $ 135 por tres horas de guardia; con eso me puedo dar un poco de vueltas para darles de comer a mis hijos”, cuenta.

Hace un par de semanas se compró una desmalezadora para rebuscárselas con “changuitas”, con la idea de salir a cortar el césped y ganarse unos cuantos billetes.

Asesinado en un asalto

Debajo del puente de los suspiros hay otra casilla en la que vive su madre, Teresa Singh, de 55 años. La mujer tuvo 12 hijos y enviudó de Hugo Mario Ponce, un policía retirado al que mataron de un balazo durante un asalto ocurrido el 24 de noviembre de 2000.

Desde aquel momento comenzaron las penurias para Teresa, sus hijos y sus nietos. La hija menor, Ruth Muruaga, cumplió 15 años en septiembre pasado. Durante las últimas lluvias, Teresa y sus hijos padecieron las consecuencias. El agua entró -como sucede siempre cada vez que llueve- y les tapó la casilla de madera.

Los chicos no podían quedarse en ese lugar inundado. Entonces, el Estado resolvió que debían ser evacuados. De ese modo, los menores terminaron alojados en un espacio debajo de las tribunas del viejo autódromo del parque 9 de Julio.

Junto con los adultos hay seis menores de edad que viven debajo del puente. La pobreza se respira en el aire. En un costado está la moto de César. Es una scooter de color azul a la que le añadió una sirena y una luz roja para circular más rápido en caso de recibir un llamado de emergencia desde La Florida.

El joven bombero viste un pulóver (tipo militar) de color azul y lleva una insignia pegada en el lado derecho del pecho con su nombre y cargo: “Ponce César. Oficial Auxiliar de Dotación”.

Al levantar la mirada, solo se ven paredes a los costados hacia arriba. Son las construcciones vecinas que vistas desde abajo del puente parecen edificios en altura.

Antes de llegar a ser bombero, César la pasó muy mal. Vivía en la calle. Tenía un hijo. Dormía donde lo agarraba la noche. En invierno se puso a buscar un mejor refugio y encontró un espacio en la plaza Alberdi. Los vecinos lo veían llegar al atardecer acompañado de un niño. Era su hijo, de seis años. Juntos dormían a la intemperie.

Las quejas de los vecinos obligaron a la intervención del Estado. En aquel tiempo, le quitaron a su hijo, que luego fue dado en adopción cuando cumplió siete años. Nunca más lo pudo ver; ni siquiera conoce su paradero. Después se instaló debajo del puente, formó una nueva pareja y nacieron los demás hijos. A los 18 años se hizo bombero y ahora espera una ayuda del Gobierno para tener una casa en un sitio donde la lluvia no sea una amenaza permanente de que va a perder lo poco que tiene en cuestión de minutos.

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