
PELIGRO CONSTANTE. En El Corte no hay banquinas y los vecinos se exponen a diario porque se ven obligados a caminar por la cinta asfáltica. LA GACETA / FOTO DE ANTONIO FERRONI

A toda velocidad y sin casco. Así pasó uno de los más de 10 motociclistas que bajaron por la ruta 338 hacia la ciudad poco antes de las 12. En sentido contrario habían pasado (también como embalados por la pendiente) unos cuantos más, a los que se sumaron autos varios, un par de camiones, una camioneta... Todo esto en menos de cinco minutos, en ese tramo de la ruta que atraviesa el puente sobre el río Muerto y que lleva a El Paraíso, pero que, si sigue así, se transformará en un camino del infierno.
Las últimas cifras: en poco más de un mes murieron dos jóvenes motociclistas que vivían en la zona: Nicolás Marini y Rodolfo Villarrubia. En ambos casos, los accidentes se produjeron porque algún vehículo intentó doblar a la izquierda para tomar la calle 8, que nace en la ruta, en la esquina de la escuela N° 311, República de Italia.
Punto más que crítico
La escuela funciona hace casi 80 años en el kilómetro 12, poco después de cruzar el puente, yendo del llano al cerro. A partir de las 11.30 los chicos fueron saliendo bajo la mirada preocupada de Elsa Zapata, la maestra de 5° grado. "Lo único que tenemos para caminar es ese senderito, por unos metros nomás; pero el puente no nos queda más remedio que cruzarlo por la ruta. No hay alternativas", dice señalando una especie de caminito de hormigas que serpentea entre el pasto, del lado sur de la ruta. Del de enfrente, ni eso.
Un policía de la comisaría de El Paraíso los ayudaba a cruzar, y les daba indicaciones: "por la senda tiene que cruzar; vengan para aquí... ¡Y tengan cuidado en la otra orilla!". Normalmente, cuenta la directora de le escuela, María Silvia Nieva, un policía de Tránsito de la Municipalidad de Yerba Buena también las ayuda a cuidar sus niños. Pero, por esas cosas dolorosas de la vida, es el papá de Rodolfo Villarrubia, el "chango" que murió el 24 de octubre en un accidente.
Media hora antes de la salida de la escuela, Valeria Lobo e Isabel Pasquini subían caminando rumbo a El Paraíso. Lo hacían, como casi todos los días desde hace años, a conciencia y por la mano que corresponde: mirando al tránsito que viene. Pero -reconocen- no pueden evitar un escalofrío cuando a sus espaldas oyen el ruido de un motor. "La ruta es tan angosta que los autos te despeinan cuando pasan, porque van muy rápido", afirma Lobo. "Y hacen cada maniobra... Ni se corren un poco cuando nos ven. Los camiones, incluso, se salen del camino. Y no hay banquinas", añade Pasquini.
Los vecinos
A las voces de los que van y vienen se suman las de quienes viven allí. Diego Zamora y Patricia Nasca son miembros del centro vecinal de El Corte, que tiene la personería jurídica en trámite. También la familia de "Nico" Marini, que falleció el 4 de setiembre al mediodía, vive en la zona. Todos coinciden en un punto: Vialidad de la Provincia tiene que tomar urgente riendas en el asunto.
"El trazado de esta ruta tiene 40 años. En esa época había muy poca gente por acá, pero la población estable crece, y a ella se suman los cientos de personas que usan esta zona para caminar o practicar ciclismo", dice Zamora. Hace dos años hemos presentado una nota en Vialidad, en la que advertíamos que esto iba a pasar. Y hoy tenemos que lamentar dos muertos en dos meses", cuenta Zamora, miembro del centro vecinal.
En la carta enviada al director provincial de Vialidad, Raúl Basilio, los vecinos solicitan concretamente: la construcción de banquinas, sendas, ensanchamiento de puentes, retardadores de velocidad y señalizaciones de tránsito.
"Hacen falta sendas para peatones y para bicicletas. Son solo dos kilómetros, y ni siquiera los árboles son obstáculo: se pueden sortear muy bien. Cuidar la naturaleza y aumentar la seguridad no son incompatibles -añade Nasca-. Y hace falta construir puentes laterales junto al que ya hay, para que por allí circulen motos y bicis, y otro para peatones. No necesitarían soportar mucho peso, así que no pueden seguir argumentando que es caro...". "Esa fue la respuesta de Vialidad... pero, ¿pueden ser las obras en esos dos kilómetros más caras que las vidas que se están perdiendo?".
"Que su historia sirva para que nunca más pase"
"Sí, queremos hablar. Que su historia sirva para que nunca más pase, para evitar más muertes", decía el mensaje de Germán Marini. A pesar del dolor que los embarga, él; su esposa, Alejandra Faner, y su segundo hijo, Leonel, recibieron a LA GACETA. El mayor, Nicolás, tenía 20 años el 4 de septiembre, cuando rozó la rueda trasera de otra moto que doblaba hacia la izquierda en la ruta 338, perdió el control de la suya y falleció.
"A 'Nico' le encantaban los fierros; era mecánico de alma", dice Leonel. "Había pasado tantas noches armando esa moto...", recuerda su mamá mientras sus ojos, en los que ya no quedan lágrimas, miran hacia la nada. Y añade: "uno con esto piensa cosas que antes ni se le cruzaban por la cabeza...".
Algunas de esas "cosas", Germán las tiene muy claras. Lo ideal, afirma, es que se ensanche el puente y se construyan y se mantengan en buen estado las banquinas. "Pero como mínimo, es urgente que Vialidad haga dársenas que permitan esperar al costado de la ruta hasta que se pueda doblar. Habrá que entubar los dos zanjones que hay a la vera del camino. No es complicado, pero tiene que ser rápido. Esto es grave. Mucha gente, muchos chicos corren riesgo en este lugar", advierte. "Y si en última instancia hiciera falta derribar un árbol, será cuestión de plantar otro urgente", añade.
"Y hacen falta ciclovías a ambos lados del puente", agrega Leonel, que se deshizo de su propia moto, por temor y en homenaje a su hermano. "Entendí con dolor lo peligrosas que pueden ser. Si no hay otra opción para trasladarse, hay que ser muy cuidadoso y circular despacio...", añade. Y la sentencia de su padre lo interrumpe: "una moto es en sí misma la tentación de la velocidad".








