Un escándalo hoy apaciguado

Un escándalo hoy apaciguado

La reciente traducción argentina de Madame Bovary, la primera novela moderna que escandalizó a la sociedad francesa del siglo XIX, y la publicación de Adulterio, la nueva novela de Paulo Coelho que es hoy uno de los libros más leídos del momento en varios países del mundo, nos llevan a reflexionar sobre el tratamiento literario y la recepción entre los lectores del tema de la infidelidad. Repasamos otros clásicos como Ana Karenina o El amante de Lady Chatterley, así como las películas que marcaron nuestra concepción sobre el tema. Y también abordamos, desde la filosofía, la psicología y la sexología, un fenómeno tan extendido en el pasado como en el presente

IRRESISTIBLE SEDUCCIÓN. Scarlett Johansson, una musa inspiradora de Woody Allen, en una escena de la película Match Point, un drama escrito y dirigido por él en 2005. IRRESISTIBLE SEDUCCIÓN. Scarlett Johansson, una musa inspiradora de Woody Allen, en una escena de la película Match Point, un drama escrito y dirigido por él en 2005.
02 Noviembre 2014

Por Fabián Soberón - Para LA GACETA - Tucumán

“El arte cesa en el momento en que nos invade la basura”, escribió en 1857 León Aubineau sobre Madame Bovary. La nueva edición de la novela –con traducción, introducción y notas del escritor y traductor argentino Jorge Fondebrider, publicada en nuestro país por Eterna Cadencia– repone la historia de la recepción: las discusiones morales y literarias que produjo desde su aparición. Madame Bovary generó un escándalo que hoy se ha apaciguado. Ya no agita la conciencia por su desborde lujurioso sino que cautiva por el despliegue de los procedimientos formales.

Madame Bovary puede ser leída como la historia de la descomposición de un matrimonio. Desde esta perspectiva, Flaubert es tanto un artífice como un estudioso de la decadencia humana. Sin embargo, la novela es menos una historia que una forma perfecta de contarla, como dice Fondebrider.

De la pasión al fracaso

La novela narra el gradual proceso que va de la ingenua pasión libresca al fracaso amoroso. Ema, lectora relativamente culta, filistea en sus deseos, anhela vivir de acuerdo a las reglas del amorío ramplón de las novelas románticas. Se casa con Carlos Bovary, un médico aburrido, y cree que él cumplirá sus expectativas. A decir verdad, nadie estará a la altura de sus deseos idílicos. Acuciada menos por la inteligencia que por los ensueños, se enamora de dos hombres diferentes. En primer término, de León, atribulado pasante de comercio que la quiere de un modo platónico y que después huye a París interrumpiendo una relación que será retomada en un viejo hotel. Sin abandonar sus lecturas y sus aspiraciones, Ema se enamora de Rodolfo, un terrateniente pícaro y pagado de sí mismo que la engaña y le tiende una trampa sin que ella logre atisbar la perfidia oculta. Pero es el reencuentro con León, el que nos entrega una escena memorable: en París, después de una velada en el teatro, ellos hablan en la catedral y después practican el amor sobre ruedas. Entre tribulaciones, el coche pasea los cuerpos de fuego y la pasión vuela en el aire de la ciudad. En este capítulo Flaubert se anticipa a la invención de un recurso cinematográfico: el fuera de campo.

Flaubert domina la técnica del fuera de campo. Lo más importante en el relato no es lo que está en la pantalla sino lo que está fuera del campo visual. Las acciones carnales entre León y Emma sólo están sugeridas por los gritos y la orden sutil del notario superficial. En este sentido, Flaubert es un artista no solo en el ámbito de las palabras sino también en el del montaje.

Una cuestión de forma

Se podría pensar a Madame Bovary como el gran libro del siglo XIX y a Viaje al fin de la noche como la gran novela del XX. No deja de ser curioso que ambos narren la historia de una decadencia, la frágil caída de un espíritu en descomposición. Cada novela a su modo es el espejo deforme de una conciencia escéptica. Estas similitudes muestran que el arte moderno de la escritura (y de la lectura) es más una cuestión de forma que de tema. A la par que Flaubert retrata de manera magistral la vida provinciana se ocupa del modo estudiado de contar. Si algo impacta en Céline es el tono de Bardamu como un martillo impúdico e insólito.

George Steiner anotó: ser clásico es “ser leído constantemente… pero también es ser mal leído”. Madame Bovary no solo ha sobrepasado el cúmulo de lecturas erróneas y maliciosas sino que ha capturado el interés de una sucesión de generaciones.

© LA GACETA

Fabián Soberón - Escritor, profesor de Teoría y Estética del Cine.

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