Esperando la tormenta
LA GACETA / FOTO DE ROBERTO DELGADO LA GACETA / FOTO DE ROBERTO DELGADO
Desde la punta más alta de la calle Colón en Yerba Buena puede verse el panorama del futuro: enormes y atractivos barrios cerrados recostados sobre el pedemonte, aparecidos con la fiebre constructora que se viralizó en última década. Yerba Buena es el caso paradigmático y su último intendente, Daniel Toledo, es el principal responsable de este cambio en la “Ciudad Jardín”, ya que gobernó en los últimos ocho años. Concluida su tarea, y cuestionado en marzo pasado por la forma en que administró la urbanización y por los estragos causados por los desbordes del río Muerto y el Canal Sur, dio una sentencia curiosísima a LA GACETA: “creo que se ha llegado al límite; no deberían continuar las edificaciones”, dijo, en referencia a la urbanización en el pedemonte.

Pero no se ha llegado al límite. Ya hay en Yerba Buena 68 barrios cerrados, según estima el concejal Javier Jantus, y la ciudad coqueta se va extendiendo por todos los terrenos disponibles en el cerro. Arriba del río Muerto, junto a El Tipal, aparecieron dos emprendimientos enormes. En mayo los vecinos de El Corte denunciaron que había “urbanización descontrolada” en la zona alta, con venta de parcelas de unos 300 m2 (lo cual viola el Código de Planeamiento Urbano para ese sector) y el director de Catastro municipal, Rubén Acevedo, reconoció que se había hecho una excepción a la ordenanza para otorgar terrenos a beneficiarios del plan Procrear. Hay incluso emprendimientos polémicos, como un complejo de edificios autorizado en 2012 junto a la rotonda de la avenida Perón, que fue suspendido por un amparo presentado por concejales opositores ante la Cámara Contencioso Administrativo. La Justicia lo suspendió pero la obra avanza despacito y los departamentos están siendo ofrecidos a la venta por internet, porque los hechos consumados siempre terminan imponiéndose sobre las trabas administrativas.

De hecho, así surgió el Código de Planeamiento de Yerba Buena en 1994. Se hizo una ordenanza de excepción para autorizar todas las infracciones de construcción que se habían cometido a lo largo de la avenida Aconquija y se comenzó con el nuevo plan de ordenamiento que, con su “teoría del semáforo”, permitía construir en la zona verde, limitar en la amarilla y prohibir en la roja. Pero para 2004 el empuje del dinero y de los proyectos -enfocados con avidez en el pedemonte, que es zona amarilla y roja- empezó a generar problemas a la administración. La ordenanza 1.274 (junio de 2004) advertía que se estaban deteriorando áreas de preservación (citaba el barrio El Tipal); que se hacían cortes de calles y se afectaba el normal escurrimiento de las aguas (citaba el campo del colegio Los Cerros, ubicado sobre calle Chubut arriba, cerca del canal del río Muerto); y que en los nuevos conglomerados se hacían desagües internos no planificados que ocasionaban inundaciones a los barrios periféricos. Esa ordenanza preveía la discusión en el Concejo Deliberante de las autorizaciones de construcciones. Fue vetada por el entonces intendente Roberto Martínez Zavalía y luego insistida por los ediles. Estuvo vigente hasta 2007, cuando Toledo, con el Concejo a favor, la derogó y se quedó con la potestad de decidir él solo las autorizaciones (ordenanza 1.600), sin dar intervención a los ediles.

Y ahí se viralizó la fiebre constructora, junto con la desesperación pavimentadora -Toledo se jacta de haber asfaltado 1.700 cuadras-, sin desagües. Esto ha ido cambiando el perfil de Yerba Buena. Bellas casas con vista y clima privilegiados, que explican el atractivo por vivir allí. Pero hay zonas recostadas en el cerro donde se podrá circular sólo por callejones entre las paredes de los barrios cerrados, dice el arquitecto Rolando Piñero, criticando que la Municipalidad no se haya preocupado de su obligación de cultivar el entramado urbano en medio de estos nuevos conglomerados.

La gran tormenta del 7 de marzo desató la alarma. El río Muerto se desbocó, destruyendo todo a su paso. El Canal Sur también. Expertos como José Domián y Franklin Adler advirtieron sobre la urbanización descontrolada y le apuntaron a Toledo. El primero dijo que se ha destruido el cerro desde Villa Carmela hasta San Pablo y Adler advirtió que en un futuro próximo colapsará el Canal Sur y se desbordará el canal que se está construyendo en el boulevard 9 de Julio, porque, dice, ha sido construido con criterios errados. Sigue el trazado urbano y no la pendiente lógica que va de noroeste a sudeste. Toledo intentó culpar a la UNT, a las Direcciones de Minería y del Agua y al Ministerio de Desarrollo Productivo por los estragos. “He escuchado que todos apuntan al ‘tontito’ de Toledo. Yo estoy haciendo ese canal porque hay un plan director que me dice que lo haga. Que ellos dejen de criticar y vayan a controlar la extracción de áridos”, dijo. Pero fue duramente amonestado también por expertos de la UNT, que lo culparon por usar el río Muerto como cantera de áridos de la Municipalidad.

Ahora todo es silencio. El intendente se va, reivindicando su obra del canal 9 de Julio (que costó $ 170 millones, con crédito del BID), y también se enorgullece, junto a Sisto Terán Nougués, del anunciado canal San Luis, que costará $ 500 millones. Bajará desde la rotonda de la avenida Solano Vera hasta la San Luis en la Plaza Vieja. Nadie ha dicho si con eso se evitarán estragos como los de marzo pasado. Adler opina que aliviaría la presión del agua que desciende desde el norte de avenida Aconquija, pero que “aún harían falta dos colectores más de oeste a este en la zona al norte de la calle Salas y Valdés”.

Por otra parte, el obispo José María Rossi ha dicho hace dos semanas que se debe investigar y castigar a los responsables de las inundaciones y del desmonte en el pedemonte, además de que hace falta que se hagan las obras de reparación. Hablaba de toda la provincia, pero sobre todo del sur. El decano de Ciencias Exactas, Sergio Pagani, dice que el viejo “Plan director para la sistematización de las quebradas del flanco oriental de la Sierra de San Javier y actualización del sistema de desagües” ya advertía en 2002 que había que buscar alternativas a los canales, ya que los desagües estaban obsoletos. Habla de soluciones como las lagunas de laminación. Con la Secretaría de Obras Públicas provincial se está estudiando la actualización de este plan, que convendría que luego se haga ley, explica Pagani. El problema es que la utilización de los códigos y los planes depende de cada circunscripción. En Yerba Buena, el responsable era Toledo y la tormenta puso en duda su desempeño, aunque nadie lo va a llevar a juicio por esto. En El Manantial y San Pablo son los delegados comunales. En el costado este de la avenida Solano Vera, frente a un country con canchas de golf, se anuncia una futura ciudad en un gigantesco predio de citrus recostado sobre la ruta 339 hasta la 338. El plan director de que habla Pagani incluye esta zona, pero no abarca todo el pedemonte de la provincia, que es el sector que va a ser colonizado en los próximos 30 años, por clima y paisaje.

En dos semanas más se producirá el recambio de autoridades y es posible que se cumpla el temor del climatólogo Juan Minetti, que advirtió que a fines de octubre comenzará una temporada de tormentas fuertes, como la de marzo. El futuro intendente de Yerba Buena, Mariano Campero, y el de Tafí Viejo, Javier Noguera, han prometido encarar juntos el problema. Pero es difícil que haya más coincidencias que la de cada coyuntura. Pagani sugiere que los expertos de la provincia deberían discutir para hacer un proyecto con acuerdos desde el punto de vista técnico. Adler en su momento opinó que tendrían que haberse suspendido las obras del canal 9 de Julio. “Se debe efectuar un replanteo estratégico y total, porque está visto que la expansión urbana continuará”, explicó entonces. Pero desde marzo hasta ahora han pasado seis meses de sequía y poca preocupación. Cuando llegue la tormenta se verá. Los responsables ya no estarán.

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