El sol desplegó sus alas tras una larga noche de ritos

El sol desplegó sus alas tras una larga noche de ritos

En Tafí del Valle, la unión de pueblos diaguitas celebró el inicio del invierno y el Año Nuevo.

ANTES DEL AMANECER. En la reserva arqueológica del barrio Malvinas de Tafí del Valle se organizaron dos fogatas.LA GACETA / FOTOS DE OSVALDO RIPOLL ANTES DEL AMANECER. En la reserva arqueológica del barrio Malvinas de Tafí del Valle se organizaron dos fogatas.LA GACETA / FOTOS DE OSVALDO RIPOLL

El sol mostró sus alas desde los cerros nevados y, como si fuese un enorme cóndor de luz, comenzó un vuelo que durará 13 meses. Sus rayos le dieron fin a la noche helada de Tafí del Valle y marcaron el inicio del Año Nuevo Andino. Ayer se celebró el Inti Raymi, una ceremonia ancestral que se está tratando de recuperar del olvido. Alrededor del fuego, la madrugada se convirtió en un espacio para compartir yerbiao, reflexiones y experiencias

La noche sembraba cristales helados en la tierra hambrienta del valle. La luna, cascote radiante en un cielo profundo y calmo, los hacía brillar con destellos. Hacía varias horas que los caciques y representantes de la Unión de los pueblos de la nación diaguita estaban reunidos en Tafí del Valle y cuando el sol se perdió en las cumbres, el fuego los encontró abrazados alrededor de un círculo de piedra.

Así comenzó la fiesta de Inti Raymi, una celebración incaica milenaria que fue reeditada este año por los pueblos originarios andinos, para dejar atrás el solsticio.

Poco a poco, paso a paso. La noche se esperaba larga, la más larga del año: la que marca el inicio del invierno pero también de un Año Nuevo para los pueblos andinos. "No se apresuren con ese trago, ya habrá tiempo", anunciaba una voz ancestral que se perdía en las llamas, en "el fuego de nuestros abuelos, que esta noche nos pedirá la palabra". Para los andinos, el fuego habla, pero para eso hay que incentivarlo.

La noche más larga del año es momento de reflexión, de pensar en todo lo bueno y todo lo malo que ha pasado el año que se va y también es momento de compartir, no sólo el yerbiao y el vino patero, sino los logros y los fracasos del año que se despide. Alejandra es salteña y dudó mucho antes de ir a la ceremonia del Inti Raymi. Cerca de las dos de la madrugada se animó a tomar la palabra y a llorar sus penas. "Necesito perdonar una traición, de un amor que sé que es para mí, así está escrito, pero con el cual seguimos a destiempo". Las lágrimas le brotaban y, de tantas, no llegaban a secarse con el fuego. "Ya has perdonado, Alejandra; si hablás con esas palabras es porque ya has perdonado", la consoló Huaypo, quien junto a su compañera Wayra guiaron las almas en este ritual ancestral remozado.

Las leyendas también danzaron alrededor del fuego. "Un tigre les enseñó a un niño diaguita, y este a su pueblo, el arte de la guerra. Les enseñó cómo usar el arco y la flecha, cómo caminar sin ser perseguido. Cuando llegaban a las comunidades, no se les sentía, pero con su sola presencia infundían temor y respeto. Fuimos temidos por esa forma de ser, antes de eso no éramos guerreros. Y hasta ahora, nos aparecemos de golpe y la gente se asusta: nos dicen que somos como sombras, pero es esa nuestra forma de andar por el cerro", contó Wayra mientras el puñado de oyentes la escuchaban como a una abuela que cuenta un cuento. "Pero eso ya ha pasado, los diaguitas hemos abandonado la guerra y buscamos el amor y la unión", replicó su compañero.

La noche más larga pasó volando y se apagó cuando el sol comenzó a mostrar sus alas desde los cerros nevados. "En nuestra lengua cacán, este momento se conoce como 'El vuelo sagrado del sol'. A partir de ahora, el cóndor comienza su vuelo que durará 13 meses", explicó la maestra de ceremonia. Las cajas y los bombos se callaron ante la salida del dios sol. Con las manos en alto, los presentes trataron de guiar sus rayos hacia su interior. Después de una noche en la que el termómetro se precipitó hasta los tres grados bajo cero, la sangre de los cuerpos y de la tierra volvía a fluir.

Canto y rituales

- Música para curar el alma.- "La música es sanadora, la música es sanadora. Hagan sonar esas cajas y esos bombos. Canten todos una zamba, una chacarera y si quieren, por qué no, una de los Beatles. Todo es música", invitaba el maestro de ceremonia alrededor de la fogata. La joven amaicheña Sullka (foto), tomó la iniciativa y con su manos zurda y su voz acariciada por el aguardiente, le dio calor a la noche helada de Tafí del Valle.

- Larga noche.- El ritual, que permaneció vivo durante toda la noche, se realizó en la reserva arqueológica del barrio Malvinas. Es una de las zonas a las que más tarde llegan los rayos del sol, por lo que la ceremonia se extendió hasta pasadas las 8.30 de la mañana. Además de los representantes de los pueblos indígenas, asistieron algunos interesados de Salta, Tucumán, Santiago del Estero, La Rioja y Buenos Aires.

- Impulso nuevo.- El Inti Raymi (voz quechua impuesta por el inca que significa "Fiesta del Sol") nunca dejó de realizarse en la mayoría de los pueblos diaguitas. Sin embargo, hace tres años que la Comunidad Indígena de Tafí, en colaboración con la Municipalidad, impulsan el encuentro con representantes de todos los pueblos.

Publicidad
Comentarios