Hallan en El Infiernillo piezas arqueológicas de 7.400 años de antiguëdad

Hallan en El Infiernillo piezas arqueológicas de 7.400 años de antiguëdad

Arqueólogos tucumanos encontraron las evidencias más antiguas descubiertas hasta ahora en la provincia, sobre ocupaciones humanas en los Valles Calchaquíes.

PAISAJE CALCHAQUI. La Quebrada de Los Corrales, en El Infiernillo. GENTILEZA NURIT OLISZEWSKI PAISAJE CALCHAQUI. La Quebrada de Los Corrales, en El Infiernillo. GENTILEZA NURIT OLISZEWSKI

Los hallazgos arqueológicos y su posterior estudio permiten comprender las características de un grupo social originario. Este fue el principio sobre el que se sostuvo el trabajo de un equipo de profesionales tucumanos que encontró evidencias de hace 7.400 años, las más antiguas descubiertas hasta ahora en Tucumán.

También encontró materiales de 1700, 1500 y de 600 años de antigüedad. Los elementos y las muestras recogidas por los investigadores pertenecieron a grupos humanos que habitaron los Valles Calchaquíes, más precisamente en la zona de El Infiernillo, el punto más alto (3.092 metros sobre el nivel del mar), ubicado entre los valles de Tafí y de Amaicha.

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Nurit Oliszewski, investigadora del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Conicet) y docente de la Universidad Nacional de Tucuman (UNT), una de las arqueólogas que dirige el estudio, contó a LA GACETA que los materiales fueron encontrados en un yacimiento de 28 kilómetros cuadrados en la Quebrada del río Los Corrales, cerca del edificio en el que funcionaba la vieja escuela de El Infiernillo, hoy en estado de abandono.

Pruebas sorprendentes
La especialista explicó que las evidencias más antiguas, fechadas hace 7.400 años, fueron halladas hace un año y reflejan la existencia de un campamento base habitado por grupos dedicados a la caza y a la recolección.

Utensilios de piedra y de hueso de guanaco fueron algunos de los elementos que encontró el equipo arqueológico, y que le permitieron interpretar la actividad que desarrollaban los habitantes de este período arqueológico. "Es la datación más antigua sobre ocupaciones humanas que se descubrió en Tucumán", afirmó Oliszewski.

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La experta precisó que también se hallaron evidencias de hace 3.300 años y explicó que se trata de una etapa de transición, en la que se detectaron herramientas de piedra, fragmentos de cerámica y artefactos de molienda que dan cuenta de los primeros usos de estas técnicas para elaborar alimentos. "Los pobladores de esta etapa molían plantas silvestres como chañar y algarrobo", señaló.

Las investigaciones, que se iniciaron en 2005, también permitieron obtener fechados de hace 1700 y 1500 años atrás. A esta etapa corresponde la mayor cantidad de evidencias y la hipótesis de los arqueólogos es que las comunidades estas sociedades se dedicaban a la agricultura y a la ganadería.

Ocupación intensa
Se descubrió un complejo de viviendas circulares de piedra y al explorar el suelo original se pudieron encontrar restos de fogones, de huesos de llamas, de semillas de poroto y maíz. "Se recuperaron fragmentos de cerámica, puntas de proyectil para cazar y pequeños cuchillos. También detectaron terrazas de cultivo que cubren una superficie de 500 hectáreas. Sin dudas, es la ocupación más intensa", indicó Oliszewski.

Sobre los hallazgos más recientes en el tiempo, con 600 años de antigüedad, la investigadora remarcó que hay pocas evidencias, como restos de huesos de llama, de semillas de algarrobo y de chañar. "Fueron encontradas en la Cueva de Los Corrales. La hipótesis que manejamos es que se trató de un lugar de paso para este momento más reciente", explicó.

Oliszewski manifestó que la cantidad de elementos encontrados en El Infiernillo permitieron comprender las características de las poblaciones que vivieron en cada uno de los períodos históricos mencionados. Los próximos esfuerzos apuntarán a comprender la dinámica social y el modo de relación que desarrollaron los primeros habitantes de los Valles.

Además de Oliszewski, al equipo de investigación lo conforman los doctores Jorge Martínez y Mario Caria, ambos investigadores del Conicet, docentes de la UNT, tesistas y becarios. Todos los investigadores pertenecen a la Facultad de Ciencias Naturales y del Instituto Miguel Lillo de la UNT. Las investigaciones se financian con subsidios del Consejo de Investigaciones de la UNT, del Fondo para la Investigación Científica y Tecnológica (Foncyt) y del Conicet. LA GACETA ©

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