Cuánta falta de Sabiduría

Cuánta falta de Sabiduría

Por Pbro. Marcelo Barrionuevo

27 Julio 2014
En este domingo seguimos la misma línea de reflexión de los últimos evangelios pasados. Hace dos semanas se nos habló del Sembrador y de la calidad de nuestra tierra… esa tierra donde se siembra buena semilla de trigo como también la cizaña que lo entorpece todo… hoy se nos enseña la búsqueda y encuentro del tesoro escondido como de la perla preciosa. Si observamos, en las tres lecturas recorre transversalmente el concepto de sabiduría; ella aparece como el gran don que pide Salomón, el modo de entender, de captar que todo lo que ocurre es para nuestro bien y de modo especial, la sabiduría que sabe dejarlo todo para buscar lo único importante que es Dios. Ya Santa Teresa de Jesús enseñaba que “al final de la vida el que se salva sabe y el que no, no sabe nada”… es decir el gran logro de la sabiduría es lograr a Dios, es llegar a vivir definitivamente con él. En última sabio es el Santo. Pero se llega a serlo comenzando por la tierra, es decir viviendo en la lucha de tener un corazón sabio que logre vivir la vida para lograr el único gran negocio: la vida de unión definitiva con Dios.

La sabiduría no es erudición, tampoco conocimiento científico, ni menos Wikipedia… menos aún saber “googlear” con facilidad… la sabiduría trasciende y profundiza al mismo saber para asentarse en un corazón que sabe ser ponderado por la prudencia como virtud fundamental. Sabio es el hombre que cultiva la prudencia de fines y medios en su justo lugar superior, totalmente diverso a la estulticia que es sinónimo de necedad o estupidez de la mente repercutiendo en el corazón. El mundo actual se ha masificado tanto que nos ha llevado a cambiar el significado de las cosas y su justa jerarquía de valor. “Por eso, todo escriba instruido acerca del Reino de los Cielos es semejante a un padre de familia, que saca de su tesoro cosas nuevas y cosas antiguas”.

Es el sabio que tiene mirada amplia y profunda, que sabe despegarse del cortoplacismo de lo inmediato para saber dar a las cosas el tiempo que ellas lo merecen; el sabio que tiene “tiempo para Dios” porque reconoce que es lo único que no pasa, aquí y allá; sabio para buscar despegarse de su egolatría narcisista pensando que la mejor felicidad es olvidarse de uno para brindarse a Dios y los hermanos; sabio para no dejarse llevar por el engolamiento del poder y la fama, sabiendo que la gloria del mundo es transitoria y rápidamente se esfuma. Ya el sabio libro del eclesiástico señalaba “vanidad de vanidades, todo es vanidad, pura vanidad”.

“El que se salva sabe y el que no, no sabe nada”… Qué nos salva hoy? ¿Qué consideramos como única meta de ganancia?... un puesto político… una elección… ganarles a los fondos buitres… ganar en dinero…? No descarto la realidad intramundana en la que estamos, somos y vivimos, pero todo ello debe ser vivido con la relatividad propia de su naturaleza… hay que volver a Dios fuente de toda sabiduría, hay que rastrear el camino del “amor a la sabiduría” en el rector pensar el bien y la verdad; hay que volver a un justo lugar virtuoso de la vida cotidiana. Pidamos a Dios lo de Salomón...” Señor dame la sabiduría…”

Temas Tucumán
Tamaño texto
Comentarios
Comentarios