El último caudillo

El último caudillo

Respetado por compañeros y rivales, protagonizó una etapa inolvidable del básquet tucumano

 LA GACETA / ARCHIVO LA GACETA / ARCHIVO
Personalidad y temperamento combinaron para transformarlo en caudillo indiscutido. Pedro César Figueroa (63) fue emblema de una época esplendorosa de nuestro básquet, de aquellos épicos duelos Alberdi-Central Córdoba, de estadios repletos y pasión encendida. Para muchos, es simplemente "Checha", el del anecdotario inagotable, la charla cargada de matices y comentarios plagados de humor. "Nací en Salta, me crié en Jujuy y me eché a perder en Tucumán. Pero hablando en serio, soy tucumano, por permanencia y pertenencia".

Palabra autorizada para opinar sobre una disciplina que progresivamente fue declinando en la provincia, llamó a volver a las fuentes. "Hay que retornar a aquel básquet de las familias, que es regresar a los orígenes: el club. Traé a los chicos de las escuelas, brindales un servicio a la zona donde estás asentado para que los padres de los chicos estén tranquilos. Se ha ido perdiendo la esencia, hace falta el barrio. Como dicen los futboleros, hacen falta potreros. La función social que cumplía el club ya no está", sentencia.

Recaló a fines de los 70 en el "azzurro" y vivió debajo de la tribuna oeste de CC. "A mí me tocó la suite N° 2, la N° 1 era de Julio Martín Vera", añade jocosamente. Y fue edificando una notable carrera que abarcó también a Caja Popular (ascendió a la Liga A), Belgrano, All Boys, Ciudad de Nieva y Tucumán BB, más la convocatoria a una preselección nacional (1973) junto a Mario Cordero.

"El ascenso con Caja, los títulos con CC, muchas cosas que me ocurrieron en el deporte fueron extraordinarias para mí", acota Checha, que no olvida a Cachuzo, otro amigo fiel e inseparable durante tanto tiempo. "Mirá, ese perro formaba parte de mi vida. ¡Pensar que apenas me veía con el bolso, se trepaba a cualquier auto y me seguía adonde yo fuese a jugar!", cuenta al borde de la emoción. Casado con Catalina Inés (odontóloga) y padre de cuatro hijas -Luciana María (también odontóloga), María de los Milagros (ingeniera en sistemas); Juliana María (fonoaudióloga) y Ana Inés, colaboradora suya en su empresa de venta de aceros industriales-, es un agradecido de Dios. Con la selección tucumana de básquet, enfrentó a Yugoslavia en la inauguración de Caja Popular (1971); con la de rugby, a los All Blacks, sólo dos hitos de quien, peleándole sin tregua a las lesiones, se convirtió en una entrañable figura del deporte provincial.

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